Me has roto el corazón,
te marchaste sin aviso,
como un susurro del destino,
como un eco en el abismo.
La muerte tejió su manto,
te envolvió en su fría calma,
te tomó la mano, sin permiso,
y no dejó que te quedaras.
Con tu partida, hermano mío,
un pedazo de mi alma
se desvaneció contigo,
dejándome sola y desamparada.
Cada noche escucho tu voz,
un murmullo entre las sombras,
me dices que soy más fuerte,
que el dolor es solo una ola.
Me enseñaste un amor puro,
incondicional y eterno,
me mostraste que la soledad
se desvanece si amas sincero.
El miedo y el dolor son fases,
tránsitos del alma herida,
pero tu amor, tu luz, tus alas,
son la fuerza de mi vida.
Me salvaste de mí misma
cuando el aire me faltaba,
y aunque el destino nos separa,
mi gratitud será sagrada.
Cuando el momento llegue,
volveré a encontrarte allí,
pero hasta entonces te juro,
seré feliz… por ti.
Te amo, te amaré siempre,
hasta que nos volvamos a ver,
y mientras tanto, querido hermano,
te doy mil gracias… otra vez.
Editado: 02.11.2022