El Ascenso Dividido.
El grito de Seraphina, magnificado por el transmisor de Atlas, resonó en los Alpes Japoneses. El impacto emocional de la mentira (que su madre fue ejecutada por su propio padre por traición a La Vigilancia) fue devastador para Kira.
Ella sintió que el mundo se abría bajo sus pies. El miedo y la ira se mezclaron con una duda paralizante sobre todo lo que creía. ¿Podría Vance, la persona en quien más confiaba, haberle ocultado la verdad sobre su madre?
Kira aceleró su ascenso, usando su furia para superar la fatiga. Su velocidad ya no era estratégica; era un escape emocional.
El Enfrentamiento de la Verdad.
En la cumbre, Vance había quedado congelado por la brutal jugada de Seraphina.
—¡Es mentira, Seraphina! ¡Es una manipulación! —gritó Vance, desesperado.
Seraphina sonrió con crueldad. —La verdad a medias es la mentira más letal, Elías. Tu Capitana está dividida. Y una líder dividida es una líder derrotada.
Ella se dirigió a Atlas. —Él tiene el Pergamino. Olvídate del Protocolo por ahora. Captúralo, Atlas.
Vance sabía que, con el equipo de Seraphina y el genio de Atlas, el combate físico era imposible. Él no era Kira.
Él lanzó el Pergamino de Metal hacia la pared del Mosaico Atlante. El Pergamino golpeó las runas con un clank sónico.
—¡Si lo quieres, Seraphina, tendrás que venir a buscarlo! —gritó Vance.
Seraphina se lanzó hacia el Pergamino.
La Batalla de la Integridad.
Atlas intentó interceptar a Vance, usando un dron de sujeción. Vance esquivó el dron, pero no pudo evitar el campo de fuerza que Atlas activó para inmovilizarlo.
—Profesor Aelarion —dijo Atlas, su voz robótica—. Su resistencia es admirable, pero inútil. La tecnología siempre gana a la carne.
Vance, inmovilizado, activó un pequeño pulso disruptor en su muñeca, una herramienta diseñada por Nido. El pulso no rompió el campo de Atlas, pero lo desestabilizó.
El Mosaico Atlante reaccionó al Pergamino que lo había golpeado. Las runas se encendieron. Una hendidura se abrió en la pared, revelando un pasaje estrecho.
—¡El Santuario se abrió! —gritó Seraphina, recuperando el Pergamino.
Ella miró el pasaje. —¡Atlas! ¡Quédate y encárgate del Profesor! Y asegúrate de que Kira entre... sola.
Seraphina desapareció en la oscuridad del pasaje, llevando el Pergamino de Metal.
La Llegada de Kira.
Kira llegó a la cima. Vio el Santuario, el helicóptero estrellado y la figura de Vance inmovilizado por un campo de fuerza.
Pero lo primero que vio fue a Atlas, frío e inexpresivo, con un terminal en mano.
Y lo que más le dolió fue la mirada de súplica en los ojos de Vance, que no podía hablar. La mentira de Seraphina había creado una grieta entre ellos.
—¡Kira! ¡No la escuches! —gritó Vance con su comunicador, superando la inmovilización.
Kira, con el corazón roto por la duda y la ira, se dirigió a Vance.
—¿Es cierto, Elías? ¿Me has ocultado algo sobre mi madre? ¿Mi vida ha sido una venganza?
Vance sabía que no había tiempo para la verdad completa. La vida de La Vigilancia y la historia dependían de la confianza.
—¡Sí, Kira, te he ocultado una parte! ¡Pero Seraphina está manipulando todo! ¡Ella es la verdadera asesina! ¡Tienes que seguirla! ¡El Corazón de la Atlántida es la única manera de detenerla!
Kira dudó por un momento. La ira contra Vance era real, pero la amenaza de Seraphina era inmediata. Ella miró la entrada del pasaje.
—Me encargaré de ti después, Elías —dijo Kira, con una voz helada que nunca había usado con él.
Ella se lanzó sobre Atlas. El combate fue rápido y brutal. Kira, usando su rabia, golpeó el campo de fuerza de Atlas con una fuerza inusitada, abriendo una brecha en su defensa digital. Atlas cayó.
Kira no se detuvo. Ella entró en el pasaje del Santuario, persiguiendo a Seraphina y buscando respuestas, dejando atrás a Vance y a la verdad que ahora los dividía.