El CorazÓn De La Bestia (el Lobo De Albemarle) Inadecuados I

EL SUFRIMIENTO DE LA BELLA

RUPTURA

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(Londres – Inglaterra)

Almack's.

Octubre de 1800...

El salón de baile a reventar.

Los carnés de las más hermosas damas, solícitos al extremo de tener que rechazar a los hombres más pudientes y atractivos con profundo pesar.

Las charlas superficiales ahondando, y el ponche no haciendo mella en las gargantas secas de las mujeres, que poseían los pies adoloridos de tanto danzar.

Lo mismo ocurriendo a una en particular, que, escabulléndose de la vigía de su madre, se internó por los pasillos ubicando un lugar solitario en el cual poder respirar.

Necesitaba aire, un poco de vitalidad que le estaba robando ese lugar atiborrado de seres inadecuados, que pretendían hacerse a sus favores como si fuesen su igual.

Hasta el momento ningún Lord le parecía a su altura, unos demasiado bellos, pero con las harcas tan minúsculas como su carisma, otros en los estándares de lo aceptable, no obstante, tan disolutos, que un matrimonio repleto de amantes llenaría su vida, dejándola relegada en el campo por ser un estorbo.

Siguiéndoles los mortalmente aburridos, que su plática solo resaltaba sus inexistentes cualidades.

Y los feos, esos que por más carisma que tuvieran y título perecedero, se denotaban más impropios que los cazadotes con belleza extrema, que dejaba de lado, al ser más bellos que su persona.

Suspiró con pesadez.

Por lo menos estaba en su primera temporada, era hermosa, su padre ostentando un título en extremo aceptable, y su dote no era para nada despreciable.

Daría con el indicado, porque no consideraba al único rescatable de la velada, puesto que no era su tipo, una lástima porque su hermosura no la podía hacer relucir por encima de su personalidad hostil.

...

Se internó en los jardines de la propiedad, dejando que la absorbiera el laberinto de setos para apaciguar su desenfreno, hasta dar con un asiento de mármol para descansar sus pies.

Intentó ubicarse en este hasta que escuchó una conversación, o en ese caso una discusión que la puso atenta, queriendo acercarse lo suficiente para apreciar quienes eran los causantes de aquel espectáculo, digno de ser resaltado en la columna de Lady Chatty.

Abrió mucho los ojos tapándose la boca, cuando una voz en particular se le hizo conocida.

Eso tenía que ser un obsequio del creador.

Dirigió la vista al cielo nublado a punto de desbordarse.

Pudo haber hecho algo, pero no le nació.

Esa dama insufrible necesitaba ayuda, pero ¿A ella quien se la otorgó cuando la precisó?

«Por lo que más quiera no lo haga»

«Lo que más anhelo es a ti, así que no me pienso detener hasta ver mi deseo realizado»

...

Meneó la cabeza para salir de esa maldita pesadilla constante que resultaba ser su letargo permanente.

Cuando arribara a su residencia, no importando la hora se metería a la tina un par de horas.

La suciedad no se iba con nada.

Tragó grueso cuando escuchó los gritos amortiguados.

¿Y si por esta vez...?

Antes de que pudiera dar rienda suelta a ese cuestionar, dos voces la hicieron respingar.

El del salvador, quitándole la carga de ayudar a alguien tan despreciable, como le resultaba Lady Freya Allard, y la segunda que venía de sus espaldas, la cual pegó el pecho contra ella y le tapó la boca con una mano, ahogando el quejido que fue ocasionado por la turbación del momento.

Su pecho subió y bajó aceleradamente viendo las pesadillas pasar con rapidez torturante por sus ojos, quedándose paralizada, y casi a punto de romper en llanto.

¡No!

¡De nuevo, no!

Solo siendo unos segundos, porque nada en ese lugar le impedía que se defendiera.

Que actuara.

Que se dejara ultrajar.

—¡Shhhh! — el susurro en su oído no menguo la angustia de verse acorralada contra el arbusto de setos, así que eso solo hizo que se revolviera más—. Aún el karma no le cobra su falta de humanidad— la voz conocida hizo que cesara sus esfuerzos por luchar.

Porque, aunque no lo aparentaba en absoluto, era alguien de fiar.

Intentó acompasar su respiración, y latidos del corazón mientras este la separaba de su cuerpo, instándola a que lo enfrentara, topándose con aquellos iris que ocasionaban adicción a las descerebradas de sus nuevas compañeras de veladas, en ella solo un leve cosquilleo al no poder ignorar lo que un simple escrutinio de su parte provocaba.

Era extremadamente apuesto, una lástima que tampoco lo apreciara como uno de sus prospectos.

—No me puede afectar, cuando en ninguna parte dice que es obligación auxiliar al prójimo— contrapuso respirando profundamente para regresar a sus cabales, viendo como este la admiraba de hito a hito, poniéndola inquieta, al punto de pasar su peso de un pie a otro para intentar apartar la incomodidad de su presencia.

Es que era extremadamente bello el condenado.

» Así que los instintos de salvadora me los puedo ahorrar, cuando lo más importante es mi entidad— lo vio negar con diversión, apreciando como poco le importaba el bienestar de los demás.

Cosa que era cierta, ella resultaba lo primordial.

El resto de la humanidad podía esperar.

Se arregló su vestido de muselina de tono perla, casi igual al del resto de debutantes, con la leve diferencia del corte, dándole un aire sensual maduro que calentaba la sangre.

No pasando desapercibido, que por un momento el hombre que tenía en frente paseaba la mirada con detenimiento por sus curvas embebiéndose de la imagen, llenando el ambiente de una tensión diferente.

Mientras se pronunciaba otra palabra, pudo apreciar como después de una disputa los pasos se alejaban.




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