En medio de la capital de Hearts Aeternus se encuentra una gran montaña, la cual alza esplendorosamente un gigantesco y hermoso palacio. Todos en la ciudad, ya sean pobres, ricos o nobles pueden observar desde sus territorios el gran palacio construido con piedras preciosas, pisos de mármol y hasta pilares hermosamente tallados con figuras de ángeles. Un hermoso jardín de flores y árboles únicos rodea el palacio real, otorgándole a la propia realeza un espacio privado para disfrutar de la naturaleza que se encuentra en su reino.
Este palacio cuenta con decenas de habitaciones tanto para la realeza como para sus sirvientes personales. Una de las habitaciones reales es tan grande como una propia casa de la clase media, estando decorada con muebles tallados a mano y fino arte que adornan las paredes, junto con una enorme cama siendo tapada por finas telas que evitan la luz del sol, más un gran baño justo al lado que parece tener más una piscina que una tina de baño.
Pero esta habitación no es solo la de un miembro de la servidumbre, las suyas suelen ser más pequeñas y modestas. Está habitación le pertenece a una joven de cabello rojizo ondulado similar a los rubíes. Está joven se encuentra en un balcón rodeado por algunas flores moradas y otras rojas, degustando de una taza de té mientras echa un vistazo con un telescopio de oro que se encuentra a su lado, observando justamente lo que sucede en el oeste. Sus ojos azules como las flores que imitan el mar, han observado toda la pelea que han tenido Ban y Zephyro, llamando lo suficiente su atención como para deslizar su cuerpo de un metro y treinta hasta la mesa más cercana y con una sonrisa amable les pide a las dos sirvientas que le acompañan un poco de tinta y papel.
Rápidamente sus manos tan blancas como las nubes comienzan a escribir una carta, deslizando la pluma con tal elegancia que pareciera bailar entre sus dedos. Al terminar de escribir, sus labios forman una O perfecta y una encantadora melodía sale, atrayendo una hermosa ave de un metro y un plumaje tan blanco como la nieve, para así darle la carta y las instrucciones a quien entregársela.
El tiempo pasa, la hermosa señorita disfrutando otra taza de té junto con una bandeja con deliciosos pastelillos para que pueda elegir el preferido, hasta que sus azules ojos captan la puerta abriéndose lentamente y ve a cuatro figuras entrar, dos hombres, una mujer y la figura de una niña maltratada por la vida.
—Lamento la tardanza Princesa Kyara, fue difícil convencer a estás necias personas en venir hasta acá. —De inmediato Zephyro se arrodilla frente a una niña que parece tener unos diez años, agachando su cabeza con respeto y hablando en un tono más bajo de lo normal.
Delante de Zephyro está Kyara, la Princesa del Reino de Heart Aeternus, vistiendo un largo vestido que casi parece tocar el suelo, con una crinolina ligera que ensancha sus caderas un poco, pero le permite moverse con libertad. El vestido tejido por las más finas telas, con un color más claro que el azul zafiro, está adornado por ciento de hermosas joyas, mientras que un gran moño sobresale de la parte de atrás del vestido. En el fino peinado de la Princesa se puede hallar una diadema de diamantes, con un gran zafiro en el centro de esta.
—Por favor déjenos solos. —Lo pide Kyara y de inmediato las sirvientas hacen una ligera reverencia, para después salir con paso deprisa de la habitación, dejando a solas a la Princesa, a su mano derecha que bien conocen y tres personas completamente desconocidas.
Lentamente Kyara se levanta de su asiento y con pasos precisos y elegantes va hasta donde se encuentra la niña que parece haber vivido en una casa de fango, tomando sus manos polvorientas y llenas de callos y con sus ojos llenos de lágrimas le pide disculpas. —Lo siento mucho, por mi culpa tuviste que pasar por momentos tan difíciles.
La boca de Zephyro se abre y cierra, sus dientes hacen un chirrido al golpear entre si, todo por ver a la Princesa disculpándose con una simple plebeya ante sus ojos. Rápidamente se levanta y trata de detenerla con palabras, sin poder llegar a tocarla, dado que eso es una falta de respeto.
—Princesa, usted no debería de disculparse.
Solo que Kyara lanza una mirada severa a su asistente y con voz firme le dice. —¡Claro que debo de disculparme! Si yo hubiera luchado para tomar el trono en vez de mi hermano, o incluso hubiera impedido para que el Duque tome más poder, ella no hubiera tenido que pasar por todo esto. —Sus ojos vuelven a mostrar el arrepentimiento de antes y a llenarse de lágrimas al volver a ver a Saskia. —Por eso mismo, como disculpa te propongo vivir aquí en el palacio. —La mano de Kyara se desliza hasta su pecho. —Todos tus gastos y estudios los pagaré yo, para que tu vida futura sea más cómoda.
Solo que, a pesar del ofrecimiento de la Princesa, Saskia mueve su cabeza para evitar mirarla, mientras que su frente se mantiene arrugada. Pero, aún así la Princesa no se enoja, a pesar de haber sido ignorada.
—A todo esto, ¿para que nos llamó? —Lo pregunta Ban como si estuviera hablando con el personal de una tienda. Esto hace que la frente de Zephyro se arrugue y venas salgan del enojo, mientras le pide a Ban.
—Diríjase siempre a su Majestad como Princesa Kyara.
—Esta bien Zephyro, me pueden llamar como gusten. —Solo que la Princesa lo permite, mientras vuelve a tomar asiento.
—Pero Princesa… —Reclama Zephyro, pero es inmediatamente interrumpido por su Princesa. —Esta bien. Yo les pedí venir aquí. —Y con un movimiento con su mano pide a todos tomar asientos.
Cuando ya todos están sentados y Saskia rápidamente toma un pastel para llevárselo a su boca, Kyara comienza a hablar.
—La razón por la cual los mandé a llamar es simple, quiero contratar su servicio como aventureros.
—¿Qué clase de trato? —Los ojos de Jessamine se entrecierran con curiosidad.
—Su majestad, usted no necesita de un grupo de vulgares aventureros. Si gusta yo podría reunir a un grupo de excelentes caballeros que podrían cumplir con cualquiera de sus encargos con máxima excelencia. —Lo propone Zephyro sin importar que Jessamine o Ban le puedan escuchar.