El continente número 13

Capítulo 7: Venganza 1

Un pequeño grupo de siete personas avanzaba bajo una tormenta de nieve. Todos caminaban juntos, hasta que una de las mujeres se separó del grupo.

—¿Dónde está Eva? —pregunta desesperado Camilo.

Camilo comienza a mirar en todas direcciones en busca de su esposa. En ese instante se da cuenta de que su grupo ha desaparecido bajo la nieve.

Asustado, corre hacia donde cree que está Eva y la encuentra tirada en la nieve, casi cubierta por esta. Al intentar reanimarla, se percata de que en su cuello hay una especie de dardo tranquilizante.

Se asombra y, justo cuando va a quitarle el dardo, le disparan otro desde entre la nieve. No alcanza a reaccionar y cae sobre su esposa.

Segundos después, se puede ver cómo dos personas los arrastran hacia unas cápsulas. Los introducen en ellas y las cierran. Un líquido similar al agua comienza a fluir en el interior, congelándolos.

Con la ayuda de otras personas, las cápsulas son cargadas en una especie de nave que se sumerge en el océano helado y desaparece.

Años después...

—A pesar de ser del otro lado del muro, Josué ha demostrado su compromiso con Home.

—¿Qué me quieres decir con esto, amigo mío? —pregunta Orfer, hijo del Gran Yafar.

—Sabes que tu padre estima mucho a Josué. Gran parte del pueblo no está de acuerdo con que él esté en Home, porque no pertenece aquí. Si logras hacer algo que lo incrimine, tu padre será cuestionado y tú podrías tomar su lugar en el reino. El pueblo te apoyará y yo me encargaré de que lo haga.

—Daniel, tienes razón. Pero ¿qué puedo hacer para que Josué falle? Es un hombre íntegro y de buen corazón.

Daniel era hermano de Jerles Cortés. Al perder a su hermano en el exilio, desarrolló un odio profundo hacia Josué. Aunque su padre le pidió que lo olvidara, Daniel elaboraba en secreto un plan para traer a su hermano de vuelta. Con el tiempo, se hizo amigo del hijo del Gran Yafar, quien deseaba el trono más que respetaba a su propio padre.

—Orfer, investigaré y veré qué puedo encontrar para incriminar a Josué y que tu padre tenga que intervenir.

Daniel se paseaba por el castillo del Gran Yafar como si fuera su casa. Gracias a su amistad con el príncipe Orfer, logró ganar la confianza del Gran Yafar.

Aun así, había dos lugares a los que Daniel no podía acceder: la recámara del Gran Yafar y el sótano del castillo. Solo podían entrar dos personas: el Líder de los Sabios de Home y el Gran Yafar.

Daniel sabía que si quería encontrar algo incriminatorio, tendría que estar en uno de esos dos lugares. Después de pensarlo muchas veces, logró escabullirse entre las sombras durante una fiesta y entrar a la recámara.

Dentro de ella buscó algo sospechoso, pero no halló nada... hasta que se percató de que había un espejo de dos metros y medio de alto, desde el suelo casi hasta el techo. Lo examinó por todos lados y notó un pequeño cuadrado en uno de los laterales. Al tocarlo, se hundió en la pared y se escuchó un sonido extraño. Segundos después, el espejo se abrió como una puerta.

Asombrado, Daniel susurró:

—Aquí debe haber algo que me ayude a recuperar a mi hermano.

Entró y la puerta se cerró tras él. Notó que podía observar la recámara desde detrás del espejo. También había otro cuadrado pequeño que abría la puerta desde dentro.

A unos dos metros de la puerta, encontró una escalera que conducía a un nivel inferior. Al bajar, tropezó con una losa que encendió las luces.

Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, se asustó tanto que cayó al suelo. Frente a él había varios esqueletos humanos.

Cuando se calmó, los examinó detenidamente y descubrió que estaba frente a los restos de todos los líderes que en la historia de Home habían sido el Gran Yafar.

Buscó por toda la habitación, pero no encontró nada que sirviera para su venganza. Unos cuantos esqueletos familiares no eran algo raro en Home; desde los Orígenes se conservaban los restos de los líderes, aunque nadie sabía dónde... hasta ahora.

Aun así, eso no era suficiente. Necesitaba algo más comprometedor. Solo quedaba explorar el sótano del castillo.

Cuando iba a salir por el espejo, notó que el Gran Yafar estaba conversando con alguien más en la recámara. Por más que se esforzaba, no podía escuchar, solo observar los gestos. La otra persona llevaba mascarilla sanitaria.

Entonces observó sus ojos: uno era verde y el otro azul.

Sin darse cuenta, Daniel se acercó demasiado al espejo y se golpeó, produciendo un sonido audible.

La persona con el Gran Yafar se alarmó:

—¿Qué fue eso?

—No te preocupes, a veces las paredes suenan —respondió confiado.

—¿No revisarás?

—He entrado muchas veces buscando la causa. Algunas paredes de cedro vibran y hacen sonidos como ese. Nadie ha oído lo que acabas de decir.

El sujeto salió de la recámara y entró al sótano, del cual no volvió a salir. El Gran Yafar se quedó observando el espejo con curiosidad.

Daniel se atemorizó, creyendo que lo habían descubierto. El Gran Yafar se acercó tanto al espejo que estuvo a punto de tocar el cuadrado... cuando entró una de sus hijas:

—¿Padre, qué haces?

—Nada, pequeña. Solo estaba observando mi cabello —respondió, y se giró hacia ella—. ¿Qué deseas hacer, hija?

—¿Me ayudarías con algo? —preguntó con cara adorable.

—Por supuesto, hija mía. Vamos.

Ambos salieron y se alejaron. Minutos después, Daniel salió aterrado, pero al intentar abrir la puerta se percató de que estaba cerrada con llave.

Era tarde, y nadie podría sacarlo de allí... hasta que sucedió lo inesperado: la puerta de la recámara se abrió y las luces se apagaron. Entraron el hermano menor del príncipe y su esposa, quienes se tumbaron en la cama del Gran Yafar.

—Esto me pertenece —le decía a su esposa mientras la besaba—. Mi hermano cree que el reino será suyo, pero yo estaré esperando su caída para resurgir de las cenizas.



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En el texto hay: tristeza, amor, odio dolor

Editado: 14.07.2025

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