En una pequeña habitación con apenas unas cinco sillas pegadas a la pared y dos macetas con plantas verdes, a pesar del intenso frío de afuera, espera sentada Kyara, sus ojos postrados en el reloj de la pared, observando atentamente como se mueven las manijas mientras espera el resultado del doctor. Sus manos se juntan y con un murmuro le pide a los Dioses que todo salga bien, que protejan a Zephyro.
A su lado se encuentra Jessamine y Ban, ellos dos consientes y apenas con ligeros moretones y unas cuantas vendas en sus cuerpos, las cuales usarán solo hoy, todo gracias a la magnificencia de la medicina mágica. En cambio Zephyro… bueno, él tuvo que ser operado de urgencia por las contenciones y hemorragias internas que ha sufrido su cuerpo. Justo ahora han pasado dos horas desde que ha sido ingresado al quirófano, dejando en la habitación solo un profundo silenció, siendo apenas interrumpido por el ruido de las manecillas del reloj, a la vez que esperan.
Las puertas del quirófano se abren después de un tiempo de dolorosa espera, saliendo un hombre calvo con algunas arrugas visibles en su rostro, vistiendo una bata azul manchada con un poco de sangre, mientras le acompañan dos mujeres vistiendo la misma bata. Kyara se levanta de un salto de su asiento, sus piernas moviéndose rápidamente hasta donde se encuentra el doctor, con una mirada reflejando las lágrimas que amenazan con salir mientras le pregunta. —¿Cómo se encuentra? ¿Cómo está Zephyro?
El doctor se quita la mascarilla que cubre su barba finamente cortada y con un suspiro que eleva el miedo de Kyara hasta el punto de que su corazón casi se detenga, le dice. —Fue difícil mantenerlo estable y cerrar sus heridas, pero… lo logramos. Podrá levantarse después de una semana de reposo en cama.
Un suspiro sale de la boca de Kyara, desapareciendo por completo sus peores miedos y relajando sus músculos hasta el punto en que las fuerzas de sus piernas se pierden, cayendo de sentón al suelo. Lágrimas de felicidad caen por su rostro al saber que ya no perderá a nadie más, a la vez que le agradece al doctor desde el fondo de su corazón. —Muchas gracias, doctor. Realmente, muchas gracias, por salvarlo.
—No hay porque decirlo, es mi trabajo. Podrán verlo una vez que lo traslademos a su habitación y despierte. —Lo comenta el doctor mientras se retira junto con las enfermeras.
Pasa un par de horas más, pero por fin despierta Zephyro, observando a su alrededor para darse cuenta que está acostado en una suave y caliente cama, justo dentro de una pequeña habitación con una pequeña ventana, un pequeño mueble con un jarrón con dos flores encima y lo más importante para él, Kyara se encuentra a su lado derecho, sujetando su mano y esperando a que abra los ojos.
La Princesa no se ha despegado de Zephyro, y cuando esté por fin despierta, lo único que puede hacer es abrazar el torso de él con cuidado y susurrarle. —Que bueno que te encuentras bien.
—Princesa. —Zephyro trata de levantarse de la cama, pero la misma Princesa se lo impide, repitiendo las indicaciones del doctor. —No te levantes, puedes quedarte acostado, el doctor dijo que necesitas descansar.
—No puedo hacerlo, eso sería inaceptable para un caballero como yo. —Argumenta Zephyro levantando apenas su torso, viendo como todo su cuerpo está lleno de vendajes con runas mágicas que lo están curando.
—¡Más inaceptable sería que tú mueras! —Se lo grita Kyara con lágrimas amenazando salir de sus ojos. Con el dorso de su brazo derecho las limpia, respirando profundamente para recuperar la compostura de realeza y ordenándole a su mano derecha.—Lo siento, pero no te vas a levantar de esta cama, es una orden de tú Princesa.
Zephyro decide obedecer, diciéndose a sí mismo que debe de cumplir con las órdenes, aún en el fondo sabiendo que de hecho lo hace más porque no quiere ver llorar a Kyara.
El ver el estado en como quedó, lleno de vendas mágicas y postrado en una cama, le hacen recordar la pelea contra Flamea. En el fondo le es difícil aceptar que recibió una paliza por parte de una simple pueblerina cómo Flamea, mintiéndose que ella deberá de ser la hija escondida de un noble, mientras trata de mantener dentro las lágrimas que pronto quieren salir.
Un terrible dolor en el pecho siente, un dolor que las pociones no pueden aliviar, aún si se le suministran directamente en la sangre, a través de un tubo. Esto no es un dolor por los golpes recibidos, sino un dolor de una temible realidad que se niega a aceptar. Dicho dolor se potencia al observar a Jessamine y Ban, ambos con menores heridas, de pie, frente al único que debe estar postrado en cama.
—También hay otra cosa que quiero pedirte. —La Princesa observa el suelo, mientras las comisuras de sus dedos se tocan entre si. No sabe como expresarse bien, pero debe de hacerlo por el bien de su soldado más confiable. —Cuando te recuperes, quiero que vuelvas al castillo.
Solo que dichas palabras fueron un golpe mucho peor de los que Zephyro recibió está mañana, uno que le rompió algo dentro de él y lo dejo sin aliento. Sus manos agarran con fuerza las sábanas para contener la ira en su interior, mientras busca las palabras adecuadas para negarse ante dicha petición.
—Siento mucho desobedecer está orden, pero no puedo hacer eso. Mi deber es protegerla y mantenerla segura, Princesa Kyara.
Al escuchar dichas palabras, de inmediato Kyara olvida su posición como Princesa y con una voz a punto de romperse comienza a pedir que lo reconsidere. —Por favor comprende Zephyro, casi mueres allá, no eres rival para el poder del ejército del Duque. Lo subestimamos por completo y eso casi te cuesta la vida.
—Para mi sería un honor dar mi vida por usted. —Esas palabras de Zephyro se supone que deben de tranquilizar a Kyara, incluso la sonrisa que pone es para hacerlo, pero sucede todo lo contrario. Sintiendo como le falta el aire, Kyara comienza a tomar más con su boca, mientras que sus ojos, hinchados de tanto llorar, comienzan a soltar de nuevo lágrimas.