Josué había quedado impactado con el juicio que acababa de presenciar. Habían condenado al destierro a la única persona que conocía en ese nuevo continente que llevaba su nombre. Bueno, eso es lo que él pensaba hasta que conoció la cultura y las costumbres del lugar.
El gran Yafar cumplió el veredicto del juicio y, luego de dos días en prisión, el líder de Home le dio personalmente a Josué una casa con todas las comodidades.
—Perdón por hacerte esperar, debíamos preparar un lugar para ti. Esta es tu casa. Puedes andar libremente por toda la ciudad. Todos te tratarán como si fueras uno de nosotros. ¿Tienes alguna pregunta?
Sin saber qué decir, Josué solo pensaba en sabía que Jerles se había sacrificado por él y no podía dejar que ese sacrificio fuese en vano.
—Gracias.
Solo dijo esa palabra, pero en su mente comenzó a idear un plan para salir de allí y reunirse con su familia.
Los años pasaron, y Josué comenzó a descubrir más secretos de Home. Conoció su historia y se adentró tanto en su cultura que, por momentos, se sentía parte de ellos y no deseaba volver atrás.
Lo único que guardaba de su antigua vida era una fotografía dentro de su viejo reloj, en la cual estaban sus nietos, sus dos hijos y él.
Un día, conducido por César Keturim, un amigo que había hecho con el tiempo, conoció el mayor de todos los secretos de Home. En el centro de Home estaba la razón por la que Feiyul era tan poderoso: había un fragmento de un meteorito que brillaba con un tono amarillo oscurecido y al que se le atribuía el poder del océano.
El lugar, solo de verlo, parecía mágico. Nadie podía acercarse a él ni siquiera tocar el suelo de dicho lugar. Solo una persona era digna de hacerlo, y ese era el gran Yafar.
Debido a la seguridad del sitio, Josué solo pudo observar esta maravilla por unos pocos segundos, pues tuvieron que salir corriendo antes de ser descubiertos.
Ya en un lugar seguro y lejos de allí, Josué le preguntó a César:
—¿Qué es ese lugar? ¿Y por qué es el más seguro de todo Home?
—Somos quienes somos hoy gracias a ese sitio que viste. En el centro está el poder del agua milagrosa. Se cree que si alguien toca el meteorito, será el fin del mundo.
—¿Y cómo sabes eso? No deberías ser tan dramático.
—La profecía de los Orígenes lo dice —respondió César con total seguridad.
En ese momento, Josué, quien a pesar de haber llegado a Home siendo adulto se sentía más fuerte que nunca, se tocó la muñeca y se dio cuenta de que su reloj se había caído.
—César, perdí mi reloj cuando veníamos corriendo.
César, alarmado, respondió:
—Si tu reloj cayó en el complejo, estamos perdidos.
—Debemos regresar a buscarlo. Es el único recuerdo que me queda de mi casa —dijo Josué, preocupado.
—Si volvemos allí esta noche, tu reloj no será nuestro mayor problema. Volvamos mañana u otro día, pero hoy vayamos a casa.
Aunque le costó aceptarlo, Josué cedió y se marcharon.
Unos minutos después, se pudo ver cómo un Cheirchur, que custodiaba el lugar donde habían estado, encontró el reloj. Como nunca había visto algo tan anticuado, lo guardó en su bolsillo sin saber qué era.
Al día siguiente, en la mañana, cuando fue a Feiyul a tomar el agua matutina, a modo de ofrenda, lanzó el reloj lo más lejos posible. Pero el reloj no llegó al fondo del océano, sino que fue arrastrado por una fuerte corriente hasta una playa en Everius, donde quedó escondido en la arena hasta el día de hoy.
Esa misma noche, Josué y César volvieron al lugar, pero no lo encontraron. Intentaron la búsqueda la siguiente noche y así por tres noches seguidas, hasta que Josué se dio por vencido y no regresó jamás.
La vida de Josué en Home era un poco agitada. Pasaba el tiempo aprendiendo y trabajando en un muelle. Como ya no tenía su reloj para recordar a su familia, terminó olvidándola.
Sintiéndose solo, formó una nueva familia en Home junto a una mujer llamada Ana Keturim, la hermana de César, con quien tuvo un hijo al que llamó Moisés. Tener un hijo a su edad lo conmovió, pero luego entendió que consumir tanta agua de Feiyul le había devuelto la juventud a su cuerpo.
En el presente...
Cuando entran a la base Pirámide, se encuentran con Jerles Cortés tirado en el suelo, desmayado. Noah corre a ayudarlo. Anyela y Kevin están abrumados, pues no saben quién es Jerles ni por qué Noah está tan desesperado por salvarlo. Más aún, viendo la angustia de Noah, corren a ayudarlo.
—¿Qué le sucede? —pregunta Anyela.
—Ha pasado mucho tiempo sin agua de Feiyul. Dame tu mochila, en ella guardé dos termos con agua que le ayudarán hasta que lleguemos a Feiyul.
Anyela se quita rápido la mochila y le da los termos. Noah saca una dosis de los termos y la inyecta en el cuello de Jerles. Este reacciona rápidamente y agarra por el cuello a Noah. Kevin y Anyela se alertan e intentan atacar a Jerles, pero Noah les hace una señal con la mano. En ese momento, Jerles reacciona y dice:
—Cada vez es peor, necesito entrar en el océano.
—No te preocupes, ya traje a mi hermano.
Noah se levanta y les presenta a su hermano Kevin y a Anyela. Al saber quién era Anyela y lo que había hecho el tío de Noah, Jerles dice:
—Aquí estamos, cuatro rebeldes contra el imperio más grande de todo Tritáium. Esta aventura no me la quiero perder.
Luego de planificar su próxima misión, Jerles sonríe y toma un mapa en sus manos.
—Mañana saldremos a las cuatro y media de la madrugada cuando salgan los barcos de los mineros hacia Pablumm —dice Noah a sus compañeros, a lo que Jerles lo interrumpe.
—Capi, hay un pequeño problemita. Mi barco no pasará como un barco de mineros. Cuando te dije que le di una manito de pintura, no especifiqué bien... El barco es más llamativo ahora.
—No te preocupes, ya pensaremos en algo. Vamos a descansar, solo nos quedan cinco horas de sueño.