El Conde elegante

CAPÍTULO 3: Un nuevo mundo

—¿Qué fue todo eso? —preguntó Ryan, intrigado por aquel suceso.

—El sello del monte espejo —dijo Scarlett—. Es una barrera de elevamos para que el mundo olvidara nuestra existencia, y no buscaran saciar su codicia.

—Ahora entiendo qué era lo que no me gustaba de aquel lugar. Algo extraño se sentía ahí.

—Ustedes lograron atravesar gracias a tu luz como Toeluma, Dame.

—Increíble.

—Lo sé, pero no tenemos tiempo para seguir explicando esto. Hora de ir con la princesa.

Aclarado todo, Ryan, Dame y Scarlett se dirigieron al castillo. Scarlett invocó un cristal que funcionaba como vehículo, y que tenía la habilidad de camuflarse, recurso eficaz para que los personajes pasaran desapercibidos.

La chica optó por tomar atajos que, no sólo permitieran llegar al palacio sin problema alguno, sino que los personajes tuvieran una mejor vista de la ciudad.

Y mientras llegaban al castillo, Ryan no podía evitar sorprenderse por todo lo que sus ojos le mostraban, desde estructuras magníficas hasta edificios imponentes

Y mientras llegaban al castillo, Ryan no podía evitar sorprenderse por todo lo que sus ojos le mostraban, desde estructuras magníficas hasta edificios imponentes. El palacio y sus jardines no fueron la excepción, pues el hombre los contemplaba con detalle, a la par que bajaba del vehículo.

Apenas puso un pie en tierra, Ryan se dirigió a la puerta principal del castillo, pero sin Scarlett, pues ella desapareció sin decirle nada, a lo que Dame empezó a sospechar.

—Tengo un mal presentimiento.

—No tienen por qué preocuparse, ella suele hacer eso —contestó Romani, apareciendo de la nada.

—¿Hola? —dijo Ryan, indeciso al no saber qué decir.

—Es un placer conocerlo, conde elegante.

El temor dominó a Ryan por un momento, pero la belleza de la princesa desvaneció tal sentimiento

El temor dominó a Ryan por un momento, pero la belleza de la princesa desvaneció tal sentimiento. Su pelo castaño rojizo, su dulce tez y su vestido lleno de vida hicieron que Ryan se llenara de asombro. Romani sintió lo mismo al ver al hombre de coloridas ropas, de cabellera y barba anaranjadas como duraznos, y de rostro que ilustraba bondad.

Ninguno de los dos liberó ni una sola palabra. Sus ojos, las ventanas del alma, eran lo único que los conectaba, mientras los jardines de rosas con mariposas volando generaban una hermosa ambientación, hasta que Dame interrumpió el momento.

—Alteza ¿Cuál es el problema a enfrentar?

—Síganme —contestó Romani, mientras los tres recorrían los jardines—. En los últimos días, unas extrañas criaturas han estado atacando el reino. Temo que hay alguien detrás de esto, pero mi padre no quiere escuchar, por eso me vi obligada a liberar a Dame.

—Espere, ¿Su padre no sabe nada de esto? — cuestionó Ryan.

—Aún no. Como le decía, esto podría ser obra de...

Lo cierto fue que hablaron muy pronto, pues el rey interfirió en la conversación para descubrir que su hija había liberado el objeto que condenó a su reina, mismo que estaba en manos de un extranjero.

—¿Cómo te atreviste a desobedecerme? Esa gema jamás debió ser activada.

—Pero señor, su hija ya se lo ha dicho, no podemos no hacer nada —habló Plumette, tratando de calmar a su amo.

—Ya estoy cansado de tanta desesperación —gritó el rey—. Escucha, hija mía ¿Crees que con esa actitud serás una buena reina?

—Pues por eso hago todo lo posible por nuestro reino. Las circunstancias dan prueba de que mi decisión fue necesaria.

—Escucha, esa plaga de crepusculares no son una gran amenaza, nuestras armas han funcionado con esos monstruos.

—Pero esas armas no los matan, los debilitan, esa es la razón por la que vuelven a aparecer, y cada vez más en mayor cantidad —contestó Romani, pero su respuesta fue interrumpida por otro ataque de crepusculares.

—¿Qué haremos? —dijo Dame.

—¡Amo, invoque mi poder!

—No, sabes que no haré eso de nuevo — gruñó el rey.

Ante la renuencia de su padre, Romani tomó acción con ayuda de Howl, invocando dos espadas doradas para luchar, mientras que Ryan trató de defenderse con su bastón. Rodeando al rey, tanto el conde como la princesa unieron fuerzas y se enfrentaron a los monstruos.

La princesa mostraba un buen manejo sobre las espadas, generando ataques que lograban destruir a aquellos crepusculares, mientras el conde se encargaba de resguardar al rey, acciones que llevaron a la derrota de aquellos monstruos. Después de que las cosas se calmaron, los tres personajes decidieron hablar, omitiendo toda pelea.

—Exijo saber qué está pasando —reclamó el rey.

—Creo que es necesario que lo sepan, pero ví una de esas cosas fuera de los límites del reino —dijo el conde, reteniendo sus nervios.

—Cielo santo —comentó Romani—. Si ese es el caso, temo que los ataques en el exterior terminen revelando nuestra ubicación.

—Y si eso pasa, tendremos dos problemas en uno sólo.

—Comprendo —comentó el rey—. Aceptaré que hagas lo que tengas que hacer Romani, pero insisto, espero que tú y tu amigo sepan lo que están cometiendo, ¿entendido?

—D-de acuedo, Majestad.

Una vez que el hombre se alejó, Romani llevó a Ryan a la biblioteca del castillo, pues también deseaba darle una inducción sobre sus poderes.



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Editado: 21.09.2024

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