Chaska soltó un suspiro tembloroso, pero la tensión no lo abandonó del todo, Amaru no se movió. Permanecía allí, rígido, vigilando la estancia como si fuera territorio enemigo.
—Awki… —intentó Chaska, dando un paso más—. ¿Qué ocurrió aquí… antes de que yo llegara?
Amaru abrió los ojos lentamente. No había ira en ellos. Había algo peor, una furia contenida, protectora y afilada como una hoja recién templada.
Suma volvió del corredor pálido —respondió por fin—. Temblando. Sin aliento. Como si hubiera visto un espíritu… o como si algo hubiera intentado tocarlo.
—¿Lo siguió? —preguntó con la voz apenas audible.
Amaru no respondió de inmediato. Sus dedos, aún apretados en puños, se tensaron un instante más antes de aflojar
Suma dijo que no —respondió, aunque su tono dejaba claro que no le creía del todo—. Pero cuando entró aquí… lo sentí. El olor en el aire. La tensión en su cuerpo. La forma en que miraba hacia la puerta como si esperara que alguien la forzara.
Amaru desvió la mirada un segundo, dudando. Y en ese gesto, Chaska lo entendió Suma sí había dicho algo, mencionó que cuando estaba de regreso sintió pasos detrás de él y que también escucho como le llamaron y volteo para ver quien era, al verlo que era Wayra corrió
Amaru apretó la mandíbula al escuchar las palabras de Suma sin poder soportarlo así que le dió una órden a Chaska y era que se quede con el
Sin más, salió del cuarto. Sus pasos fueron firmes, pero al perderse en el corredor, Chaska sintió que la temperatura bajaba un poco y volvió la mirada hacia Suma.
Suma permaneció de pie unos segundos, respirando de forma irregular. Chaska no se movió; sabía que si daba un paso más, Suma podría quebrarse.
—¿Quieres sentarte? —preguntó con suavidad.
Suma dudó. Luego asintió y se dejó caer sobre el borde del jergón, con el manto rodeándolo como si quisiera desaparecer dentro de él y Chaska se sentó a su lado, dejando suficiente espacio para que no se sintiera acorralado
—No tienes que decirme nada —murmuró—. Solo… estoy aquí. Eso es todo
Suma bajó la vista. Sus manos temblaban luego, lentamente, empezó a hablar. Para contar su historia que tuvo con Wayra.
—No se lo conté a nadie —comenzó—. Ni a Illary. Ni a Amaru. Ni siquiera cuando Wayra desapareció aquella vez. Pero tú… tú siempre escuchas...Yo conocí a Wayra mucho antes de que él quisiera hablar con alguien —continuó—. Cuando era Hualp'a lo ví y lo trajeron, estaba herido… pero no como alguien que pelea con un animal o se cae por un barranco. Era diferente. Tenía la piel fría, y el aire a su alrededor… —buscó la palabra— …pesaba
Chaska cuando lo escucho sintió un escalofrío pero igual lo siguio escuchando
—No hablaba —dijo Suma—. Ni un sonido. Pero escuchaba todo. Nadie lo notó al principio porque no levantaba la cabeza pero yo sí....
Suma respiró hondo, como si por primera vez en mucho tiempo decidiera abrir una herida que había escondido incluso de sí mismo.
—Antes… —empezó, con la voz baja—. Antes de todo eso, Wayra era… diferente conmigo.
Chaska levantó la mirada, sorprendido por el tono dulce que asomó en sus palabras.
—¿Diferente cómo?
Suma esbozó una sonrisa débil, fugaz, que desapareció antes de tomar forma
—Cuando hablamos por primera vez… era lindo. De verdad no como ahora lo ven todos, tan callado y arisco. No. Él… él me hacía reír. Me hablaba como si me hubiera conocido desde hace años me buscaba, me llamaba y yo… me sentía seguro.
y Chaska no dijo nada; lo dejó continuar.
—Nos la pasábamos bien juntos —repitió Suma, casi en un susurro—. A veces pasábamos horas sin darnos cuenta del tiempo. Él me enseñaba cosas del bosque, y yo le contaba historias de mi ayllu era… fácil, era bonito -Su voz tembló al llegar allí.
—Hasta que… cambió.
Chaska inclinó la cabeza, suave, se acerco más para tranquilizarlo por que sea veía su rostro con temor
—¿Qué pasó, Suma?
El muchacho tragó saliva, mirando sus propias manos como si cargaran un peso invisible.
—Empezó a volverse… oscuro —mmencionó– cada vez se volvió más pegado a mi, cada vez que hablaba con alguien se ponía molesto
Cerró los ojos un momento, para que no salgan las lágrimas que querían brotar
—Y una noche… —su respiración se quebró— …me llevó aparte. Dijo que me necesitaba. Que yo lo hacía sentir menos… solo yoo no entendí lo que quería decir, pensé que estaba asustado, pensé que debía ayudarlo.
Chaska sintió un nudo en la garganta ya que se imaginaba lo que había vívido
—Suma…
—No… no tienes que decir nada —murmuró él, forzando una sonrisa triste—. No voy a describirlo no quiero solo… —la voz se le hizo más baja— …solo sé que no quería el lo sabía perfectamente aun así… lo hizo, Sabia que aborrecía eso ya que antes era Hualp'a, mi deber era satisfacer a nobles del Imperio la mayoría eran....
No terminó la frase. No hacía falta. El silencio la completó por él. Chaska posó una mano sobre la suya, despacio, como si temiera romperlo
—¿Por que no lo contestes al Awki Amaru y a la Ñusta Illary? –preguntó con preocupación
—Pero si les cuento… —tragó saliva— …sé lo que harán. Amaru no pensaría. Iría directamente tras él. Y Illary… —sus ojos se humedecieron— …Illary cargaría con mi dolor como si fuera suyo. Y yo… yo no quiero hacerlos quebrar por algo que ya pasó.
Suma inspiró profundamente y volvió a mirar a Chaska, esta vez con más claridad en los ojos
—Pero tú… —susurró— …contigo es distinto. No tengo que esconder nada. Tu presencia me calma. Cuando estoy a tu lado… el aire ya no pesa.
Chaska sintió el corazón apretarse. No por lástima, sino por la confianza. Una que ningún título, ninguna orden y ningún lazo de sangre podía generar.
—Gracias… —murmuró Suma—. Por quedarte. Por escucharme. Por no mirar mi pasado como una carga.
Suma levantó una mano, con un gesto tímido, y la apoyó sobre el dorso de la mano de Chaska. No era un abrazo esta vez. Era algo más silencioso, más íntimo: la confirmación de que no estaba huyendo, que no estaba desmoronándose que estaba eligiendo quedarse.