El contrato Kov ' a

Capítulo 1

El aire en el pasillo central de la Universidad de Caelus olía a papel viejo, café quemado y, de manera persistente, al perfume de Damián Kova.

​Sabía que estaba cerca antes de verlo, una presencia pesada, como la de una nube de tormenta. Y hoy, la tormenta se dirigía directamente a mí.

​Me aferré al borde de la mochila y aceleré el paso hacia la salida. No podía verlo. No quería verlo. No hoy. Estaba a solo tres metros de la doble puerta de caoba, la promesa de la libertad, cuando una mano grande y fría se cerró sobre mi brazo.

​—Ni se te ocurra, Gatita. Tenemos que hablar —su voz era un grave susurro, cargado con el molesto acento ruso que jamás había conseguido quitarse por completo, un sonido que siempre me hacía querer gritar y temblar al mismo tiempo.

​Me giré, clavando mis ojos color miel en los suyos, que eran de un gris tormentoso. Damián medía casi 1.90 metros y su mera proximidad lograba que el oxígeno se sintiera delgado. Llevaba una camiseta oscura que hacía poco por ocultar los músculos de sus brazos, esos mismos brazos que me habían levantado una vez por encima de una piscina.

​—No tengo nada que hablar contigo, Kova. Suéltame. —Mi tono era hielo puro, pero mi corazón era una caja de ritmos descontrolada.

​Él sonrió, esa sonrisa suya que no alcanzaba sus ojos, solo una leve elevación del lado izquierdo de su boca, haciendo aparecer un pequeño hoyuelo letal.

​—Claro que tienes que hablar conmigo, Aris. De hecho, lo que tienes que hacer es firmar —dijo, sin soltarme.

​Con su mano libre, deslizó un sobre de papel grueso y blanco ante mis ojos. No era una carta. Era un documento legal.

​—¿Qué es esto? —pregunté, sintiendo que un escalofrío me recorría la espalda.

​—Nuestro contrato. Es simple. O firmas esto y el pequeño secreto de tu hermano se queda bajo la alfombra, o... —Se encogió de hombros, tirando de mí hacia la pared lateral, lejos de la mirada de los pocos estudiantes que aún quedaban. Su aroma a menta y peligro me asfixió—. O tu familia lo pierde todo, incluida la beca que te mantiene en este sitio.

​Lo miré, sintiendo cómo se me cortaba la respiración. Mi mente daba vueltas: ¿El secreto de mi hermano? Damián era un experto en encontrar el punto débil de cualquiera. Era por eso que le llamaban "El Cazador" en los círculos internos.

​—¿Qué quieres? —Mi voz se quebró. Por primera vez en la tarde, mi fachada de indiferencia se derrumbó.

​Él inclinó la cabeza, su mirada se detuvo en mis labios y luego volvió a mis ojos, con una intensidad que era casi física.

​—Quiero que seas mía —declaró sin dudar.

​No era una propuesta. Era una orden. Una amenaza. Y la forma en que lo dijo no implicaba amor o afecto. Implicaba posesión.

​—¿Perdón? —Logré articular, mi cerebro negándose a procesar la brutalidad de su exigencia.

​Damián deslizó el sobre un poco más, revelando la primera línea en negrita, redactada con jerga legal:

​ACUERDO DE CONVIVENCIA TEMPORAL Y COMPROMISO MATRIMONIAL.

​—Quiero que me acompañes a la fiesta de gala de esta noche en la mansión Petrov —continuó, como si no hubiera puesto una bomba en medio del pasillo. —Actuarás como mi prometida oficial. Te mudarás a mi apartamento mañana a primera hora. Y por los próximos tres meses, serás la sombra que necesito para asegurar la inversión de mi padre. A cambio, el pequeño detalle de Mateo desaparece para siempre.

​Solté una risa nerviosa, incrédula.

​—Estás loco si crees que voy a casarme contigo para que tu padre obtenga un préstamo —escupí.

​Damián no se inmutó. Su mano seguía en mi brazo, ahora moviéndose ligeramente, su pulgar acariciando mi piel. Me estaba marcando.

​—Tienes hasta medianoche para decidir si salvas el futuro de tu familia o si mantienes tu orgullo, Aris. Mi coche estará en la puerta de tu residencia a las 11:30 p.m. Si no estás allí... —Dejó la frase flotando en el aire, más aterradora que si la hubiera completado. Finalmente, me soltó.

​Recogí el sobre con manos temblorosas. El papel se sentía como ceniza. Cuando levanté la vista, él ya se había ido, dejando solo el frío aroma a menta y problemas flotando en el aire.

​Abrí el sobre a trompicones y, en una esquina, garabateado a mano, leí la nota:

P.D. Ponte el vestido azul que te regaló tu abuela. Sé que aún lo tienes. Y, Gatita, no tardes.

​Me quedé paralizada, sintiendo que las paredes se cerraban a mi alrededor. Solo había una persona que sabía de ese vestido. Solo una persona que había estado tan dentro de mi vida.

​Damián lo sabía todo. Y acababa de usarlo en mi contra.

Dejé caer el pesado sobre en mi escritorio. Eran las 6:00 p.m. La oscuridad ya empezaba a tragarse el cielo de diciembre. Tenía cinco horas y media para tomar la decisión que destruiría mi vida tal como la conocía.

​El papel era una amenaza silenciosa. Un contrato.

ACUERDO DE CONVIVENCIA TEMPORAL Y COMPROMISO MATRIMONIAL.

​La palabra "matrimonial" se repetía en mi mente, un tamborileo sordo. ¿Casarme con Damián Kova? El hombre que me había humillado sistemáticamente desde que éramos niños, el heredero de una de las fortunas más oscuras de la ciudad, y la razón por la que mi ritmo cardíaco se aceleraba de una manera que yo me negaba a clasificar como cualquier cosa menos odio puro.

​Tomé mi teléfono y marqué el número de Mateo, mi hermano mayor. El hombre por el que Damián me tenía en un puño.

​—Mateo, ¿dónde estás? Necesito hablar contigo ahora. —Mi voz era tensa.

​—Hey, Aris. Tranquila, estoy bien. Estoy en el laboratorio, ¿pasó algo? —Su voz sonaba demasiado despreocupada.

​—¿Pasó algo? Damián Kova te tiene agarrado por... —Me detuve. No podía decírselo por teléfono. Damián tenía ojos y oídos en todas partes, y si mi hermano había hecho lo que yo temía, era lo bastante grave como para que Kova lo usara.




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