El Contrato de las Almas Ⅱ

‒Raquel, despierta‒ dijo Sebastian golpeando suavemente sus mejillas ‒vamos Raquel no me hagas esto‒ repitió aumentando la intensidad en cada palpar.

Varios escombros los rodeaban, el edificio había caído sobre ellos, Sebastian la jalo a Raquel hacia donde él estaba usando su lanza como arpón en el último instante en un intento por protegerla de la caída, chocando juntos contra los pisos inferiores, mientras las grietas se extendían, los escombros les caían sin piedad alguna, el temblor nacido de alguna parte del mundo bajaba su intensidad mientras todo a su alrededor retumbaba como si del peor terremoto se tratara.

Al caer a los pisos inferiores Sebastian uso su cuerpo para absorber el impacto provocando que Raquel saliera expulsada unos metros lejos de él, el edificio seguía moviéndose con una decadencia temerosa, no existían salidas visibles y en cualquier momento el edificio se derrumbaría sobre ellos, Raquel se acercó a Sebastian arrastrándose entre un montón de piedras, muebles y todo material que caía, una vez junto a él intentó tirar de su cuerpo malherido tratando de alejarlo de los escombros que intentaban aplastarlos.

‒¡Sujétate!‒ grito Sebastian mientras una de las paredes junto a ellos se inclinaba en su dirección.

Sebastian levanto la daga de forma horizontal rezo una plegaria y esta incrusto en la pared junto a ellos y la pared que se inclinaba peligrosamente sobre ellos, ambos se refugiaron en un espacio triangular de unos escasos metros formado por ambas paredes, no resistiría mucho se podía escuchar el crujir de la piedra y el chillar del acero acompañado de los cascajos que se acomodaban uno encima de otro, no se podía estimar que tan destruido estaba todo, aunque algo que si era cierto, el improvisado refugio no resistiría mucho.

‒Tranquila‒ dijo Sebastian en el instante que Raquel reacciono ‒Estamos bien, tranquilízate un poco‒

Sebastian miro a todos lados, no había abertura ni rendija que condujera al exterior y la única arma que podría hacer un agujero a las paredes estaba amarrada en su estuche tras su espalda difícilmente de alcanzar y maniobrar, si retiraba la daga todo el peso que cargaba la pared inclinada se vendría sobre ellos.

Raquel respiraba errante estaba asustada y tenía el cuerpo cubierto por una fina capa de polvo acompañado de manchones rojizos propios de su sangre provocados por los varios cortes durante la caída.

‒Debemos avanzar hasta donde podamos, esto no resistirá mucho‒ acompaño Sebastian mientras intentaba levantar el rostro de Raquel con cuyos ojos apretaba con fuerza ‒vamos Raquel‒

Le tomo unos segundos, pero Raquel detuvo el temblor de su cuerpo, no decía nada a causa del miedo que había helado su ser.

‒¡Sara!‒ dijo volviéndose a Sebastian ‒¿Do… dónde está Sara?‒ dijo recordando que se habían separado ‒tenemos que encontrarla‒ dijo errática.

Apenas se escuchaba algo que proviniera de afuera, una mezcla de gritos pidiendo ayuda y varios llantos desconsolados.

‒Necesitamos salir primero‒ Sebastian sonaba intranquilo ‒no puedo usar mi lanza y mucho menos la daga, ya que es parte del apoyo principal y las runas son peligrosas en esta situación– trato de tranquilizarla ‒Sara debe estar bien ella no cayó como nosotros‒

‒¡Sara!‒ grito Raquel ‒¡Sara!‒ tenía que escucharla, saber que su amiga estaba bien.

‒Raquel cálmate‒ le sujeto Sebastian con firmeza ‒entiende que debemos salir ahora‒

Raquel dejó de insistir al notar que la pared sobre sus cuerpos empezaba a tener grietas como si de las raíces de un árbol la consumiera, ambos se arrastraron varios metros entre los escombros, la pared sobre ellos les proporcionaba un corredor hacia algún lugar, debían seguirlo alejarse lo más pronto del derrumbe.

La luz escaseaba mientras Sebastián dibujaba en las paredes varias runas grandes a las que acompaño con una plegaria ‒lux‒ dijo al final de cada una, la tenue luz que les proporcionaban ayudaba a alejar la incertidumbre de lo que había adelante, ambos se movían se arrastraban guiados por el ruido del exterior que se hacía cada vez más notorio.

‒Estamos cerca– dijo en voz baja Sebastian con algo de dificultad para abrirse paso.

La oscuridad los rodeaba mientras ellos dejaban detrás de sí un camino de runas fulgurantes.

Raquel gateaba detrás de Sebastian cuando se detuvieron para crear una nueva runa que iluminaria el pasaje, fue en ese descanso cuando Raquel sintió en sus manos algo cuya consistencia era pegajosa y de olor ferroso, cuando Sebastian termino de conjurar la plegaria, Raquel pudo ver que era aquella sustancia, descubriendo que era sangre.

En ese momento Raquel estaba horrorizada un millar de ideas nacieron en su cabeza desde imaginar a su amiga aplastada por un montón de escombros hasta la gente que debió de quedarse atrapada dentro del edificio residencial.

‒Sa… Sa… Sara‒ susurro Raquel desesperada.

Sebastian se giró difícilmente al escuchar el nombre ahogado.

‒Raquel, cálmate– la sujeto apartando sus manos ‒Sara está bien te lo prometo ella está bien‒ trato de calmarla.

‒¡Hay alguien aquí!‒ grito alguien detrás de lo que parecía ser un montón de metales retorcidos.



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En el texto hay: misterio, ficcion, sobrenarutal

Editado: 05.12.2021

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