Días han pasado desde aquella batalla, días en los que nuestros héroes descansaron en el territorio de los Snowstroms para recuperar su energía y sanar sus heridas. Ha pesar de que la montaña ha sido destruida y gran parte de su territorio está en ruinas, tuvieron una cama cómoda y suave que les permitió descansar mejor.
Justo ahora hay pocos Snowstroms limpiando su hogar, recogiendo piedras y tratando de reparar sus hogares con los pedazos de madera destruidos que hay en el bosque que casi desaparece por la pelea. La gran mayoría esta en cama recibiendo tratamiento médico. Quizás se queden así durante los próximos meses.
La Princesa y nuestros héroes están en una sala amplia como el terreno de una casa, con tan solo un trono imponente de piedra, el trono del Rey. En estos momentos Kyara tiene su cabeza agachada, ofreciendo disculpas por todo lo sucedido, dado que es lo único que puede hacer por el momento. Lo está haciendo para no ganarse una enemistad con los Snowstroms, a pesar de que Zephyro le insiste en que no debe de bajar nunca la cabeza, que es una Princesa.
—Lo siento mucho. Se que no hay manera de compensarles todo lo que les hicimos, pero le prometo que buscaré a los culpables y les haré pagar por todo lo que hicieron. —Con las mejillas rojas manchadas de vergüenza lo dice Kyara, sintiendo bastante remordimiento en su pecho.
—No necesita de disculparse. Levante la cabeza, Yo comprendo que usted ni su grupo no tienen nada que ver con dicho ataque. —Una voz grave resuena por toda la habitación, es la del líder de los Snowstroms. Kyara levanta la cabeza lentamente, su corazón descansando al saber que no habrá más peleas, o eso es lo que ella cree. —Aunque no puedo ignorar lo que nos hicieron. No la culpo a usted Princesa, mi ira está dirigida hacia aquel que mandó dicho ejército, su hermano.
El corazón de la Princesa comienza a latir de nuevo con fuerza, lo puede escuchar claramente retumbar en sus oídos, mientras siente que el aire le falta a sus pulmones con cada palabra que escucha del líder.
—Quizás por el momento sea imposible, pero la posibilidad de una guerra entre ambos Reinos es algo inevitable.
—No tiene porque serlo. No tenemos porque matarnos entre si. —Con una voz a punto de romperse, Kyara suplica que lo reconsidere, a la vez que lágrimas de impotencia salen de sus ojos.
—Lamentablemente es imposible, ustedes atacaron a los míos y casi nos extinguen. Aún así, le vuelvo a repetir que mi odio no está dirigido hacia usted. Comprendo que usted es como su madre, noble, justa y de espíritu bondadoso. Por eso le ofreceré mi ayuda para que usted sea la nueva gobernante.
Las palabras de el líder resuenan en la mente de la Princesa, una luz se presenta frente a ella, una manera de evitar muertes indiscriminadas. De su boca sale una pregunta que resuena como esperanza. —¿Me está diciendo que si yo me convierto en la líder, no habrá guerra?
—Si usted es la líder, estoy dispuesto a negociar un tratado de paz, dado que usted parece entender más las consecuencias de la guerra y está dispuesta a hablar. En cambio su hermano es todo lo contrario, intentamos dialogar y solo recibimos un ataque injusto que casi acaba con nosotros.
El corazón de la Princesa se calma y una idea surge en su mente. Sabe que será difícil, que debe de centrarse en su misión de obtener las joyas, pero un objetivo reluce en su mente, sabiendo que deberá de traicionar a su propio hermano, su familia para salvar a su Reino y toda la gente que ahí habita.
—Al menos le pido tiempo, solo un poco. —Apretando la tela de su vestido con fuerza, la Princesa hace esa petición.
—Tres meses. Ese es el tiempo en que a mis hombres les llevará recuperarse y prepararnos. —Lo dice el Rey con un rostro que indica que no habrá manera de negociar el tiempo.
Aun así, es suficiente para que la Princesa acepte. —De acuerdo. Es más que suficiente.
Kyara aún no sabe como logrará reunir todas las piedras en tres meses y quitar a su hermano del trono, pero algo se le deberá de ocurrir.
—Por cierto, recibimos esto de la capital de su Reino. —Con una mirada el Rey le pide a uno de sus guardaespaldas que le entregué una carta a la Princesa.
Kyara toma el sobre con cuidado y sus ojos se abren casi por completo al reconocer el sello de la flor dejando caer una gota de agua. Sabe que es importante, por lo que con prisas rompe el sobre y saca la carta, para comenzar a leerla. Sus ojos muestran una expresión de horror, sus pupilas volviéndose pequeñas y temblando ante el contenido de la carta, a la vez que su rostro se llena de sudor y sus manos tiemblan. De inmediato se voltea y con voz a punto de romperse en llanto pide ayuda al grupo de Ban.
—Tenemos que volver a casa ahora, mis aliados han sido arrestados por el estúpido de mi hermano.