Un poco alejado del pueblo, por un claro del bosque de la gran montaña nos podemos encontrar varias tiendas de campaña de la mitad del tamaño de una casa. En este lugar hay constante movimiento de varios hombres usando el mismo uniforme negro, soldados que realizan varias actividades a la vez. Varios de ellos están preparando la comida, otros mueven pesadas cajas de madera hasta una tienda, mientras que otros patrullan los alrededores con lanzas y espadas en mano.
Pero lo que realmente interesa es lo que sucede en una de las tiendas del centro, una tienda usada exclusivamente para las operaciones del teniente de este lugar.
—¿A qué se debe esta inesperada visita, Princesa Kyara? —Una voz suave, pero firme, cargada de una seguridad que hela el ambiente sonó por toda la tienda de campaña.
El hombre esta sentado tras una imponente mesa de madera, cubierta con mapas detallados, documentos clasificados y piezas de estrategia colocadas con precisión quirúrgica. No levanta la vista de los papeles que examina, pero una leve sonrisa, casi imperceptible, curva sus labios, como si hubiese estado esperando exactamente ese momento.
Alto y delgado, con una postura que irradia control absoluto, sus ojos verdes brillan con una calma inquietante tras unos lentes de montura cuadrada. El cabello morado, peinado con meticulosa perfección hacia la derecha, cae con una simetría impecable, salvo por un solo mechón que sobresale de forma deliberada. Todo en él, desde su tono hasta su apariencia, parece calculado, como si cada gesto formara parte de un plan que ya avanza sin oposición.
Él es Ravage, el líder de esta operación militar.
—Quiero que me digas que carajos pretendes al iniciar una guerra con los Snowstroms. —Parada frente a Ravage, con sus puños cerrándose con tanta fuerza que sus nudillos se ponen blancos y su mirada cargada con una furia, a la vez que su voz se escucha gruesa y como si tratara de contener su enojo, lo menciona Kyara.
—No se a lo que se refiere, Princesa. —Ravage abre sus ojos ligeramente con sorpresa y finge indignación. —Nosotros solo protegimos el pueblo de esas bestias salvajes, ahuyentándolas al bosque.
Las manos de la Princesa golpean la mesa, generando un sonido seco y potente que atrae más miradas de aquellos soldados que trabajan en esa tienda como los asistentes de Ravage. Mientras que los gritos de furia de Kyara demuestran lo molesta que está. —¡No te hagas el inocente y finjas demencia, los Snowstroms jamás harían eso, son criaturas pacíficas!
—No debería de afirmar eso, Princesa Kyara. Esas son bestias salvajes que viven en la montaña y casi no se relacionan con nosotros. Era solo cuestión de tiempo para que se dejen dominar por su instinto animal y se vuelvan peligrosos.
—¡Claro que no! —Vuelve a gritar Kyara. —Los Snowstroms no son peligrosos, son pacíficos. Estuve en su territorio, hablé con su Rey y pude darme cuenta que son criaturas mejores que nosotros.
Los ojos de Ravage se abren por completo, demostrando una sorpresa que lo deja sin palabras por unos segundos. Está no es una sorpresa porque Kyara arriesgo su vida, sino porque contacto con el Rey y muy posiblemente se ganó su estima.
—Me sorprende bastante, Princesa Kyara. Es usted mucho más valiente que todos mis hombres. Pero eso fue arriesgado. No puedo permitir que se siga arriesgando más. —Con una sola mirada Ravage le ordena a sus hombres que tomen a la Princesa.
—¡¿Qué carajos estás haciendo, Ravage?! ¡No puedes tratar a tu Princesa así! —Claro que al ser inmovilizada en ambos brazos, la Princesa Kyara patalea y grita, pateando la mesa y moviendo tanto los documentos como los pequeños soldados de juguete usados como piezas de simulación.
—Este lugar se ha vuelto demasiado peligroso para usted, Princesa Kyara, tengo que escoltarla devuelta al palacio con su hermano. —Las palabras de Ravage caen como una cubeta helada, haciendo que los iris de sus ojos tiemblen al darse cuenta que acaba de caer en la trampa del lobo.
—Yo no necesito tu escolta, tengo la mía. —Comenta Kyara con una voz áspera y cargada de amenaza.
—Oh, claro, su escolta. La misma que la guío hasta la guarida de unas peligrosas bestias y que ni siquiera pueden infiltrarse en un campamento militar para rescatarla. —Con un movimiento de mano, Ravage le indica a sus hombres algo. Uno de ellos sale y después de unos minutos regresa junto con dos hombres más y una mujer atada con cuerdas con un cabello color chocolate y lentes circulares.
Jessamine ha sido capturada por el ejército al intentar rescatar a Kyara, algo que deja con la boca abierta y los ojos como platos a la Princesa. Esto cambia la perspectiva de las cosas, cayendo todo el peso de la realidad en los hombros de la Princesa. Ahora solo dependen de Ban par ser rescatados, aunque si también es capturado, la misión que le dejo su madre se irá al carajo.
—Los guardaespaldas que contrato son bastantes débiles y patéticos. Fue demasiado fácil capturarla, mis hombres la vieron siguiéndola, así que la capturaron y la trajeron hasta aquí. Con esta clase de débiles guardaespaldas, hago lo correcto al enviarla de vuelta al palacio, allí estará a salvó. —Comenta Ravage con fingida preocupación.
—¿Estás seguro que soy tan débil? —La pregunta de Jessamine deja a Ravage con la boca ligeramente abierta. Antes de que pueda responder, Jessamine rompe las cuerdas con su propia fuerza, demostrando que para ella era muy sencillo liberarse y que se dejó capturar a propósito.
Ambos soldados al lado de Jessamine toman sus espadas que se encuentran en su cintura, pero antes de que puedan sacarlas, Jessamine se pone de cabeza poniendo sus manos en el suelo. Moviendo sus manos rápidamente por el suelo, Jessamine logra girar y soltar un tornado de patadas que dejan a ambos soldados en el suelo, con las caras hinchadas y sin conocimiento.
Después dobla sus brazos y se impulsa con ellos para dar un salto, aterrizando justo enfrente de Kyara. Ahí suelta un potente golpe en la cara de uno de los soldados que sujetan a Kyara, mientras que al otro lo derriba con una patada. Ambos soldados sueltan a Kyara antes de caer al suelo.