Llevo como tres días en el hospital, de seguro no saben qué hacer conmigo, no tengo parientes o algún amigo que quiera llevarme a su casa o algo parecido, pero todo cambia cuando un hombre un poco bajo con traje algo formal y cabello café grisáceo entra.
— ¿De casualidad tú eres Axel Montgomery? —me pregunta inspeccionando la habitación moviendo una carpeta verde que tiene en sus manos.
— Si lo soy, ¿pasa algo malo? El doctor me avisó que vendría un experto, pero no me dijo que sería en estos momentos.
— Buenas tardes, Axel, me llamo Griffin Morgendorfer —se presenta como si fuera un maestro a los alumnos de un nuevo grupo, ignorando lo que dije después de confirmarle mi nombre—. Seré tu nuevo asesor para la academia Mayura, vine aquí cuando tu doctor me notificó sobre tus análisis.
— En primer lugar, no me siento nada mal para que me lleven a otro lugar. Y en segunda, no sé a qué academia se refiere, que yo sepa no hay ninguna en toda Virginia llamada así.
— Sí existe y está a las afueras de Woodendale y Racyn City, digamos que tiene cierto grado de exclusividad, para personas como tú —en este punto estoy igual de confundido que antes, no sé a lo que se refiere con que pertenezco a un lugar con personas como yo, pero ¿con que tipo de personas se refiere? Al ver que estoy muy confuso agrega—. Para contingentes como tú.
— ¿¡Qué!? Es imposible, yo soy solo un chico promedio —le confieso más confundido que nunca. Lo único raro es que pueda ver perfectamente, de lo demás todo es más que normal, eso y que soy la persona menos propensa a ser un contingente, sería rarísimo que un día despierte siendo uno. Cuando vuelvo a verlo tiene mi escultura azul muy pequeña que hice hace mucho—. ¿Qué le hará? Eso no es de su propiedad
— Eso sería una pena, muchos rogarían por tener poderes, y mucho más para acceder a la academia, pero solo eres una persona normal para nada interesado en ser un contingente, así que tirare esto y me iré.
— ¡Oye, eso es mío!
Corro lo más rápido hacia mi preciada estatuilla y pasa algo que no me imaginaria en un día normal. Me doy cuenta de lo que pasa. Todo en mi entorno se vuelve lento, llego a mi escultura, que está a centímetros del cesto de basura, caminando y dejando una estela color azul. Del mismo color que la luz de aquel aparato ¿será eso a lo que se refería el doctor? Parece que lo he hecho yo, he parado el tiempo, bueno, al correr soy tan rápido que da la ilusión, no puede ser real. Toco la pequeña estatua y al parar al mismo tiempo, todo vuelve a la normalidad. No ha pasado ni un segundo. Antes de hable me paro al frente de mi cama muy confundido y solo logro decir:
— ¿Qué me pasa?, de seguro me volví loco.
— Eres un contingente, eso es lo que pasa, eres un velocista para ser concretos, y muy excepcional por lo que veo. Hace mucho que no se presenta un contingente como tú.
— Pero...
— No hay tiempo el tren sale en una hora ya estamos retrasados —me explica de la manera más refinada y como si no pasara nada, acabo de descubrir que tengo poderes, no hace el más mínimo intento de hacerme sentir mejor o siquiera explicarme bien lo que está pasando—. Recoge tus cosas para poder irnos de aquí, llegando a tu habitación te cambias.
Soy un contingente. Eso lo cambia todo. Nunca me imaginé ser uno de ellos, nunca di positivo para ser un contingente. Sé que dejaré la vida que tengo para ser entrenado y aprender a controlar mis… poderes. Es muy raro y complicado de solo pensarlo. Nunca pensé que esto pasaría, pensé que siempre tendría una vida normal con un trabajo normal y amigos normales sin tener ningún problema de este tipo.
Sigo cada indicación que hago ciegamente al no saber qué más hacer, por lo que me dijo Griffin, mi departamento está vacío por mi larga ausencia, mi mejor amigo sigue sin saber que existo y oficialmente mi tutela pertenece a la academia Mayura, claro que nadie me preguntó nada acerca de esto. Siempre he sido un chico normal, justo como todos, tal vez fue la explosión quien causo todo esto, como lo indico la mujer misteriosa. Durante todo el viaje no hago más que pasar el rato leyendo intentando imaginar que es lo que sigue sin afecto alguno, conozco a muchos que quisiera que les pasara lo mismo, la mayoría sé que son fanáticos de los contingentes y los superhéroes de los comics, libros y películas; pero yo no soy ellos, ahora soy un contingente, estoy seguro que dejaré mi antigua vida atrás, como la chica de un comic que me gusta. Cuando el taxi llega a la estación de tren agarro mis cosas bajándome y yendo por la ruta que tiene Griffin para llegar a la estación de tren casi vacía, solo hay algunas personas esperando que llegue su tren o comprando comida en las tiendas de abarrotes o en la típica tienda de regalos, incluso hay una farmacia de RedCell donde afirman que van a dar un anuncio importante en algunos días. Por suerte, el tren llega en poco tiempo para no tener que hablar incómodamente con Griffin, debo saber qué es lo que soy antes de que alguien más me lo diga.
Paso el resto del viaje encerrado en mi camarote, saliendo únicamente para comer. Paso los 2 días en tren leyendo y jugando videojuego, y sobre todo mi nueva “habilidad”, es muy curiosa y por lo que he leído en informes mi poder es todo menos común y la última persona con registros oficiales, a excepción de mí, que tuvo mis poderes murió hace más de 50 años. Mi poder es difícil y sencillo a la vez, difícil porque es poco común y no hay tutoriales, y sencillos porque se puede aprender a utilizarlos en menos tiempo que otros poderes. Puedo avanzar rápido cada vez que desee o que para mí sea necesario y aparece una estela de luz azul claro por donde avanzo, siempre que use mis poderes; Griffin me ha dejado muy claro que no puedo viajar en el tiempo como en películas, y de poder hacerlo no lo intente por ninguna razón si no quiero provocar un apocalipsis, o el segundo en este continente. Cada vez que descubro algo nuevo lo anoto en una libreta para recordarlo cada día en mi nueva escuela, una escuela para gente como yo. Soy un contingente. Es eso a lo que se refería Griffin, de que soy alguien único y excepcional. Mi poder es genial a mi parecer y puedo hacerlo cuantas veces pueda. Es el martes más colorido que lo usual y mientras todos están felices, no puedo disfrutarlo por las dudas que me invaden sobre mi futuro y mis poderes. Antes de la comida que hacen a las cinco, no recibo un mensaje, en cambio, las bocinas emiten una pequeña canción para anunciar que después de tantas horas vamos a llegar a la siguiente parada