Desde que llegó a Italia, caminar por el viñedo de su familia se había convertido en un pasatiempo, hoy llevaba un vestido blanco con flores azules, era holgado y a pesar de ello su vientre de cinco meses era notorio. En uno de sus brazos llevaba una cesta para cosechar la uva, junto a sus hermanos había aprendido esa labor.
Cuatro meses habían pasado desde aquel momento que se enteró que sería mamá, que era hija biológica de Helga y que a la mujer que durante 20 años llamo madre, no lo era y tampoco tenía la culpa de lo que su abuela había ocasiando.
Sus abuelos fueron llevados a juzgado y por ser personas de la tercera edad se les pidió una multa exuberante y servicio comunitario durante un año los fines de semana.
Dejó su cesta en el suelo con mucho cuidado ya que no podía agacharse como era debido y eso la divertida como también a los pequeños les molestaba, comenzando a moverse causando dolor abdominal.
Parecía un sueño que sus bebés se hagan sentir con pataditas y hayan aferrado a la vida, cuando al mes de haber llegado sufrió un sangrado.
Las palabras de Egan aún resonaban en su cabeza.
—Tranquila primita, tus bebés se aferran a la vida así como su padre se aferra a cada pequeña pista que tiene para encontrarte —beso el dorso de la mano de Cassidy que lo miraba confundida y feliz de saber que Hades la estaba buscando— Creo que lo dejaste bien flechado, a ratos no soporto lo hormonal que se pone. Hasta pienso que la embarazada es él.
Una pequeña risa salió de sus labios y no pregunto más por él.
Después de aquel suceso canceló el semestre de la universidad en Italia y ahora se lo pasaba en la mansión siendo cuidada y consentida por todos. Tanto que Egan cumplió su parte de darle cuanto antojo se le plazca a la hora que sea sin importar donde y que este haciendo, una noche se levantó a las tres de la madrugada a pedir un kebab.
—Egan, oyeee —susurro abriendo la puerta de la habitación y alzó un cojín del pequeño sofá, lanzando al rostro de su primo— Rubiecillo!!
Susurro grito, se acercó más a él y pellizco sus mejillas estirandolas.
—¿Cassidy? —pregunto aún adormilado refregando sus ojos con ambas manos— Qué quieres ahora pequeña hambrienta.
—Quebab.
Dijo junto a una sonrisa que convenció a su primo de levantarse de la cama y cocinar lo que la princesa del imperio pedía.
Recordando aquello comenzó a cortar los racimos de uvas, tal y como su padre le había explicado junto a sus hermanos, con aquellas uvas iba a preparar una mermelada casera y comer un poco ya que se le antojaba y si no comía los bebés se ponían inquietos.
Su mejor amiga, esa loca que tanto amaba ahora estaba a muchos kilómetros de ella, pero eso no les impedía estar en contacto de los acontecimientos en su día a día.
Leah cuando se enteró del embarazo salto de alegría, parecía un cuento lo que le sucedía a Cassidy, ella dijo que era contarle para ver que decía Hades, pero al ver que el embarazo era de riesgo, tanto ella y la familia de su mejor amiga decidieron que era esperar hasta que los pequeños nazcan.
Aún teniendo a todos en contra, Egan se había convertido en su Paloma mensajera.
—¿Para qué soy bueno? —respondió el muchacho tomando la llamada tratando de ser cuidadoso y no soltar el nombre de su prima, ya que estaba a lado de Hades.
—Estoy enviando una carta, en un sobre sellado —suspiro nerviosa— Quiero que la dejes en la oficina de Hades.
—Como mandes princesa —dijo ganándose una burla de su mejor amigo que decía que estaba perdiendo su esencia de playboy, cosa que le causo mucha risa a Cassidy y nostalgia al escuchar su voz.
Mientras cortaba unos se los racimos más grandes de uva, escucho la voz de Leónidas un muchacho que con el paso de los días se hizo su mejor amigo allí en la mansión y sin querer lastimadose su mano que la llevo a su labios para que parase la sangre.
Editado: 09.09.2020