Parte 1: Introducción al Nuevo Mundo"
Me dirigía hacia donde mi tío me había indicado. Solo me quedaban 180 millas para llegar, cuando un oficial asustado vino hasta mi camarote y me dijo con voz temblorosa:
—¡Señor, tiene que venir a ver esto!
Le seguí rápidamente hasta la proa, donde me señaló un barco que se veía a lo lejos. Me entregó sus binoculares y, al mirarlo a través de ellos, pude ver con claridad el nombre del barco: Cortés Demo. En ese instante, comprendí el miedo del oficial. Deje de mirar por un momento, suspiré y, al volver a enfocar, pude divisar la bandera pirata que mostraba un ojo del cual brotaba un hongo. Esto era una clara alusión al iris, la droga de la que los piratas eran los principales consumidores y traficantes.
El Cortés Demo era el barco pirata más peligroso de todo el Nuevo Mundo. Había tenido batallas navales contra la flota del GNM y siempre había salido ileso. Su capitán, Jerles Cortés, era el pirata más temido de todo el océano. Siempre era el primero en lanzarse a la lucha y nunca había sido herido en batalla; era casi invencible.
Al ver esto, le ordené a mis oficiales que pusieran rumbo a la isla de Patmos, que se encontraba entre los continentes de Estheriun y Cartus.
—Señor, esa isla está a 190 millas, es más lejos que nuestro destino —protestó uno de ellos.
Entendiendo su preocupación, les expliqué mi plan para tranquilizarlos:
—Sé que está más lejos. Pero el Cortés Demo es el barco más rápido de todos los existentes. Si nos ven y seguimos nuestro rumbo, nos alcanzarán en 50 millas. En cambio, si nos dirigimos hacia la isla, en 45 millas estaremos navegando en el océano de Frenom, lo cual nos dará ventaja, ya que el Cortés Demo no posee la tecnología que nosotros tenemos para navegar en este.
—¿Habla del TDC? —preguntó otro oficial.
—Sí, del mismo. Este separa las partículas del agua, reduciendo su viscosidad y ayudándonos a ser más rápidos.
—¿Y no teme, señor, que ellos tengan uno también? —interrogó otro.
—Solo se han construido tres: uno está en este barco y los otros dos pertenecen a los barcos del número siete y el número seis.
Estábamos en dirección a la isla cuando recibimos una señal de telégrafo proveniente del Cortés Demo.
—Estamos recibiendo una señal, señor —anunció un oficial.
—¿Qué dice? —pregunté con curiosidad.
—Dice: "Ayúdame y te ayudaré a encontrar a tu abuelo".
En ese momento, todo en mi interior se removió. ¿Ayudarme a encontrar a mi abuelo? Si él había muerto hace mucho tiempo; el único que no creía en su muerte fue mi padre, y murió buscándolo. No quería morir en vano. No obstante, ordené detener el barco y puse a cinco oficiales a vigilarlo durante tres horas. Las horas transcurrieron sin ninguna actividad en el barco; era como si hubiera pasado un desastre.
Entonces les ordené a todos que vinieran a cubierta y les dije:
—Ahora pondré rumbo al Cortés Demo. Los que quieran ir conmigo deben saber que están en peligro de muerte; los que no quieran venir lo entenderé, así que no se preocupen; no obligaré a nadie a seguirme.
Cuando terminé mi discurso, todos en una sola voz dijeron:
—¡A donde usted vaya iremos!
Sonreí y ordené poner rumbo al barco pirata. Cuando estábamos a 35 millas, ordené apagar los motores y apuntar todas nuestras armas hacia él.
—Si ven que nos dan pelea, descarguen todas las armas contra ellos. Y si el barco está en peligro, destruyan el TDC. No podemos permitir que caiga en sus manos.
Mis cinco mejores hombres y yo, armados hasta los dientes, nos montamos en una lancha rápida que nos llevó hasta el barco. Al llegar al casco del Cortés Demo, lanzamos una soga con un gancho que se enganchó en la cubierta. Subí primero; al ver el panorama, ordené a mis hombres que se colocaran las máscaras anti-iris. Cuando todos estuvimos arriba, fuimos testigos de una escena aterradora: todos en cubierta estaban muertos por el hongo Iris, que crecía en los ojos de sus víctimas, alimentándose de su retina e iris hasta matarlas por completo.
A pesar de sus características, esta sustancia era utilizada como droga por muchas personas en el Nuevo Mundo. La sacaban al sol y luego la fumaban. Por su naturaleza, esta droga era considerada la mejor de todas, si es que se podía llamar así, pues aumentaba la fuerza del cuerpo tres veces y facilitaba el razonamiento. Muchos sospechaban que el pirata Jerles consumía esta droga, lo que explicaba su aparente invencibilidad.
Recorrimos todo el barco hasta llegar al camarote del capitán pirata, quien agonizaba al verme llegar. Sonrió y me dijo:
—Sabía que vendrías. Ahora ayúdame y te ayudaré.
Era la primera vez que lo veía, pero me parecía conocerlo de toda la vida; había escuchado muchas historias sobre él.
—¿Cómo te puedo ayudar? —pregunté.
—¡Señor, ayúdalo! Aprovechemos y matémoslo aquí. Esta sería la mayor victoria sobre los piratas que hemos tenido en años —me dijo uno de mis oficiales.
—Smith, no hay honor en matar a una persona indefensa —le respondí.
—Eres igual que tu abuelo —replicó el viejo pirata, aún sufriendo.
—¿De dónde conoces a mi abuelo? —le pregunté mientras apuntaba mi arma hacia él.
—Alcánzamela y te diré —señaló una jeringuilla con un líquido en su interior.
Se la entregué, y rápidamente la clavó en su muslo. En su rostro se dibujó un profundo alivio. Entonces me miró y dijo:
—Tu abuelo está vivo y sé cómo llegar hasta él.
—Mientes. Él murió como mi padre, buscando un lugar que no puede ser encontrado —le respondí mientras algunas lágrimas recorrían mi rostro.
—El último continente sí existe, y tu abuelo está allí.
—¿Cómo lo sabes? —inquirí.
—Lo sé porque yo soy de allí, pero fui exiliado el día en que dejé entrar a tu abuelo.
Mis oficiales y yo nos quedamos perplejos ante esta declaración. ¿Realmente había forma de llegar a Jeshua? ¿Mi abuelo estaba vivo? Mientras nuestras mentes se llenaban de confusión por sus palabras, él continuó.