Normalmente veo los sueños como mezclas entre la realidad y lo que queremos realmente o algo por el estilo. Este sueño es algo raro. Estoy en mi otra escuela, pero en buen estado. Antes de que las paredes se derrumbasen y que todo estallara. Las luces están prendidas por lo que logro caminar en los pasillos cuidando de que no me caiga. Entonces suena algo que suena como un grito de dolor. Camino por el pasillo a la derecha, donde el grito aumenta cada vez hasta que se materializa. Es John. Esta como a 10 metros de mí y me mira fijamente. No expresa ni miedo ni enojo. Solo está parado.
— ¡Tú! —grita John con rabia en su mirada—. ¡Me abandonaste!
— No lo hice.
— ¡Lo hiciste!, ¡me tiraste como basura!
Empieza a correr y yo lo sigo. Mientras corro por los pasillos, a los lados todo se desmorona y caen al suelo pedazos de vidrios y cemento. John finalmente para y me mira con tristeza.
— Nunca me volverás a ver, no me visitaste en el hospital.
— No tuve opción.
Todo estalla y vuelvo a la realidad realmente asustado, se sintió muy real ese sueño; con ver a Trevor dormido profundamente me alegra saber que en ningún momento grité mientras soñaba. Son las 7 en punto en la mañana, aún falta una hora para iniciar con mi primer día de clases, podría ducharme para dar una buena primera impresión y estoy muy sudoroso por ese terrible sueño y no haber tenido la oportunidad de bañarme en una semana. Tal vez debí haberlo ayer, pero me quito la ropa para bañarme descubriendo muchas cosas que no noté por no tener un espejo. Tras darme una relajante ducha de veinte minutos para prepararme antes del primer día, noto que he cambiado mucho, y no, no me refiero a la altura y al largo del cabello, a pesar de no haber hecho nada en 8 meses ahora tengo una musculatura más desarrollada como los deportistas de mi antigua escuela, en vez de un abdomen flácido y con poco músculo como antes. El color de mi cabello ha variado también, sigue siendo castaño en gran parte, siendo lo diferente las puntas del cabello con un tono mucho más claro de lo usual; no me quejo de estos cambias, me veo mejor que antes físicamente hablando y dejando de lado la aceptación personal y todo eso puedo decir que este si es un gran cambio que necesitaba. Entonces llego a lo que no puedo explicar cómo llegó ahí, una marca que tengo en la parte superior de mi brazo derecho. No creo que me hayan tatuado o sea una marca de rescate, no hay ninguna imperfección en la piel dentro de esa marca. Se conforma de dos partes que coinciden muy bien entre ambas, como un ying y yang, la parte más grande y plateada está hecha de una figura similar a varios triángulos isósceles que se combinan en sus picos como si fuera un grupo de reflectores que apuntan hacía diferentes lados formando la mitad de un óvalo; la segunda parte es inversa a la otra, no solo está invertida, es de un tono negro y un tamaño más pequeño. Podría investigar luego, no creo que sea fácil encontrar el significado de la marca, jamás la había visto.
Agarro una playera blanca con franjas negras, unos jeans, una chaqueta de cuero azul y unos tenis negros. Encuentro mi mochila en el fondo del ropero y echo todos los libros y cuadernos adentro, todo mientras Trevor se cambia con lo primero que encuentra y sacando algunos libros de su mochila.
— No te preocupes si no encajas hoy, el primer día suele ser desastroso, en mi casi le dije maestro a un compañero, no me volvió a hablar nunca —me da ánimos especiales usando su experiencia personal que me hace reír involuntariamente.
— Gracias por el consejo, todos saben que soy el “nuevo” y con la presentación de “el chico que sobrevivió a un atentado”
— Créeme que es mejor que ser el más odiado.
Caminamos juntos a nuestra primera atrayendo la mayoría de las miradas de toda persona que esté en los pasillos, algunos muestran indiferencia, otros una clara admiración e interés y pocos muestran un odio por mi presencia.
La primera clase del día es literatura, una clase en donde destaco fácilmente, en mi antigua escuela era normal exentar en cualquier examen por darle una reseña de cada libro que leía analizándolo y relacionándolo con lo que aprendía en ese momento. Este lugar me sigue sorprendiendo como nunca, mostrando cada vez más que esta escuela es muchísimo más grande que la universidad. El salón de literatura tiene por lo menos 6 metros de altura y es muy tecnológico, con proyectores que he visto en instalaciones del gobierno y pantallas que se doblan como una hoja de papel. Es genial.
Todo acaba cuando un grupo de 7 chicos vestidos de negro y con el mismo peinado se acercan a mí. Me doy cuenta de que incluso llevan la misma ropa. El que creo que es el líder se me acerca y dice.
— Eres el del accidente.
— Sí, muchos me han dicho eso —digo con el tono más amable que puedo.
— El único problema eres tú y los de tu clase, los AR —me acusa como si fuera un problema haber obtenido poderes y no nacer con ellos.
— ¿Y crees que estuve en un atentado y obtuve poderes a propósito para molestarte? No hay porqué humillar a nadie con eso, son cosas que…
— Mentiroso —me interrumpe siguiendo con el mismo argumento invalido, si lo va a hacer que lo haga con argumentos menos gastados—. Los AR son un mal intento fallido en imitarnos, son muy inferiores.
— Entonces ya se pueden largar a otro lugar —les digo en tono hostil—. Porque aquí no hace falta una pelea provocada por ustedes.