Capitulo 9. Parte 3

Los ojos de la Princesa ven con horror una escena tan calmada que traerá una tormenta de muertes. De su boca trata de salir un grito de horror, el cual queda atrapado en su garganta. Frente a ella hay un grupo de tres hombres llevando una pesada caja de madera con espadas y puntas de lanzas que sobresalen de ella, una mujer está en frente de una de esas cajas de madera eligiendo distintas pociones de colores como si fueran verduras y en el centro del pueblo están un grupo de cinco hombres rodeando una pequeña mesa con un mapa de la zona; discutiendo posibles estrategias de combate.

No son solo unas cuantas personas, son cientos de ellas, inundando la plaza del pueblo como si un mercado se tratara. Solo que no están comprando verduras o carne; están eligiendo armas, probándose armaduras y llenando sus mochilas con pociones, como si fueran soldados inexpertos preparándose para la guerra.

—¿Qué está pasando aquí? —Kyara lanza esa pregunta al aire, mientras su pecho sube y baja rápidamente. —¿Por qué hay tantas armas? ¿Por qué se preparan para una guerra? —Agarrándose el pecho, Kyara siente como su corazón late con tanta fuerza que los demás pueden escucharlo, a la vez siente la falta de oxigeno, inhalando y exhalando cada vez más rápido por la boca.

Rápidamente Jessamine la abraza y le soba la espalda, mientras trata de tranquilizarla. —Tranquila, respira profundo y exhala. Primero tenemos que obtener información antes de sacar conclusiones precipitadas. Puede que solo quieran fortalecer las defensas de su pueblo ante un nuevo ataque. —Solo que esas palabras que dice Jessamine parecen una mentira tan obvia que nadie parece creerlas. Es evidente que estás personas se preparan para un combate real, aunque sus rostros no muestren ni una pizca de temor.

Flamea se acerca a una mujer que está ajustando una pechera a su amiga para preguntarle. —Disculpe, ¿qué es lo que están haciendo? ¿Por qué hay tantas armas y armaduras?

Solo que las palabras de la mujer dejan con el rostro pálido a Flamea y casi hace que Kyara caiga desmayada, dado que la mujer lo dice con una sonrisa y una calma tan tranquila, como si fuera la cosa más normal del mundo. —Nos estamos preparando para la guerra contra los Snowstroms. El ejército nos regaló estás armas y nos ayudará para invadir su territorio.

—¿Si quiera sabe de lo que habla? —Los ojos de Jessamine miraron fijamente a la mujer, antes de soltar un grito. —¡No van a dar un simple paseo en el parque, gente morirá!

—Lo sabemos. Pero ellos se atrevieron a atacar nuestro hogar. No podemos dejar a bestias salvajes e irracionales que vivan cercas de nuestros hijos. —Pero la respuesta de la mujer deja helada a Jessamine, ya que en los ojos de la mujer hay una convicción de estar segura de lo que hace.

—Tenemos que pararlos. No podemos permitirles que vayan con los Snowstroms, eso desencadenará una guerra. —La Princesa, quien se aferra con desesperación a la ropa de Jessamine mientras sus manos tiemblan, suelta una suplica para que la ayuden, su voz cortándose por el peso de la responsabilidad de cientos de vidas que pronto se perderán

—¿Por qué se prepararían para morir? Ustedes son débiles, morirán al momento en que crucen espadas con los Snowstroms. —Ese comentario lo suelta Flamea, sus ojos entrecerrando tratando de observar si hay un miedo en la mujer.

—Por supuesto que no moriremos, el ejercito nos prometió que nos protegerían en todo momento, que no habría víctimas. —Claro que eso es una mentira, pero la mujer se lo creía con tanta fuerza que no hay ni una pizca de temor en su voz. Esto les permite entender al grupo que el ejército los engañó y todos ellos se dirigen a una muerte segura.

Una gigantesca sombra cubre el pueblo entero, obligando al grupo a observar el cielo. La iris de la Princesa se vuelve tan pequeña y tiembla como sus propias manos, mientras que el aliento se le escapa de la boca al ver tres gigantescos dirigibles que se dirigen lentamente hacia el hogar de los Snowstroms.

El pueblo entero se levantan de sus asientos, reuniéndose y formando filas, como si fueran a una excursión. Solo que en vez de tomar fotos del paisaje, asesinarán y morirán por una cruel mentira.

Al ver cómo el líder del pueblo da un discurso emocional, la princesa cierra su puño con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven blancos, para levantarse y correr a interrumpir dicho discurso, tratando de advertirles que morirán.

—¡Escúchenme todos, no deben de ir a ese lugar! —Con un grito de súplica, las lágrimas saliendo de su rostro, Kyara se los pide. —¡Están yendo a una trampa, morirán allá.

Solo que los pueblerinos sueltan pequeñas risas, mientras que con sonrisas le dicen que todo va a estar bien.

—No te preocupes pequeña, el ejército nos aseguró que estaremos bien.

—Volveremos está tarde. Solo tenemos que hacer un acto de presencia.

—Ya verás como regresaremos con la victoria en nuestras manos.

En sus rostros no hay preocupación ni mucho menos terror, ni siquiera los que se quedan atrás para cuidar a los niños lloran, solo hay sonrisas y una crédula confianza que todo saldrá bien.

—El ejército les está mintiendo, no regresarán con vida. ¿Piensan pelear contra nuestros socios comerciales? —Pregunta Kyara con su voz temblando.

Solo que dicha pregunta vuelve todo el ambiente tan tenso, los rostros de los pueblerinos cambian por completo, sus frente arrugándose y sus miradas cargadas de desprecio hacia la Princesa.

—¿Qué hay de mi casa? Esas bestias la destrozaron por completo. —Una mujer alza su voz, la cual está cargada con furia.

—¡Mi marido está en el hospital, apenas respirando con mucha dificultad! —Otra lanza un grito cargado de ira.

Los gritos de ira del Pueblo hacen que la Princesa retroceda, quedándose callada sin poder saber que responderles. Todos ellos perdieron sus hogares, sus familiares cuelgan de una pequeña cuerda entre la vida y la muerte. ¿Cómo les puede pedir que no vayan, si tienen razones suficientes para pelear?