BESTIA
ʚ•☪•ɞ
(Londres - Inglaterra)
Albemarle park.
Diciembre de 1799...
Arrepentimiento.
Las idas y venidas.
Los años de dedicación, en conjunto con el esfuerzo.
Absolutamente todo tirado por la borda como si su tiempo, a la par de sentir no hubiese valido un mísero chelín.
Una sola cosa.
Una única infeliz petición, y no pudo cumplirle como él lo hizo desde el inicio.
No tenía ningún derecho a robarle ese momento.
Era su venganza, las ansias de verlo sufrir, de advertir tras años de amargura como se revolcaba en el dolor.
Ese sentir que lo llenaría de satisfacción, pero ni siquiera consiguió apreciar la exhalación de su último suspiro, porque la carta llegó casi dos semanas después, y el cuerpo fue enterrado en España por petición expresa de una persona que conocía demasiado bien.
Ese malnacido tuvo un final del que él hubiese deseado ser responsable.
No ella.
No Luisa de Borja.
Esa mujer que con el paso del tiempo se convirtió en su todo, y en ese momento solo se reflejaba en atisbos de nada.
Tanto que dio por su alma.
Cada maldito sacrificio.
Lo que arriesgo para mantenerle a salvo.
Todos los sentimientos que se obligó a silenciar para tenerle de alguna manera cerca.
Las veces en que resistió el impulso de siquiera mirarle dos veces.
Como poco a poco ella se internó en cada parte de su ser con todas las atenciones.
La manera en la que lo entendía y escuchaba, las veces que le prometió que estaría para el siempre.
Esos labios que fueron su perdición, pero que se tragó el sentir porque no era reciproco.
Y nunca lo seria.
Él pudo dar la vida por ella, por sus hijos.
Lo hubiera entregado todo.
Porque eso era en lo que se convirtió aquella dama.
En lo único bueno que pululaba a su alrededor.
Un absoluto que con excusas vacías sencillamente le rompió el corazón.
Y dolía más que cada maldito signo de maltrato que tenía en su cuerpo.
Ni las cicatrices que poseía en cada extremidad, le originaron tanto padecimiento como lo que esta le hizo.
Traiciono su confianza, rompió el acuerdo.
Y ahora...
Quedo vacío, sin ilusiones de poder siquiera advertirla de frente nuevamente.
Había perdido a su familia, a una parte importante de su vida, y eso lo tenía hecho pedazos.
Fue un error conocerle.
Acercarse en primera estancia.
Dejarse invadir por la curiosidad que le profería.
Resguardarse en la excusa de tener algo en común, como la erradicación de un mal.
Cuando lo principal que le hizo acercarse a ella, fue el poder curiosear con más profundidad esa luz que pocos notaban.
La indagación a todo lo concerniente a su actitud, cosa que lo embauco y cegó.
Y luego...
...
Desistió de la idea de descansar cuando el cerebro no tenía planeado lo mismo que su entidad, así que despegándose del cuerpo desnudo que tenía sobre el suyo con delicadeza de no ir a despertarle, se sentó en la cama pasándose las manos por el rostro tras de un suspiro cargado de todo menos alivio.
Ni siquiera disfrutó el encuentro por estar visualizando a alguien que no estaba.
Y que nunca tendría en su lecho de aquella manera.
A decir verdad, no sabía lo que estaba haciendo, pero de lo único que era consciente es que su accionar se hallaba más que justificado, y se valoraba cansado de obrar por el bien de los demás, dejando atrás el mutuo.
Hasta por ella puso en segundo plano sus ganancias.
Incluso caviló seriamente en abandonar su interés primario.
¡Que imbécil!
...
Al advertir que no podría reposar, más si era con alguien al lado se puso en pie y después de cubrirse con una bata, salió de los aposentos con ganas de internarse en el despacho para buscar un poco de regocijo, y de paso auto flagelarse leyendo las últimas palabras que tubo de esta, pese a que a aquella misiva nunca le daría contestación.
Cuando estuvo en el lugar indicado, sin dilación se acercó al aparador para tomar una copa, no pensándoselo en demasía.
Recordando como su quebradero de cabeza le inculcaba que, los asuntos con licor lo único que producían era embotar la racionalidad.
Y eso es lo que quería hacer.
Dejar de lado la objetividad, porque si especulaba con cabeza fría haría lo correcto, y eso era lo que menos deseaba.
Porque se sentía en extremo dolido.
Esa mujer le quito las tres cosas más importantes de su vida, en unas cuantas líneas.
Le arrebato su venganza, le despojo de lo notablemente bueno que poseía del pasado y le hurto lo único compasivo que avistaba en el futuro.
Su motivo para respirar...
Ella.
Ahora las fuerzas para luchar por ser mejor se trasformaron en ansias de sangre, no importando si fuesen de inocentes.
Los haría a todos culpables antes sus ojos.
No importaba las consecuencias, solo saciar sus ánimos negativos, que no eran pocos.
Apretó la copa ya vacía entre sus manos, después de dejar que quemase el licor en su garganta.
Refrenando la necesidad de estrellarla contra el suelo.
No deseaba despertar a la mujer que yacía en su lecho.
Y no era precisamente por compasivo.
Es que le fastidiaba su simple esencia.
Se dirigió hasta el escritorio caoba de madera, y sentándose en aquella silla que era ocupada anteriormente por su verdugo, se dispuso a abrir el único cajón que permanecía con llave, ese mismo que días anteriores le reveló parte del pasado.
Del pensar de aquel desquiciado.
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Editado: 24.12.2023