BESTIA
ʚ•☪•ɞ
Octubre de 1800...
Días.
Semanas.
Meses.
Las madrugadas transcurridas, en las que no dejaba de recordar, a la par de releer eso que tanto sentir le ocasionaba.
Que le calentaba las entendederas al punto de robarle el buen humor, que poco había logrado rescatar al estar alrededor de Abigail, y velando por el bienestar de una Princesa.
No precisamente haciendo la última por su alma caritativa, sino porque algo le decía que sería clave para alguno de sus tantos procederes, solo que aún no deducía cual en específico.
La visitaba diariamente desde que supo de su identidad, para estar al corriente con respecto a su salud hallándole con el paso del tiempo casi compuesta en su totalidad.
Sus heridas externas cicatrizando con premura, no obstante, no se atrevía por el momento a preguntarle cuestiones profundas, puesto que no le apetecía conocer sus razones para huir, solo en que las utilizaría a su favor, pero cuando se sintiera a gusto con eso, indagaría.
Con respecto a su hermosa esposa, esta continuaba siendo un bonito florero fastidioso en su casa, sin embargo, bajo sus bríos al saberse amenazada por la presencia de la mujer que ultrajó, pudiendo ser reprendida por su mal actuar.
Algo cohibida, aunque sus desplantes no cesaban, logrando que tuviese un par de palabras con aquella que terminaban tomándose la cama de los aposentos que compartían para retozar, no precisamente por debilidad a su cuerpo, más bien para olvidar, pues la encontraba como una distracción frívola para no pensar en esa cita a la que no había querido asistir, porque sabía antes de siquiera pretender pisar de nuevo el Averno, que es lo que suscitaría en ese lugar.
Siendo dos palabras concretas que definían la situación:
«Desastre colosal»
No solo a sus entendederas, si no para su alma.
...
Suspirando con pesadez, mientras se fumaba un puro en medio de la noche a las afueras de la propiedad, rememoró una de las primeras de tantas charlas que se volvieron tan indispensables en su diario vivir, ocasionando que la nostalgia invadiera su pecho, haciendo doler ese órgano vital, que lastimosamente tenía y lo peor del caso es que latía por su persona.
«—La noche siempre es consciente de los ánimos que ocasionan ciertos asuntos que no estamos dispuesto a revelar, por el simple hecho de que nos hacen vulnerables— le tomó por sorpresa su intempestiva intromisión.
—¿Existe algo que te haga apreciar humana ante mis ojos? — soltó en tono irónico tratando de apartar el nudo en su garganta, sin poder hacerse a la idea de que la mujer que tenía al lado intentaba indagar sobre algo que no entendía del todo, y él tampoco estaba dispuesto a soltar porque ni siquiera sabía que era lo que le hacía falta compartir.
Conocía lo de su venganza al pie de la letra, por eso no dilucidaba en que le restaba hacerla participe.
La miró de reojo, pudiéndola apreciar con su ropa de cama, negando con la vista puesta en la noche, esa que, aunque un poco nublada sin importar que fuese primavera dejaba ver algo borroso el astro crecido, que brillaba suprema, no queriendo advertirse opacada.
—Dicen que la luna llena provoca que una parte de los lobos salga al descubierto, hasta que ese lado voluble sea expuesto como medio de desahogo— expuso tratando con sutileza de tocar el punto clave.
—No soy un animal— rebatió intentando parecer indiferente.
—No fue mi intensión darte a entender tal cosa— esbozó con tono serio—. Pero eso no quiere decir que el comportamiento humano no se asemeje al de estos seres vivos, que aparentan no tener raciocinio— no dijo nada, solo le admiró.
Apreciando embelesado como la luna iluminaba las cuencas marrones aceradas, dando atisbo de que se viesen volubles.
Místicas.
Atrapantes.
Avasalladoras.
Perfectas.
...
» Por eso he de confesarte que, aunque soy metódica y calculadora por naturaleza siempre me ha parecido un verdadero estasis poder actuar por Instinto, sin pensar en las repercusiones— tragó grueso relamiéndose los labios—. Poder expresarme sin tener miedo a que eso lo utilicen de manera negativa en mi entidad, como si tuviesen el derecho a juzgarme solo porque el creador les dio el privilegio de respirar.
—Pues no parece cuando tu primera reacción al evidente inconveniente fue esconderte, como si le debieras al mundo una fidelidad que no merece— con aquella mirada verdosa que entrecorta la respiración le señaló el vientre poco notorio, que se acarició por instinto con una sonrisa melancólica en los labios.
—Los ambiciones nunca se pueden llevar a cabo por el simple hecho de desearlas— declaró junto a un suspiro cargado de anhelo— ¿Nunca te has detenido a pensar que sería de nuestra entidad si fuésemos personas diferentes? ¿Unos simples mozos o doncellas? — cuestionó llenándolo de curiosidad, intentando comprender a que punto quería llegar.
—Personas llenas de carencias y necesidades— obvió, y esta asintió después de soltar una leve risa que le agito el pecho.
—Las físicas se solventan con las manos que son instrumentos para laborar— afirmó de acuerdo—. Puesto que el resto sería más fácil, porque se puede sufrir por anhelos prohibidos, aunque estos no son tan imposibles como lo que acarrea un título u odio generacional.
—Es un pensamiento un tanto idealista viniendo de ti— respondió a la defensiva, votando el humo con parsimonia, embelesándola con el vaho que resultaba para los pocos conocimientos en esos ámbitos de la dama un verdadero espectáculo.
#980 en Otros
#194 en Novela histórica
#203 en Detective
#163 en Novela negra
erotica maltrato psicolgico, erotic romance, dolor desamor venganza odio eleccion
Editado: 24.12.2023