En una morgue aún yacía el cuerpo congelado de Cristian, el cual estaba siendo investigado para averiguar el método de drenaje. Una semana había pasado desde su muerte, domingo era, específicamente. Nadie pudo averiguar un método que lo llevase a matarlo de tal manera. Parecía una muerte rápida, y a su vez, indolora. Era todo un enigma y ningún médico forense podía determinar siquiera el arma. Así cayó otra noche, donde el cuerpo descansó en el frigorífico.
Petyr caminó por los oscuros pasillos de la morgue, acompañado de Irene quien caminaba detrás suyo, pisando específicamente donde él, ambos sin hacer el menor ruido. Él portaba una mochila-bolso colgada en su hombro. Los guardias yacían dormidos y las cámaras apagadas. Debían darse prisa, pues el sopor que Petyr les indujo los mataría al cabo de treinta minutos.
Petyr posó su dedo sobre el lector de tarjeta de la puerta, extendiendo sus raíces hasta el interior y abriéndola. Ambos entraron al frigorífico y abrieron la cabina de Cristian, donde su cadáver salió acostado en aquella plancha metálica.
—Bien, sabes cómo es esto —Dijo Petyr—. ¿Estás lista?
—Yo... —Dudó Irene, mirando con asco el pálido cadáver— no lo sé.
—Dijiste que me ayudarías, y sabes que no tengo las raíces tan fuertes como para hacer esto. Así coma un cabello o el cuerpo entero, veré lo mismo. Tu clarividencia es lo que necesito ahora.
—Quería ayudar matando al kaly, no a hacer esto —Arrugó la cara con asco.
—Si no me ayudas, todo será en vano, Irene.
—Bien —Suspiró ella.
Irene soltó sus brazos para agitarlos a la par que daba unos pequeños saltitos. Luego dijo:
—Estoy lista.
Ambos se pararon del lado derecho de la plancha, Petyr a la izquierda de su hermana. De su mochila sacó una libreta con una hoja blanca y un bolígrafo. Los posó en la plancha apoyando la libreta sobre el cadáver de tal forma que se mantenga levantada. Luego sacó un pequeño tubo de vidrio con tapa plástica que contenía un espeso liquido negro en su interior. Era tan oscuro que literalmente parecía absorber la luz.
—Pase lo que pase, tranquilízate, Irene, tal como practicamos. Salirte de control en este lugar te matará, y no podré hacer nada para ayudarte —Dijo Petyr mientras miraba seriamente a su hermana.
—Ya siento las almas de todos aquí, aunque de manera muy tenue —Dijo ella con cierta inquietud—. Pero... no siento la de este tipo —Miró a Cristian.
—Cuando un kaly mata a una persona, les roba el alma. Es lo más nutritivo para ellos. Cuando una persona normal muere, sus almas se aferran a los cuerpos y solo se liberan cuando éstos son destruidos. Pero por alguna razón, él libera las almas. No solo los mata sin sufrimiento, sino que lo hace con personas muy solitarias y libera sus almas. Es un caso raro, sin duda, pero sigue siendo un kaly.
—Pobres humanos —Comentó Irene—, tener que esperar quien sabe cuánto para descansar en paz... tal vez él no sea tan malo.
—Es un kaly, Irene. Son enemigos naturales de nuestra especie. Nosotros los cazamos, y ellos cazan humanos. Así es el orden natural de las cosas.
—Tienes razón —Suspiró—. Esta parte humana en mi sangre me hace débil.
—Y fuerte a la vez. ¿Estás lista?
—Sí...
Petyr abrió la boca de Cristian para luego quitarle la tapa al tubo. Luego, tiró el contenido dentro.
Ambos observaron cómo resaltaban las venas y arterias de todo el cuerpo. No brillaban, al contrario, el contenido que las recorría era tan oscuro que absorbía incluso el brillo de la carne encima suyo, de esa forma se remarcaba y se volvía visible incluso desde fuera.
—Bien —Petyr colocó su mano en el pecho de Cristian—, bon appetit.
Las raíces se extendieron desde su mano, redirigiendo todo el contenido hasta la pierna derecha, donde las venas y arterias parecían incluso más negra, volviendo grisácea la carne.
Petyr posó su mano derecha en la nuca de Irene, asegurándose de apretar su cuello con sus dedos. Con su izquierda tomó el bolígrafo.
Irene suspiró mientras levantó la pierna de Cristian con sus manos. Era pesada y grande.
—Bon apetit, comida griega... —Sonrió ella con gran nerviosismo.
Ella abrió su boca y fio un fuerte mordisco a la pierna de Cristian, luego tironeó con fuerza arrancando un buen trozo de carne del muslo. Era difícil de masticar, pero lo hizo hasta ablandar la carne lo suficiente para tragar. En ese instante, el verde de su ojo se hizo más notorio y fuerte. Las venas de sus ojos parecían teñirse de negro.
Fue entonces cuando Petyr hundió sus dedos en el cuello de Irene como si éste estuviese hecho de crema, extendiendo sus raíces por todo el cuerpo de su hermana mientras ella seguía arrancando y tragando trozos de carne. Pronto, los ojos de Petyr se tornaron blancos como la nieve.
Comenzó a ver nuevamente los recuerdos de Cristian, ahora sin esa nebulosa, y con un recuerdo sonoro impecable. Mas con una variante: literalmente caminaba en los recuerdos.
Podía caminar en el recuerdo, en la habitación donde se encontraba Cristian, como si él estuviera realmente ahí. Veía al enfermero en frente suyo, viendo como aquella mujer se alejaba en el auto. No podía entrar en la casa antes que Cristian pues era imposible, por lo que debía esperar a entrar con él. Una vez allí, observó la silueta del kaly parada frente a la escalera.
Era totalmente negra, tal como él la veía cuando extendió sus raíces aquella noche. Apretó sus dientes en frustración, mas ese sentimiento desapareció al instante cuando Cristian levantó la mirada; claro, era imposible ver algo que Cristian no recordaba.
Vio claramente el rostro del kaly, quien se mostraba pacifico y comprensivo. Era un hombre delgado, igual que su cara, aunque su mandíbula era un poco ancha; su nariz recta terminaba en una punta redondeada, y su rostro era abrigado por una corta barba de no más de una semana, cuyo bigote no alcanzaba a mezclarse con el resto de bellos. Su cabello estaba levemente ondulado, cortado con un french crop como corte. Sí, era él.