Parte 2: El Explorador Negro
Hace un año, mi tío, el número siete, me encomendó la misión de ir tras la Aurora. En mi camino hacia las pistas que él me había dado, me encontré con el pirata Jerles Cortés, quien me contó una historia que me dejó perplejo. Mi abuelo estaba vivo y él sabía cómo encontrarlo.
A lo largo de este año, tuve que mantener al pirata Jerles y su barco en secreto, porque si los siete me descubrían, sería encarcelado. Tuve que seguir buscando a la Aurora mientras, en secreto, trazaba un plan para encontrar a mi abuelo.
Luego de unos meses de mi encuentro con Jerles, encontré una pista que me llevó hasta el escondite de la rebelde. Todos, incluyendo a mi tío, pensaban que ella estaba en el continente de Estheriun; allí fue donde vio la luz su rebelión. Sin embargo, allí no era su guarida.
En Estheriun, en la empresa Fruits Fress, ocurrió una explosión el mismo día y año en que surgió la Aurora. En dicha empresa trabajaba una mujer llamada Aurora Cenak, perteneciente a los ciudadanos de bajo nivel. Ella murió ese día en la explosión, así que no fue ella quien escribió en el muro de la empresa. Sin embargo, tenía una hija de unos 24 años que se llenó de ira al morir su madre, maldiciendo a todos en el hospital.
Entonces seguí la pista de su hija, que se llamaba Anyela. Esto me llevó hasta la sección 2 del continente de Everius, al pueblo de "Le Gran", el cual estaba rodeado por el lago Burek.
No sabía cómo era su apariencia, así que tuve que vivir en el pueblo durante dos meses. Un día, salí a pescar solo en un bote, como solía hacer. Mientras pescaba, recordaba momentos de mi niñez, cuando mi abuelo y mi padre sacaban un momento de su apretada agenda para llevarnos a pescar a mi hermano y a mí.
Estaba solo en un pueblo al que nunca había visitado, ya que mis soldados no podían seguirme en esta misión. En medio de mi soledad, sentí cómo las olas golpeaban mi bote y luego noté que alguien se acercaba a mí con mucha cautela. Cuando intenté darme vuelta, alguien se lanzó hacia mí. Me agarró por el cuello, haciéndome una llave e inmovilizándome rápidamente. No sabía qué decir o hacer; para mi fortuna, quien me atacaba habló primero.
—Te he estado observando todo este tiempo y aunque llevas un disfraz de pescador solitario, sé quién eres.
—No sé de qué hablas —le respondí con el poco aire que pasaba por mi garganta.
—Sí sabes de qué hablo. "Supremo Líder" —me dijo mientras apretaba más mi cuello.
Entonces comprendí que había sido descubierto. Antes de actuar, debía sacarle más información porque en el forcejeo podría matarla.
—¿Quién eres? —le pregunté con el suspiro de aire que me quedaba.
—Soy a quien buscas.
Al escuchar esto, rápidamente actué con las pocas fuerzas que me quedaban. Comencé a hacerle frente intentando zafarme; caímos los dos al agua. La ataqué con mi cabeza hacia atrás y quedó noqueada al instante. Entonces subí rápidamente a su bote y la saqué del agua antes de que se ahogara. Aproveché para amarrarla rápidamente por los pies y las manos. Me percaté de que no respiraba, así que comencé a darle primeros auxilios hasta sacar el agua de sus pulmones. Cuando volvió en sí, me preguntó:
—¿Por qué me salvas si tu misión es matarme?
Con tanta acción, aún no la había mirado a los ojos. Estaba cansado por la pelea; entonces levanté la mirada y me di cuenta de que era hermosa, incluso con su pelo mojado. Sentí algo en mi corazón que frené rápidamente diciéndome a mí mismo:
—"No me puedo enamorar de mi némesis".
Entonces rápidamente le respondí:
—Mi misión es ponerle fin a tu movimiento. Si vas a prisión o te destierran, cumpliría y no tienes que morir.
—No sé si eres tonto o te haces el tonto. Está claro que el número 7 me quiere muerta. Sabe que la única forma de parar el movimiento es así. Él me guarda mucho rencor por haber escrito en el muro de su empresa, sin saber que yo le guardo rencor desde antes por dejar morir a mi madre —me dijo con rabia mientras intentaba soltarse; sin embargo, sus esfuerzos eran en vano, pues la había asegurado muy bien.
—No conoces al número 7, él nunca haría eso.
—Piensas que tu tío es igual a ti —al decir esto, me quedé asombrado; ¿cómo sabía que era mi tío? Nadie fuera de los siete sabía esa información—. Quizás seas diferente, pero el estar entre ellos te hace igual a ellos. Solo piensan en sí mismos mientras las personas mueren. Todo les pertenece y no dejan que nosotros, los de bajo nivel, avancemos en la sociedad por miedo a que sean descubiertas sus mentiras.
Todo lo que me decía tenía sentido. Desde hace tiempo me había dado cuenta de todo esto, pero pensaba que desde adentro podría cambiar el sistema, sin darme cuenta de que en realidad estaba siendo parte de él. Como un títere en una función, hacía solo lo que me ordenaba mi maestro, en este caso, la mesa de los siete.
—El único que trataba con nosotros y nos ayudaba era tu abuelo, pero murió. Mi padre lo estimaba mucho; por eso, convencido por las palabras de tu padre, se fue en una expedición de la cual jamás volvió —al decir esto, corrieron lágrimas por sus ojos, pero no eran lágrimas de tristeza, sino de rabia.
—Si tan solo tu abuelo estuviera vivo, de seguro todo sería diferente —añadió Anyela.
Realmente, mi abuelo trataba mucho con los ciudadanos de bajo nivel. Él los apoyaba y les daba ideas en sus trabajos; se preocupaba por ellos y les mostraba amor. Sin embargo, cuando desapareció, nadie los volvió a tratar igual.
Conmovido por sus palabras, de mi boca salieron estas palabras:
—Mi abuelo está vivo.
—¿Qué? ¿Por qué mientes así? ¿Estás loco igual que tu padre?
Me respondió ella, llena de dudas y sin creer ni un poco en mis palabras.
—Mi abuelo está vivo y estoy trazando un plan para ir a buscarlo —le comenté con determinación.
Pero las dudas seguían en su mente mientras un rayo de esperanza iluminaba su rostro.
—¿Dónde está? ¿Por qué ha estado oculto todo este tiempo?
Luego le conté la misma historia que me había contado el pirata Jerles, y cuando la escuchó, sin pensarlo dos veces, me dijo:
—Cuenta conmigo para ir a buscar a tu abuelo. Aunque he luchado sola todo este tiempo, no he obtenido muchos resultados. Más si traemos de vuelta a Josué, habrá cambios en la sociedad que nos beneficien a nosotros también.
—Aprecio que me quieras ayudar, pero mi tío me ordenó terminar con tu rebelión. Si no le doy una prueba de que cumplí la misión, vendrán otros por ti. Entonces mi plan de recuperar a mi abuelo saldrá a la luz y nos condenarán a todos.
—Tu tío quiere una prueba y se la daremos...
Tiempo presente:
En el edificio de los siete se encuentra Noah esperando una audiencia con su tío. En sus manos lleva una extraña bolsa de color negro. Entonces se escucha una voz femenina que dice:
—Supremo Líder, el número siete lo espera; puede pasar.
Se abre una puerta automática y Noah entra. En el interior está sentado el número siete, sonriendo mientras ve a Noah pasar.
—Sabía que podía contar contigo, sobrino. Dime que en esa bolsa traes la cabeza de la Aurora —el número siete decía estas palabras mientras caminaba hacia Noah, burlándose de la rebelde.
Noah se percató de que las palabras de Anyela eran ciertas y su tío no era quien él creía que era.
—Sí, tío, aquí está su cabeza.
Una risa malvada se dibujó en el rostro del número siete. Noah se asustó, pues nunca lo había visto así.
Tomando la bolsa, sacó la cabeza y al verla sonrió y comenzó a decirle cosas a la cabeza mirándola a los ojos:
—Pensaste que tú sola ibas a acabar con esta sociedad; qué ingenua fuiste. Ahora tus seguidores sufrirán tu mismo destino.
Entonces puso la cabeza en la bolsa, la tiró al piso y comenzó a darle patadas. Noah estaba atónito, sin saber qué hacer, entonces le dijo:
—Tío, ¿ya me puedo ir?
Su tío reaccionó y le dijo:
—Si luego te contacto, toma unas vacaciones.
Noah se marchó y dejó a su tío dándole patadas a la cabeza de la rebelde. Cuando salió del edificio, una persona encapuchada comenzó a seguirlo y, cuando estuvo cerca de él, le preguntó:
—¿Te creyó?
—Sí, creyó que era tu cabeza.
—¿Y ahora a dónde vamos?
—Iremos a una base secreta llamada la Pirámide, en el continente Camilium...
Así reinicia la aventura de este hermoso libro. Espero que lo sigan leyendo. Dios me los cuide y bendiga. ¡Tíos!