El condor y la llama

Juntos en el rikuy

El camino hacia la plaza estaba vivo. Mujeres que cargaban canastas repletas de maíz, niños corriendo con risitas nerviosas, ancianos caminando con paso firme pero pausado, como si cada piedra del suelo les susurrara viejas historias. El olor a pan recién hecho flotaba en el aire, mezclándose con el aroma de la tierra húmeda.
Chaska caminaba junto a su madre, Tupac y tika, apretando contra su pecho la manta que llevaba. Cada paso parecía recordarle la importancia del día. tupac iba delante, saludando a todos: era querido en el ayllu, siempre dispuesto a ayudar.
— Rikuypuni churi—susurró—. Ponte firme. El corazón valiente también tiembla, y eso está bien.
Su hermana Tika caminaba pegadita a él, mirándolo con un orgullo sin filtro.
Yo sé que va a ir todo bien , hermano —dijo en voz bajita—. veras que rápido vamos a tener productos para nuestra familia
Chaska sonrió apenas. Tika tenía esa magia: siempre encontraba la grieta por donde entraba un rayo de luz.
La plaza estaba a pocos pasos ya, llena de colores vivos: mantas tejidas con diseños de cóndores, ollas de barro llenas de chicha jora, cuyes inquietos asomando hocicos por las canastas. La vida latiendo fuerte en un solo lugar.
Chaska se separó un momento de su familia para ayudar con las ofrendas del ayllu. Llevaba en brazos un pequeño saco de papas grandes y lisas, seleccionadas con cuidado por su madre. En la plaza, la gente iba de un lado a otro, buscando intercambiar lo que tenían por lo que necesitaban. Todo era movimiento, voces, risas y regateos amistosos.

Se acercó a un hombre mayor que colocaba cuidadosamente sobre una manta hojas de coca frescas. El hombre levantó la vista al verlo.

—Buenas papas traes, churin —comentó, evaluando con ojo experto—. ¿Qué buscas a cambio?
Chaska tragó un poco de timidez y respondió con educación:

—Nosotros necesita coca para la ceremonia —dijo—. ¿Podría llevarme un puñado?

El hombre sonrió, mostrando arrugas de años al sol.

—Si la tierra te ha bendecido con estas papas, yo comparto lo que ella da —dijo, tomando un puñado generoso de hojas verdes y entregándoselas
Chaska inclinó la cabeza, agradecido, y dejó algunas papas en la manta. Sintió un pequeño orgullo inflársele en el pecho: estaba cumpliendo bien con su tarea.

Más adelante, vio a una tejedora que ofrecía cintas de colores vivos. Tika vio una de esas, chaska. Se acercó con una sonrisa tímida.

—¿Podría cambiarme una cinta por papas? —preguntó, mostrando su saco. La mujer se fijó en él, luego en las papas.

—¿Para tu hermanita? —adivinó.

Chaska asintió.

—Entonces le dejaré que se escoja más bonita —dijo ella, tika escoge una cinta roja y dorada que brillaba como el amanecer—. Pero me quedaré con tres de esas papas tan hermosas, ¿trato hecho?
Chaska respiró aliviado, feliz de haber logrado otro buen intercambio.

—Trato hecho —dijo mientras le entregaba las papas más grandes del montón.

Tika tomó la cinta roja y dorada, la sostuvo frente a la luz del sol y sus ojos brillaron igual que los hilos.
—Tu hermana va a verse como una princesa del Inti Raymi con esto —comentó, ajustándola entre sus dedos con cariño de artesana—. ¿Cuántos años tiene?
—Seis —respondió Chaska con una pequeña sonrisa—. Y corre más que un venado cuando quiere.
Tika rió con un sonido breve y cálido.
—Entonces esta cinta necesitará ser fuerte… como tú.

Chaska sintió cómo el calor del mercado se mezclaba de pronto con otro tipo de calor en su cara. Bajó la mirada intentando parecer ocupado acomodando la vasija.
—Gracias —murmuró.
Y fue con su madre y hermano para enseñarle lo que chaska le dio, su madre está feliz y diciéndole que era muy bonita su hermano le dijo que era muy bonita. Chaska le dio las gracias a la tejedora, inclinando la cabeza con respeto.

—Gracias por todo, señora. De verdad.
—Que los dioses te cuiden —dijo ella con una sonrisa tranquila—. Y que la Pachamama te dé caminos fáciles en este día tan grande.

Chaska sintió un nudo en el estómago, mezcla de nervios y orgullo. Dio un último paso atrás para despedirse y continuó su camino entre los puestos del mercado.
El sol parecía seguirlo, iluminando la cinta roja y dorada que ahora asomaba entre sus cosas, recordándole el rostro de su hermana
El mercado fue apagando su bullicio poco a poco, como si el sol, al comenzar a bajar, se llevara consigo las voces y las risas. Los puestos se iban recogiendo, los niños ya no correteaban y hasta los perros callejeros buscaban dónde echarse.
— hoy si tuvimos buena suerte en rikuy –Respondió Tupac
—Eso es verdad hijo, tu hermana ya se durmió profundo –la mira con una sonrisa cálida

Chaska caminó de regreso con paso firme. La vasija de chicha de jora bien sujeta, mientras que su madre cargaba a tika ya que se quedó dormida, su hermano cargaba algunos maíces, chiclo morado, y algunos vegetales.
— bueno que esperamos para llegar a casa, papá y nuestros hermanos nos esperan– comentó chaska

—Entonces vamos rápido —respondió su madre, acomodándose la manta sobre los hombros donde tika estaba formada.
Mientras el cielo se teñía de naranja cuando las cuatro personas caminaban para llegar a su hogar y asi terminó el día de rikuy



#3011 en Novela romántica

En el texto hay: romance, boylove

Editado: 27.10.2025

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