El CorazÓn De La Bestia (el Lobo De Albemarle) Inadecuados I

XXII | FUEGO

Hola mis amores.

He vuelto después de terminar de escribir la historia de Archivald.

Si todo sale como espero habrá capitulo una vez por semana de nuestro lobito, así que esta historia viene con toda.

Antes de que inicien con la lectura, recuerden que estos personajes cometen errores y su sentido de la moral no esta muy bien encaminado, empezando porque su cabeza trabaja de diferente manera.

Tienen traumas y problemas que tratan de solucionar como pueden, por eso les pido que disfruten la lectura y no asuman hasta que la historia se siga desarrollando.

Sin mas que añadir, espero sus reacciones.

Feliz domingo.

Ahora si...

A leer !!!

Les ama.

Jen <3

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BELLA

  

(Gerrard's Cross - Buckinghamshire)

Bulstrode Park.

Junio de 1805...

Tenia el autocontrol a punto de mandarlo a la mierda.

Y no le servía ni la imagen, ni mucho menos el recuerdo de su primer intercambio de palabras de frente, cuando lo había evitado por todos los medios, valiéndose de cualquier instrumento a su alcance.

No quería perder los nervios, pero, claramente no podía aparentar cobardía por mas tiempo cuando seguía siendo su “amo”, y le debía obediencia, a la par de que tenían que tratar las situaciones que les competían sin intermediarios en la medida de lo posible.

«—La doble moral es lo más fascinante que se ve en esta sociedad —se atrevió a hablar y enfrentarle después de escuchar que había quedado solos, con el corazón repiqueteándole en los oídos y la respiración a punto de traicionarle, pero se contuvo y con la sensualidad que la caracterizaba salió de las sombras para dejarse ver sin metros de diferencia, ni personas que pudieran obstaculizar su intercambio.

La bella y la bestia enfrentados de nuevo después de tierra y años de por medio.

Se posó frente a sus ojos, y por un momento temió caerse al suelo.

Las rodillas le temblaron, y de milagro logró refrenar un jadeo cuando se apreció absorbida por sus belleza y ojos verdes, que no les perdían pisada a sus movimientos dándole señales confusas que no podía permitir que la trastornaran más de la cuenta.

Tenía un objetivo, y no podía volverse a distraer por nada del mundo.

A duras penas sobrevivió de su primer intento de deshacerse de Edmund, como para volverlo a arriesgar todo solo con una mirada que le estaba robando las ideas.

—Lo dice la belleza que sonríe sin demostrar lo rota que se puede hallar —sus ojos boreales brillaron divertidos con la aseveración, siendo imitados por los de este.

Como diciéndole sin palabras que le había echado en falta.

Eso que tenían, aquello que no se encontraba tan fácilmente y lo decía por experiencia, y…

Se estaba perdiendo, y no podía ser tan fácil extraviarse.

No.

Se negaba a dejarse absorber por su magnetismo tan rápido.

—No hay nada más dotado de hermosura, que la perfección que se forja a base de remiendos —el orgullo esbozado en cada letra.

Levantando el mentón, haciendo que sonriese de medio lado con un brillo salvaje en sus ojos.

Tan avasallante que le llegó a la boca del estómago.

—Indudablemente —aceptó relamiéndose los labios, mientras paseaba la vista por cada curva de su cuerpo, que estaba enfundado en un vestido de paseo celeste.

Consiguiendo que apreciara de manera casi palpable, como si sus manos le estuvieran recorriendo el cuerpo con pericia.

Como recolonizando su territorio.

—Suerte con su intento, amo —se giró para seguir los pasos de Lady Fleur Somerset, sonriendo para sus adentros por no haber caído a la primera tentativa de nada, porque sin palabras o actos lo había hecho todo.

Pero no se lo permitió, puesto que fue más rápido y la tomó del brazo haciendo que se quejase pese a que no le infringió fuerza al agarre.

Los ojos verdosos brillaron con fiereza, mientras se zafaba con brusquedad.

Su tacto le quemaba, y se estaba yendo por un precipicio.

Y si la volvía a si quiera rozar no respondería por sus actos.

Se lanzaría a sus brazos, a esa boca y lo obligaría a arrancarle la ropa.

—Volvió a hacerlo —la violencia en cada letra.

Dando por sentado que sin su protección no era nada.

Como si estando alejados esa muñeca rota remendada la volvieron a hacer añicos.

Y podía sacarlo de su error, pero seguía viéndola como alguien inferior que le prestó servicios de cama y que arriesgaría la vida por él.

Y no estaba lejos de ser real.

No se mentía, y hasta lo aceptaría con orgullo, pero…

—No debería preocuparse, cuando nunca le interesó de verdad —eso sonó filoso, lleno de reproche y hasta de rencor.

No lo pudo contener, porque si se hubiese tomado el trabajo de averiguarlo sabría cómo había intentado matarse para tenerlo a raya.

Ni siquiera se tomó el trabajo de preguntar a la mujer mas importante de su vida.

Su Isa.

Porque sabía perfectamente que ahora trabajaba para ella.




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