Parte 1: Introducción al Nuevo Mundo"
NovaTerra era un lugar en el que animales y personas vivían en armonía. Este mundo escondido tenía siete continentes. Los seis primeros continentes estaban dedicados a los animales y su reproducción; estos eran enumerados según su tamaño, desde el más pequeño hasta el más grande. El último continente era el más importante y grande de todos; allí vivían los hombres y mujeres de este mundo, quienes tenían características superiores a los seres humanos normales. Este continente lo nombraban Home. Tenía grandes ciudades, superiores a cualquier ciudad antes conocida. Sus barcos eran capaces de cruzar el océano de Frenom en media hora, y sus autos, impulsados por el sol, eran capaces de volar; pero esto no era necesario, pues tenían naves que surcaban los cielos sin explotar, ya que su combustible era el agua de Feiyul (Hades), el único océano que rodeaba el continente. El agua de este océano era una parte fundamental en sus vidas; ellos la veneraban y siempre la llevaban consigo. Al consumirla, su organismo se adaptaba a todos los cambios en el medio ambiente, haciéndolos inmunes a cualquier enfermedad viral. Debido a lo importante que era en su organismo, no podían sobrevivir sin ella más de 10 días.
Todo era armonía y paz hasta que un día unos extraños encontraron la entrada a su mundo y los descubrieron. Para evitar una guerra, los terranovenses decidieron esconderse en Home y no mostrarse a los extraños. Los extraños, luego de descubrir NovaTerra, se fueron, pero ellos sabían que volverían; así que decidieron transportar todos los animales del primer continente que se encontrarían (Eva) hacia el continente 3 (Camilium). Luego de hacer esto, los terranovenses tomaron la dura decisión de destruir el continente (Eva), igualándolo al mundo conocido en cuanto al nivel de calor. Ellos pensaron que los extraños, al ver esto, volverían a su mundo, pero no fue así. Cuando vieron que estos avanzaban, decidieron cerrar entonces la entrada a Home manipulando su océano Feiyul (Hades) para hacerlo imposible de navegar.
Muchos años pasaron y muchas personas que intentaban llegar a Home morían en el océano. Los exploradores más diestros tan solo llegaban hasta la mitad del océano, y cuando lograban ver la ciudad que estaba al lado de la playa, una niebla muy densa los cubría, terminando ahogados misteriosamente; luego su barco era destruido por las olas y los cuerpos de los exploradores muertos eran arrastrados hacia la orilla de las costas del continente número 6 (Everius).
Un día común y corriente, Juan Cortés salió de pesca con sus dos hijos: Daniel, el mayor, y Jerles, el menor. Sin darse cuenta, se adentraron mucho en el océano de Feiyul hasta que se toparon con un gran barco diferente a los que antes habían visto. Al darse cuenta de que algo estaba mal, el padre comenzó a alejarse, pero no le dio tiempo y el mar se comenzó a agitar. Una extraña niebla apareció, se escucharon gritos en el barco y el padre notó cómo a sus hijos les comenzaba a faltar el aire. Entonces les dijo:
— ¡Salten del bote y comiencen a nadar!
Aunque pareciera una decisión descabellada, era lo mejor, ya que ellos podían respirar bajo el agua de Feiyul. Al consumir tanto esta agua, su organismo era capaz de extraer el oxígeno de ella mediante unas pequeñas branquias situadas en las narices de los terranovenses; esto también evitaba que ellos murieran ahogados. Debajo del agua, el padre, mediante señas, les dice a sus hijos que lo sigan nadando hasta casa. En ese instante, cae un cuerpo de una persona al agua y está viva. El padre y el hijo mayor no se dan cuenta, pero sí el hijo menor, quien, movido por su corazón, no les dijo nada a su padre y hermano, dejando que el extraño, quien poseía una extraña máscara en la cara, los siguiera.
En la orilla, el padre les dice a sus hijos que no comenten lo sucedido con nadie. Cuando se iban, el hijo menor le dijo a su padre:
— Padre, volveré a la orilla a darle gracias al océano de Feiyul por salvarnos.
Su padre lo mira con orgullo y le dice:
— Agradece al gran océano, pero en silencio; no vaya a ser que alguien te escuche y tengamos problemas. —
El joven, al volver, busca desesperadamente en la orilla al extraño y lo encuentra tirado en una esquina de la playa, casi sin vida. Le quita la máscara y se da cuenta de que es similar a ellos; solo le faltan las branquias en la nariz, por eso llevaba la máscara. Pone su mano sobre su pecho y siente que tiene mucha agua de Feiyul adentro. Entonces realiza un masaje en su pecho que ocasiona que el extraño reaccione y toque el agua que lleva dentro, volviendo así a la vida. Luego le da a comer unas hojas mezcladas con agua que le devuelven las energías.
— ¿Cómo te llamas? — le pregunta al extraño, pero en su cara se nota que este no le entiende.
El extraño dice:
— ¿Quién eres? — Al decir esto, instantáneamente el joven entendió en qué idioma debía hablar y le respondió:
— Me llamo Jerles Cortés, de la tribu Suka. Soy un pescador. ¿Y tú de qué tribu eres? ¿Por qué no puedes respirar bajo el océano? —
— Me llamo Jeshua y soy del otro mundo. —
Jerles retrocede asustado, dándose cuenta de lo que había hecho. Teme por su vida, ya que el gran Yafar había dicho que quien trajera un extraño a Home enfrentaría la muerte.
Entonces, con miedo en su interior, decidió enfrentar su situación y le propuso un trato a Jeshua.
— Si estás vivo es porque Feiyul te trajo hasta aquí y no te dejaré morir. Así que haremos algo: yo te enseñaré a ser uno de nosotros. —
El extraño asiente con la cabeza y el joven lo lleva hasta una casa en la playa, donde le da instrucciones para que pueda sobrevivir esa noche y le promete volver al siguiente día. Al día siguiente, el joven le trae ropa para que se vista como los de su pueblo y se lo lleva a dar una vuelta por la ciudad.
Al ver toda esta civilización, el extraño queda sumamente asombrado, pues nunca imaginó tales cosas en su vida. Tanta es su emoción que el joven decide grabar el momento en su reloj. Estas salidas del joven y el extraño a conocer el mundo se hacen frecuentes y se convierten en grandes amigos. El extraño aprendió todo acerca del pueblo, hasta su lenguaje, convirtiéndose silenciosamente en uno más de ellos. Pero había algo que le preocupaba: su familia. Debía hacerles saber que estaba bien, que estaba vivo, pero las leyes de Home no se lo permitían.