El Contrato de las Almas Ⅱ

ⅩⅦ

Sobre la mesa de la cocina se extendían un total de 7 platos repartidos equitativamente, su aroma era un éxtasis para el paladar y un arte para la vista, todos habían tomado asiento alrededor de la mesa, Sara y Raquel saludaron con amabilidad a Amelia, ellas vestían un par de sus prendas y algunas de Zoé, Sebastian usaba la misma ropa desgastada y rota que había sido lavada previamente y a Géminis no le quedo otra opción más que usar la ropa de Oliver que le quedaba algo pequeña lo que resalto su cuerpo estilizado, los contornos de su musculatura, sus hombros y su espalda se marcaban en la prenda sin disimulo alguno.

‒Conocí a Amelia hace muchísimos años‒ dijo Sebastian primero, ya que en la mesa las miradas iban y venían, con un reflejo incómodo ante el silencio.

‒Mi madre me contó de ti y lo que hiciste por nosotros‒ acompaño Oliver tomando de la mano de Zoé que estaba sentada a su lado.

‒Fue una época muy difícil, el padre de Oliver murió en un accidente, no pude hacer mucho porque estaba embarazada, no podía hacer mucha fuerza porque corría el peligro de un aborto, tuve que vender poco a poco las cosas que teníamos, todo cambio en un descuido mío y a causa de eso la casa donde vivíamos se quemó por completo, me quedé sola en la calle con mi hijo recién nacido en manos. Me cruce con Sebastian poco después de ir de ciudad en ciudad en búsqueda de una oportunidad para salir adelante, él me ayudo con un techo para comenzar‒

Sara miraba ensimismada el plato enfrente de ella.

Raquel disfrutaba bocado a bocado, mientras escuchaba la historia.

Sebastian comía con gusto, acabando antes que los demás.

Oliver le dedico una mirada a Zoé acompañado de una sonrisa tierna.

Zoé le devolvió la sonrisa con en la mejilla.

Géminis miraba extrañado el plato, con la cuchara entre sus dedos dispuesto a probar el primer bocado con cierta duda en sus ojos.

Amelia tenía una mirada triste.

‒Un ángel con casas, auto y un museo‒ dijo Raquel con una mirada de intriga ‒¿Acaso no serás un dominio disfrazado de ángel?‒ aquello último era más una broma ‒en la ciudad entraste a una casa como si nada, recogiste del refrigerador varios contenedores con comida luego tomaste el auto para ir al museo que aseguras es el lugar más seguro, pero al que ahora no podemos regresar, o los ángeles tienen bienes raíces o eres un demonio comprando casa por almas‒

Todas las cucharas se detuvieron al instante sin contar la de Géminis que no se había movido de su sitio.

‒No es tanto así‒ suspiro Sebastian ‒mi historia como mi vida es mucho más extensa de lo que puedo recordar, cuando fui un ser humano, “un ser humano inmortal”‒ aclaro ese detalle ‒vague por el mundo buscando liberar a mi amada la cual ya la conocieron en el centro del museo‒

Sara recordó a la estatua en el centro de la cúpula del museo, una mujer que reflejaba con su rostro y su mirada una especie de tristeza mezclada con perdida, toda ella cincelada en mármol por el mejor de los artistas, vistiendo un quitón y un himatión que cubrían su delicada figura ‒¿Fue por culpa de medusa?‒ acompaño con curiosidad.

‒Ojalá fuera así– suspiro Sebastian ‒es una historia que les contaré cuando estemos seguros‒

La duda se cernió en todos.

Oliver negó con la cabeza ante la mirada de Zoé que clamaba por respuestas.

‒El hecho es que construí una casa en cada ciudad por donde estuve mientras averiguaba la manera de liberarla y como se han dado cuenta estamos de un lado para el otro, Géminis puede regresar a la ciudadela vol...‒ corto de inmediato al ver la mirada cortante de Amelia ante la imprudencia ‒a ver cómo les explico, construí varias casas alrededor de todo el mundo, para poder descansar en ellas, pero como paso de viaje– miro a Amelia sabiendo que aunque tratara de suavizar las cosas era inevitable contar la verdad de quien era –deje esas casa a cargo de gente que lo necesitaban, como Amelia que la ha cuidado muy bien y si no fuese por ella este lugar estaría vacío y desolado acumulando polvo‒

Raquel recordó la primera casa donde no había nadie, pero parecía que alguien lo limpiaba con algo de frecuencia, todo encajaba un poco.

‒¿Eres un ángel?‒ interrumpió Zoé ya no podía guardar más sus preguntas.

‒Un ángel sin alas‒ respondió Sebastian emocionado.

Amelia suspiró decepcionada, Sebastian era simplemente Sebastian.

La cena continuó acompañada de algunas anécdotas, travesías alucinantes e historias locas de otros mundos, Sebastian le dijo a Amelia que esto lo arreglaría con una runa, todo lo que hayan escuchado Oliver y Zoé esta noche se volvería un simple sueño que desaparecía en la mañana, mientras que ella mantendría los recuerdos, si lo que estaba pasando ahora era el fin del mundo, quería estar preparada.

Sara y Raquel se acercaron con Zoé preguntándole si podía prestarles nuevamente su teléfono para comunicarse con sus familiares, Raquel hizo la primera llamada los segundos se volvieron eternos entre cada pitido, su corazón rogaba por hablar con sus padres quería saber que estuvieran bien.

‒¿Aló?‒ dijo una voz femenina la cual reconoció al instante, la voz de su madre.



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En el texto hay: misterio, ficcion, sobrenarutal

Editado: 05.12.2021

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