BESTIA
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Ni bien la tuvo en aquella zona poco adecuada para los menesteres que no daban espera, en vez de soltarle le recostó contra una pared cercana para poder degustarle en esa posición.
La urgencia se extendía por cada parte de su cuerpo, famélico por absorber cada espacio de su esencia.
Porque para su desgracia, cada que saqueaba su boca en vez de calmar su sed, apreciaba el desierto en su garganta, queriendo que su fuente directa le otorgara vitalidad.
Viéndose como una bestia, que ansiaba la jugosa carne de su presa, aquella que se hallaba jadeando cada que restregaba su erección contra aquella entrada, que era obstaculizada por la tela que tapaba sus cuerpos.
Gruñó atacando su labio inferior, soltándolo con rudeza cuando apreció el sabor metálico de la sangre. Obteniendo como respuesta un gritillo, que ahogó con su boca siguiendo con las embestidas de su lengua, que no le daban respiro.
La instó a que se sujetara con más fuerza de sus caderas utilizando las piernas, cuando dejó de apretar su trasero para poder subir las manos por su estrecha cintura, hasta llegar a la parte inferior del inicio de sus senos, frenando en ese punto en específico. Solo rodeándolos, como si estuviese delineándolos. Advirtiendo como la torturaba al no seguir avanzando.
En conjunto con esa acción, disminuyó el movimiento de su boca propinándole leves roces con sus labios de forma tentativa, mientras pasaba la lengua por la herida que provocó, no con ánimos de lastimar, si no ante la sensación de querer probarla por entero.
Hasta del líquido carmesí que le daba parte de su vitalidad.
Apreció como abría los ojos con los labios entreabiertos, soltando aceleradamente el aire, a la vez que pestañeaba intentando visualizarlo con los ojos enlagunados del deseo.
—Creí que no pensaba castigarme —soltó con la voz temblorosa por el deseo, ocasionando que sonriese de medio lado, a causa de las vibraciones expectantes de su delicioso cuerpo.
Porque no necesitaba valorar al entero su rostro, cuando todo su organismo le gritaba que se hundiera dentro de él.
Si no, que pese a su propia necesidad quiso de alguna manera dilatar el momento para darle las dos caras de la moneda.
Su premio, a la par de castigo.
—Que no me convenga privarme de ti, no significa que no me apetezca darte una lección —en esa ocasión le chupó el labio superior, abandonando su boca para trazar un camino de besos hasta llegar a su oído, susurrándole unas palabras que la instaron a abrazarlo con más fuerza por el cuello para no caer —. Una que, si acatas cada mandato te dará lo que tanto estas anhelando —se estremeció entreabriendo los labios, juntando sus pechos como queriendo que se fundiesen.
—¿Me... me dolerá? —eso hizo que detuviese su próximo movimiento, intentando implementar distancia entre ambos bajándola de su regazo.
Negándose a que la apartara de su contacto, consiguiendo que la mirase con un brillo de peligro en sus ojos verdosos, que dejaba notar la advertencia de lo que podía sucederle si no se expresaba con cuidado.
» No... no me malinterprete amo, solo ...
—Sigues sin aceptar, pese a mis acciones que no soy como ese bastardo —no pudo evitar que el siseo le saliese dolido.
Como si con cada acción implementada a su favor, le afectase por el simple hecho de no proporcionarle la seguridad que necesitaba para dejarse llevar.
Y no lo pensaba por la forma en que el deseo se agolpaba en su cuerpo por ella, si no, porque, ante todas sus manifestaciones que gritaban protección, por más de que la entendiese, sus dudas con respecto a su persona le ofendían.
Él no era un monstruo, por lo menos no el de sus pesadillas.
Por el contrario, lo único que pretendía es que aquello se difuminase, hasta el punto de solo quedar como manchones de su vida que la subirían hasta el nivel en el que en un futuro se hallaría.
—Si fuese como el, no... no sentiría mi intimidad tan encharcada de solo esperar el momento en que decida volverme a tomar —eso hizo que se abalanzara con fiereza sobre su cuerpo, estrechándole contra la pared, apoyando las manos en esta. Dejando en medio su cabeza mientras lo instaba a seguir, meneándose contra su erección aprovechando que en ningún momento dejó que la bajase de su cuerpo.
—Te vas a quemar —sus ojos boreales chipearon, esperando que tirase el cerillo que encendería esa hoguera, que eran sus cuerpos en esos momentos.
Porque los dos sabían que quemarse podía ser su juego predilecto, si ellos eran los protagonistas.
Lo tomó del cabello, enredando sus delgados dedos en estos jalándolo en el proceso. Acercándolo a su boca para dejar la tarea de hablar para otro momento.
No sin antes decirle un par de palabras que le hicieron perder la racionalidad.
—Se lo repito amo, si le es conveniente calcíneme —con eso volvió a abordar su boca codiciosa.
Deslizándose hasta el suelo.
Ese que se hallaba frio, y áspero al no ser cubierto si quiera por una misera alfombra.
Era un sitio de armamento, no un lugar para practicar aquellos menesteres, sin embargo, pese al siseo de la rubia al sentir el frio en su espalda, ninguno le prestó especial atención porque eran el enfoque del otro.
Los movimientos, y las caricas del otro siendo su único punto de análisis.
Se relamió los labios cuando se alejó de está quitándose el pañuelo, ya de por si desajustado dejándolo a un lado, no siendo por mucho tiempo olvidado, porque Bella se hizo a este con una mirada divertida, de niña traviesa nueva en ella, que le hizo agitar la polla apretándose en sus pantalones.
—Si bien está siendo indulgente a darme un premio por mi deplorable actuación, también es un hecho que esto solo lo hace por el mutuo placer que nos genera —tenía un punto, si no, su benevolencia fuese nula.
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Editado: 24.12.2023