Algunos sueños son raros, mientras que otros nos representan a nosotros y a nuestros temores y esperanzas. En mi caso, los sueños son advertencias o sobre mis mayores temores. En este sueño es todo lo contrario. Me encuentro en una versión anime de la cena, pero en vez de que sea lo mismo que recuerdo, solo estamos Hannah, su padre y yo. En todo el lugar no hay ninguna persona, animal o cualquier cosa digital; es como si estuviera sin comunicación. De repente, Hannah se acerca y nos besamos. Al principio no pasa nada raro, hasta que aparece el imbécil de Noah. Tiene una llave, pero no de las comunes; son de las llaves para los juguetes bailarines, de esas que se insertan en un agujero y le dan cuerda al juguete. Espero que no me clave eso. Cuando esta atrás de mí, la mesa gire, y le inserta a su propio padre la llave. La da 4 vueltas y la saca. De la nada, el padre me mira fijamente, como si fuera un robot. El inicia a gritarnos como la noche de la cena, y detrás de él, Noah suelta unas carcajadas horribles. Algo interrumpe mi sueño, es Trevor. Todos gritan excepto yo, pero Trevor parece más preocupado.
— Despierta, Axel, pasa algo raro. ¡Despierta de una vez!
Como si me hubieran dado una bofetada, me despierto con un grito, y después lo veo. Estoy flotando en el aire, estoy levitando arriba de mi propia cama junto con unos cuantos objetos alrededor
— ¿Qué está pasando? —digo muy horrorizado, creo que mi suerte ha acabado.
— No lo sé. Llegué y de pronto todo empezó a levitar, incluyéndote.
Trato de bajar, pero es casi imposible. Es como tratar de que un objeto ligero se hunda en el agua por sí solo, es imposible. Trevor trata de bajar todos los objetos, aunque le resulta imposible.
— Si tú lo estás haciendo puedes deshacerte de todo eso. Solo piensa que no estas flotando.
— Eso trato.
— Concéntrate más.
Pienso desesperadamente de deshacer la situación. Solo pienso es estar pisando tierra, que estoy caminando en mi cuarto, y con todos los objetos en su lugar. Después de un rato hace efecto, ya que caigo en mi cama y los objetos regresan lentamente en donde deberían estar. Después de un rato de silencio soy el primero en interferir.
— En primer lugar, ¿no estabas en un viaje en Detroit? Y, en segundo lugar, ¿esto es normal?
— Solo me iba unos días, pero no pasó nada, solo una visita familiar. Y, no, eso no es normal en absoluto. Jamás he visto que algo así ha pasado, solo nos queda ir con la directora.
— Sin dudas es algo raro. Yo diría que tu caso es único, jamás se ha visto algo así, o que se haya registrado en los últimos 20 años —es lo único que concluye la directora—. Tendré que sacarte una prueba de sangre para saber cuál es el problema. De momento seria todo.
De pronto llega una enfermera con un kit de emergencia para sacarme una “pequeña” muestra. Saca una gran aguja, lo cual me aterra mucho. Desde niño le he tenido mucho miedo a las agujas; y no es por nada, oí que un tipo en Japón tuvo una infección por un pequeño pedazo de una gran aguja que se rompió es su trasero. Trato de no sacar a la luz que no soporto siquiera ver una pequeña aguja. La enfermera saca un pequeño tubo de plástico y una mini manguera. Después de limpiar mi brazo con un algodón y lo que creo que es yodo, conecta el tubo con la manguera, y a la vez con la aguja. Me coloca un torniquete, y empieza a golpear el tubo de plástico, seguramente para ver si aguanta el contenido.
De pronto, inicia a acercarme la aguja mientras trato de no desmayarme. Siento como la aguja entra en mi piel. Ahora que lo veo, no duele tanto como pensé, creo que no duele tanto. Sin dejarme reaccionar, la enfermera saca rápidamente la aguja haciéndome sacar una pequeña lagrima de dolor.
— No dolió nada, ¿verdad?
— En absoluto, no dolió nada —sí dolió mucho, solo lo digo por cortesía.
La enfermera retira lentamente la aguja para seguir con el dolor. Después de eso inicia a guardar todo, no sin antes quitarme el torniquete. Noto como guarda mi muestra de sangre con gran cuidado y después cierra su maletín y se va. En el justo momento en que la enfermera se va, la directora saca el pequeño cubo raro de un cajón y me lo entrega con una expresión de derrota
— Axel, desafortunadamente no se encontró ninguna muestra o huella de quien lo dejo en tu habitación, como sería inútil mantenerlo para hacer más pruebas, necesito saber si quisieras conservarlo.
Me tomo un poco de tiempo para decidir. Lo más probable es que sea algo relacionado con mi padre por las iniciales, aunque no sé si tener algo relacionado con mi padre es bueno, ya que mis únicos recuerdos que tengo de él son sobre sus intensos castigos y sus excusas de ser muy controlador. Pensándolo mejor, el ya no está aquí para atormentarme; ese cubo seria como un trofeo de ser libre de sus exigencias.
— Si quisiera conservarlo, ya sabe, para recordar que tengo que tomar más precauciones.
Me lo entrega y salgo de la oficina. Cuando salgo encuentro a Trevor y a Hannah juntos en la puerta, por sus expresiones noto que están muy incomodos, después de todo salieron hace años y no terminaron de la mejor manera. Por un lado, el aspecto de Trevor es algo descuidado, con los pantalones con la tela rasgada en la zona de las rodillas y con el cabello todo despeinado; por el otro, Hannah está totalmente diferente y con la ropa y peinado meticulosamente ordenados, lleva el cabello recogido en dos colas de caballo y con una falda color rojo, una blusa blanca, y botines de un rojo más oscuro. Trevor es el primero en Hablar:
— Hey, Axel, quería saber si quieres ir al arcade con Jayden. Hay descuento de 50% los sábados de este mes
— Trevor, seria genial, pero hay voy al café con Hannah. Cuenta como…—en este momento no sé con qué palabra continuar.
— Es la segunda, eso creo —dice Hannah—. Lo siento, Trevor, pero como pareja debemos pasar más tiempo, espero que puedas entendernos.