El sol resplandece fuertemente mientras comienza su ascenso, sus rayos iluminan las calles empedradas que poco a poco se están llenando de comensales y clientes. El ruido de la actividad matutina se va volviendo más fuerte, despertando a aquellos que se les va haciendo tarde para llegar a su trabajo. Las risas de los niños que caminan a la escuela se puede escuchar, mientras que las constantes marchas de los soldados resuenan cómo tambores por todo el lugar.
Nadie pensaría que en una ciudad llena de diversidad, risas y hasta negociantes testarudos, haya un secreto que nadie conoce, un lugar que ni el Rey sabe que existe en su propio reinado. Este lugar se haya debajo de la ciudad, más abajo que el sistema de drenaje y los sótanos privados de aquellas mansiones de ricos y nobles.
Dicha habitación secreta se accede por el palacio real, justo por las zonas subterráneas de castigos, donde hay celdas sucias y con un potente olor a humedad que recuerdan el alcantarillado de la ciudad, dónde los barrotes oxidados ya no prometen encerrar a esos criminales y en dónde ya no hay ningún alma pidiendo un poco de agua o que paren la tortura. En una de esas celdas se encuentra una puerta escondida, una que solo se revelará si remueves los ladrillos uno por uno.
Si accedes a la dichosa puerta chirriante de roble oscuro que refleja muchos años de uso, te encontrarás unas escaleras y una profunda oscuridad. Dichas escaleras te parecerán la entrada al abismo infernal, excepto para Ban, Jessamine y Kyara, quien iluminados por una piedra fluorescente que está encerrada en una lámpara de metal y cristal, bajan los escalones sin ninguna prisa.
—Pensaba que íbamos a salir de la ciudad cuando pediste que te acompañáramos. —Lo comenta Ban mientras sostiene entre sus brazos a Kyara y la lámpara que ilumina el camino. Ya van dos horas bajando y esto no parece terminar nunca.
“Quizás por eso necesita de aventureros y no soldados. Aunque también se debe a lo que este lugar esconde.” Dichos pensamientos llegan a la mente de Jessamine, quien va a la cabeza descendiendo.
—No, el lugar al que nos dirigimos está aquí abajo. —Responde Kyara, mientras que sus mejillas se ponen como las fresas, su cuerpo siendo invadido por un montón de vergüenza que le impide moverse bien y hablar. —Y gracias por… cargarme hasta allá abajo.
—No hay porque agradecerme. —Comenta Ban mientras lanza unos centímetros a Kyara, demostrándole que no hay ningún peso. —Aunque ese cuatro ojos debería de estar aquí cargándote hasta abajo, son demasiados escalones.
—Zephyro tiene otras cosas que hacer, por lo que mi seguridad dependerá de ustedes dos. —Es lo único que dice Kyara sin dejar de mirar el área que ilumina la luz.
Durante seis horas Ban y Jessamine estuvieron bajando las escaleras sin parar. Una actividad que debería dejar exhausto, lleno de sudor y con sus piernas temblando a cualquiera, pero para este par es simplemente un largo y tranquilo paseo en el parque. Incluso Kyara estuvo incomoda por tener que ser cargada durante tanto tiempo, pero decidió aguantar por el bien de la misión.
El lugar al que llegan cuando bajan el último escalón es hasta una puerta gigantesca de hierro negro, como de diez metros de altura, cinco de anchura y un metro de grosor. Símbolos y letras están grabadas por toda la puerta, brillando tenuemente y llamando la atención de Jessamine, quien parece saber lo que dicen.
—Llegamos. —Jalando levemente la ropa de Ban, Kyara pide bajar, para de inmediato estirarse. También saca del cuello de su ropa una llave, que al colocarla en la cerradura, la luz tenue de los símbolos aumenta, iluminando mejor el lugar. —Ahora solo hace falta abrir la puerta.
Pequeños golpecitos se escuchan de parte de Ban, quien no encuentra un hueco en la puerta. Jessamine ajusta sus lentes y se pone a leer dichos símbolos, murmurando algunas palabras que le resultan imposible saber su significado a Kyara. Al final ambos se miran entre si y Jessamine niega con su cabeza.
—Imposible. —Comenta Jessamine, mientras los ojos de Kyara se abren y su frente se arruga mostrando una mueca de confusión.
—¿Qué es imposible? —Pregunta Kyara con un tono genuino de duda en su voz.
—Esta puerta está hecha enteramente de hierro oscuro, uno que termina resultando ser diez veces más pesado que el hierro normal. —Comenta Jessamine mientras que sus ojos voltean a ver las runas en la puerta. —Además, está imbuida en varios hechizos poderosos que le quitarán el noventa por ciento de la fuerza del portador con tan solo tocarla.
Al ver el imponente tamaño de la puerta y el pequeño espacio en la que se encuentra, Kyara comprende que abrir dicha puerta será un trabajo monumental, quizás hasta imposible. Pero su necesidad de querer entrar ahí a toda costa, hace que agarre con fuerza la falda de su vestido, arrugándola con sus propias manos mientras sugiere. —Podríamos destruirla o cavar alrededor para acceder.
—¿Y provocar un derrumbe? —El tono sarcástico de Ban es tan evidente que Kyara comprende. —Además, la puerta es muy resistente y está imbuida de magia como para intentar esos métodos. Será mejor abrirla como quieren.
—Solo que la tarea resulta monumentalmente imposible, necesitaríamos a más de medio millón de personas y aquí apenas caben diez personas. —Sujetando su barbilla, Kyara se pone a pensar en un método para acceder, pero todos resultan ridículos y solo puede obtener un leve dolor de cabeza por tanto pensar.
—Por lo visto construyeron esto para impedir que nadie entre, como si estuvieran protegiendo algo muy importante. —Moviendo su brazo en círculos, Ban procede a estirarse, preparándose para abrir la puerta. —Solo que, entre más me prohíban entrar, más voy a querer hacerlo.
—¿Acaso vas a abrirla? —Los ojos de Jessamine se abren ligeramente, al igual que su mandíbula cae levemente.
—Pero si me dijeron que eso es imposible. —Cerrando sus puños y con la frente levemente arrugada reclama Kyara. —¿Cómo lo vas a hacer?