Un día después de la coronación, Romani decidió continuar con su búsqueda, no sin antes idear una forma de ayudar a Ryan y Ronin. Tras pensarlo, decidió reunir a los elegidos por las gemas monarcas, y también a Plumette.
—¿Estás segura de esto?
—No me queda más opción —comentó Romani—. La lucha se ha vuelto personal.
—¿Y Scarlett?
—Yo soy Scarlett —dijo la chica, dejando ver su disfraz—. Tomé esta medida para no arriesgar nuestro plan, pero eso termina aquí.
—¿Qué?
—Admito que hice mal, pero ahora que estamos restaurando nuestros lazos, ya no es necesario mantener esta fachada, al menos para ustedes.
—Considero que le hará muy bien a la princesa encargarse de los tratados —añadió Plumette—. Aunque actualmente no posea un dueño, yo me encargaré de guiarlos como corte, la corte cromática.
—Si creen que es lo mejor, así será —consensuaron todos.
—Les agradezco este apoyo.
Aclarado todo, el trío partió a las afueras del castillo, donde la emperatriz abrió un portal para que sus dos aliados viajaran a su siguiente destino, un sitio frío y helado.
—¿Q-qué es este lugar?
—Las tierras de Frostiberia —respondió Scarlett—. Por estos lares, el invierno dura tanto que sus habitantes han adquirido resistencia al frío.
Ryan activó su poder de máscara para disfrazarse, haciendo que su ropa se volviera tan gruesa que le permitía resistir el frío, y su bastón tomó la forma de un pico.
Después de eso, el grupo se acercó a la aldea de Frostiberia, donde los habitantes portaban colores que combinaban con el blanco de la nieve y el hielo. Aquella decoración, en conjunto con otras construcciones de hielo, reforzaba que la magia del frío gobernaba.
—¿Quién es nuestro siguiente objetivo? —preguntó Ronin.
—Tzafrir Frost, el actual príncipe de esta tierra.
—¿Crees que sea sencillo hablar con él?
—Eso espero —añadió Scarlett—. Después de todo, envié un comunicado de nuestra visita.
El trío se dirigió a la entrada principal del palacio, donde unos guardias los estaban esperando para escoltarlos al castillo de Frostiberia. A la entrada, una hermosa mujer con pieles blancas, en compañía de un joven de ropa gris, estaba esperando.
—¿Es él? —susurró Ryan.
—Sí, es Tzafrir.
—Usted debe ser la reina.
—Así es, me alegra conocerlos —dijo la reina azul—. Llegó a mis oídos que los Sombríos han vuelto para tomar venganza, pero me reconforta saber que la reina Romani está tomando cartas en el asunto.
—Por cierto... —comentó Tzafrir.
—¡No interrumpas! No me gustaría que me hijo muestre una mala imagen.
—Basta —intervino el rey—, eres demasiado terca con él, por eso se siente inútil.
—¿Inutil?
—Silencio —comentó Scarlett—. Entre más sigamos peleando, más se aplazará el designio de la reina.
—Está bien, Tzafrir, encárgate de atenderlos —respondió la reina, empujando a su hijo.
Una vez que la pareja de reyes se retiró, los tres personajes se encargaron de hablar con Tzafrir, tratando de ayudarle a mantener la calma.
—¿Quiénes son ustedes?
—Somos amigos de la reina Romani.
—No recuerdo que ella tuviera amigos como ustedes... Lo siento, fui grosero.
—Tranquilo, por favor.
—No sé qué estoy haciendo, es como sí, oh —tartamudeó Tzafrir, a la vez que se arrojó una bofetada a sí mismo.
—Basta —dijo Scarlett— ¿Qué es lo que te hicieron?
—¡Tengo miedo! —gritó el chico— Mi madre no cree que soy capaz de valerme por mí mismo, mi padre me ha pedido ser mejor que todos en este reino, pero su ayuda ha sido terrible. He sido de todo menos yo.
—No puedes concentrar tu esencia en complacer a otros. Si piensas vivr de satisfacer los intereses de los demás, ¿cuándo verás por tus propios sentimientos?
—Es que no quiero ser egoísta.
—¿Y quién te dijo que eso es ser egoísta? —añadió Ryan—. Puedes buscar tu propia felicidad sin que eso signifique dañar a otros.
—¿Y cómo?
—Es momento de que des tus primeros pasos y lo descubras —respondió Scarlett, tocando la cabeza de Tzafrir para devolverle sus recuerdos, y también para revelarle su identidad.
—L-la gema, está aquí, en el castillo —respondió el chico, para después darle un abrazo a la chica—. Muchas gracias, princesa. Ahora, hay que ir.
Después de eso, el equipo bajó hasta lo más profundo del palacio, donde el hielo y la nieve resguardaban un gigantesco iglú. Tras adentrarse en él, el grupo dio con el sello de la octava gema: Glace, la osa polar.
Sin embargo, los cuatro personajes fueron emboscados, pues una enorme piedra fue arrojada hacia ellos, mas Ryan la detuvo, activando sus poderes como conde.
—¿Quién está ahí?
—Vaya, vaya, ¿quién lo diría? —dijo la madre de Tzafrir, revelando su traición— La gema de hielo estuvo aquí todo este tiempo.
—No se saldrán con la suya.
—Eso creen —respondió la reina, sacando su cristal oscuro para transformarse en un enorme zorro de escarcha, mismo que salió para desatar el caos en Frostiberia.
—¿Qué hacemos ahora?
—¿Dónde está la caja? —indicó Romani, hasta que Ryan la encontró.
—Tzafrir Frost, te concedo el collar de Glace, la gema del hielo. Con este collar, servirás a un bien mayor.
—¿Me permite abrazarlo? —preguntó Tzafrir, conteniendo la emoción de ver al Conde elegante en carne y hueso, gesto que el hombre correspondió.
—Sigamos con el plan.—¡Glace, poderosa gema del hielo, concédeme tu energía!
Tras recitar esas palabras, Tzafrir volvió a ser quien solía ser: Frialdad azul. Su ropa gris tomó varias tonalidades de azul y blanco como el hielo y la nieve. A su vez, como arma, obtuvo un pico adornado con un copo de nieve.
Editado: 12.10.2024