El manto de la noche ha caído por fin en la ciudad, miles de piedras mágicas se encienden por igual iluminando las calles empedradas por las cuales patrullan los soldados. El bullicio de las calles en vez de parar para una noche de descanso aumenta, cada vez más trabajadores se unen a los edificios de madera que desprenden un intenso aroma a licor.
En el centro de esta ciudad se encuentra erguido sobre una gran montaña el palacio real, una construcción imponente sobre los cuatro territorios, como un monumento para que todos recuerden quien gobierna. En una de sus habitaciones se encuentra Ban, disfrutando una botella de alcohol mientras un ligero viento golpea su rostro, con su mirada fija en el bullicio de la ciudad.
—¿Qué es lo que necesitas, Jess? —Pregunta Ban siquiera antes de que puedan tocar la puerta, como si la presencia de aquella mujer de cabello marrón chocolate fuera tan evidente.
La puerta se abre con un ligero chirrido, tan bajo que apenas se notaria para los de oído agudo, mientras que aquella mujer de grandes gafas se abre paso, mirando detenidamente a Ban y la botella de tequila que está en sus manos. —Incluso borracho puedes notar mi presencia.
—Cuando tienes mi nivel es muy sencillo. —Responde Ban, su atención de nuevo en la ciudad.
—¿Crees que la Princesa Kyara nos este usando para reclutarnos para esta guerra? —Tan solo al tomar asiento en la cama, la voz de Jessamine disminuye en un murmuró para preguntar eso, sospechando que las paredes pueden escuchar y revelar sus secretos.
—No lo sé aún. Pareciera como si estuviera en contra. —También la voz de Ban disminuye, lo suficiente como para que solo los dos puedan escucharse entre si.
—¿Por qué lo piensas? ¿Es porque se opuso al secuestro de niños?
—Quizás. Aunque pude ver en sus ojos una chispa de bondad.
—Aunque eso no nos dice mucho. —Lo menciona Jessamine entrecerrando los ojos.
—No importa, realmente si trata de reclutarnos podremos negarnos e irnos de este país. Aunque mi instinto me dice que algo emocionante se acerca, lo siento en mi piel. —Los labios de Ban se curvan en una pequeña sonrisa, a la vez que mira con emoción al cielo.
—Te estás emocionando mucho por algo que no sabes si realmente te dará lo que buscas. —Comenta Jessamine liberando un leve suspiro. —Aunque si terminamos pronto este viaje, muy pronto podré casarme, abrir mi propio restaurante y tener diez hijos.
Los ojos de Ban se abren bastante hasta parecer platos, tan solo por escuchar a Jessamine, para así decirle. —¡¿Diez niños?! Vas a matar al pobre sujeto.
—Lo conozco muy bien y estoy segura que él no morirá por eso. Incluso hasta podría darme veinte o treinta hijos.
—La mirada de Jessamine se postra en Ban mientras que su lengua pasa por sus labios, como si estuviera viendo un rico pastel. Un escalofrío recorre la espalda de Ban, quien deja de indagar más en el tema por su propia salud mental.