En la nieve mullida se encuentra Jessamine, su cuerpo lleno de manchas moradas y heridas que liberan un líquido rojo espeso como la miel. Con su boca trata de recuperar el oxígeno que ha perdido durante la batalla, mientras que gotas de sudor que perlan su frente comienzan a congelarse por el frío del lugar, volviéndose pequeños copos de nieve que caen al suelo. Sus ojos están fijos en Flamea, apretando sus puños con fuerza y pensando en su próximo movimiento, a la vez que trata de reunir el poco mana que le queda.
Delante de ella está Flamea, con sus brazos cruzados y una mirada de decepción. Sus dedos tamborilean en sus brazos, cansándose de esperar. —Pensaba que serías más fuerte, arquera. Espero que tu amigo mínimo me entretenga. Aunque ya se está tardando.
Detrás de Jessamine la nieve explota, alzándose cómo una barrera de cinco metros. La magia que siente, de inmediato la reconoce Jessamine, ha llegado Ban, aunque un poco tarde.
Avanzando a paso lento sobre la esponjosa nieve, usando su mana para no hundirse, Ban avanza hasta donde se encuentra Jessamine, observándola de reojo y después a su oponente, Flamea. Deja a Kyara justo al lado de Jessamine y le pregunta. —¿Estás bien? ¿Puedes cuidarla?
Jessamine tan solo saca una botella de cristal pequeña, no más grande que su mano y con un líquido púrpura que parece brillar con los rayos del sol. La destapa con su pulgar y se la bebe toda, para poner responderle. —Lo estaré. Ahora ve y dale una paliza.
Con un pequeño salto hacia atrás, Flamea se aleja y cubre su cuerpo con una armadura de agua que parece flotar en el aire. En su rostro se muestra una sonrisa de complacencia, su lengua pasando sobre sus labios, saboreando al nuevo aperitivo que le acaba de llegar, a la vez que le dice. —Espero que tú no seas tan débil como esos dos.
Señalando con sus ojos, Flamea muestra el lamentable estado de Zephyro. Está tendido en la nieve, completamente inmóvil como un cuerpo inerte y unos ojos que han perdido la luz, como los pescados muertos.
Al ver el estado de su mano derecha, sin importarle su seguridad, Kyara corre a su lado, tropezando con la nieve y cayendo justo a su lado. Sus ojos no paran de liberar lágrimas, mientras sus manos sienten el frío cuerpo de Zephyro, temblando al pensar una realidad escalofriante. Pero un leve quejido, como un silbido que proviene de su boca la tranquiliza, devolviendo las esperanzas que había perdido.
—¡Está vivo! ¡Sigue con vida! ¡Ayúdalo Jessamine! —Lo grita con desesperación Kyara, lágrimas de felicidad y miedo por perderlo caen por sus mejillas al suelo.
Lentamente Jessamine se levanta y va hasta donde se encuentra Zephyro, moviéndose lentamente por el dolor que aún siente. La poción no fue suficiente para aliviar el dolor, pero al menos no perderá sangre.
Al llegar con el moribundo, Jessamine saca unas vendas y pociones de su mochila y procede a explicarle a Kyara como le debe de ayudar. —Primero que nada tranquilízate, yo no me encuentro en un buen estado como para poder curarlo, así que necesito que te tranquilícese y sigas mis indicaciones exactamente como te lo digo. —Kyara asiente de inmediato y respirando profundamente logra tranquilizar el temblor en sus manos.
—¡Jessamine, cuando termines de darle los primeros auxilios, llévatelo al pueblo junto con Kyara, para que lo revise un doctor! —Ban le grita esas palabras sin dejar de mirar a Flamea, quien parece estar tomando este tiempo para curar sus heridas. De inmediato Jessamine asiente y se dedica a instruir a Kyara a aplicar los primeros auxilios mientras le apoya con lo que puede, apretando con fuerza sus dientes para tratar de ignorar el dolor de su cuerpo.
Al terminar de aplicar los primeros auxilios, Jessamine destapa otra botella del mismo color púrpura, se la toma y carga a Zephyro poniendo el brazo de él alrededor de su cuello, para como mínimo llevarlo arrastrando al pueblo, mientras Kyara los sigue tratando de contener las lágrimas.
—Gracias por esperar. —Comenta Ban mirando a Flamea mientras sus compañeros se alejan a pasó lento.
—Ellos ya son basura para mí, me da igual si escapan o mueren. —Responde Flamea tronando los huesos de su mano con su otra mano. Una sonrisa de emoción dibujándose en su rostro, a la vez que su cuerpo está adquiriendo un brillo azul que parece cubrirlo como una manta. Es su propio mana, el cual aumenta junto con los latidos de emoción de su corazón, al saber que la batalla ya ha comenzado.
Dicho mana se reúne en sus pies, el cual le permite con un salto acortar la distancia que hay entre ella y Ban, antes de desaparecer justo frente a los ojos de su oponente, como si solo hubiera sido una ilusión. Rápidamente su cuerpo se materializa a la derecha de Ban, doblando su cuerpo antes de soltar una poderosa patada cubierta de mana, la cual podría destrozar con extrema facilidad un árbol tan grueso como un hombre maduro corpulento. Pero dicha patada choca contra el metal de la espada de su contrincante, sin poderla quebrar y produciendo un sonido tan agudo que recorre todo el bosque.
“Bloqueó mi patada con su espada. Normalmente la gente no puede verme cuando estoy en este estado, pero él ni siquiera tuvo que apartar la mirada para saber a dónde voy a atacar.” Estos pensamientos los tiene Flamea, a la vez que su cuerpo se tensa con una gran emoción que no sentía antes, los cabellos de su piel se levantan y la sensibilidad hace que incluso pueda sentir las débiles corrientes de viento que golpean su piel, mientras sus labios se curvan en una enorme sonrisa. “¡Que emoción!”
Cuando sus pies tocan la nieve mullida, instantáneamente se aleja de Ban con pasos rápidos, tomando una distancia de cinco metros. Ella rápidamente nota como el cuerpo de Ban está siendo cubierto por un intenso mana amarillo, mientras pequeñas chispas salen de su cuerpo y recorren sus músculos.
—No eres la única que sabe usar eso. —Los ojos de Ban se postran en los de ella al decir dichas palabras, para después desaparecer dejando solo una estela de luz que ilumina un segundo el lugar.