El CorazÓn De La Bestia (el Lobo De Albemarle) Inadecuados I

XXIV| ELLA

BESTIA

 

 

—¿Qué haces aquí, Black? —rugió molesto en un susurro Sebastien, adentrándolo a su habitación, mientras Abigail se tapaba con parsimonia el cuerpo desnudo, al denotar que este no venía solo —¿Bella? —tensó la mandíbula al advertir su presencia.

No la esperaba, mucho menos al lado del sapo rastrero, como si no hubiese ocurrido nada.

Como si aquel no tuviese en la mente dañarla.

Mierda.

Así como tampoco tenía presupuestado que lo viese en esa situación comprometedora, pese a que era la oportunidad idónea para demostrarle que podía pagarle con la misma moneda.

Pero no con ella.

No sería tan mezquino.

Por lo menos, no teniéndola a tan pocos pasos, y después de verla tan vulnerable que aún le dolía el pecho de solo rememorarlo.

Abigail se estaba poniendo en bandeja de plata.

No había cedido pese a su remarcada desnudez, y su cuerpo en parte expuesto, pero tampoco tenía planeado darle alguna explicación.

 Si él se jodia, ella no tenía porque quedarse atrás.

—Lamento interrumpir, amo —claramente interpretaba un papel estupendo, porque no se veía para nada afectada, por lo menos para el ojo corriente que no era capaz de leer sus expresiones, pues continuaba con la tez un tanto pálida, los labios resecos y los hombros tensos —, pero, necesitamos darle un mensaje —quería tocarla, y saber que estaba bien.

Que había recobrado al completo el suelo, pero solo se limitó a guardar silencio esperando a que le diera el mensaje.

Aunque tubo con un solo movimiento antes de exponer sus razones para ser incordiado, lo que tanto le carcomía el cerebro, pues con un asentimiento de cabeza, y una gesticulación contundente:

«Gracias a su fama soy intocable» —fue más que suficiente para aligerar su pecho.

» Black —apremió al Barón —. Te estas demorando. Antes resultabas más efectivo —gruñó en respuesta, pero la obedeció.

No estaba en posición de ponerse a discutir con Aurora cuando no le llegaba a los talones.

—Se han ido —para esos momentos era de madrugada, y pronto amanecería —. El carruaje sospechoso que te comenté al inicio de la noche antes de irte con Lady Stewart ha desaparecido —los ojos boreales titilaron de ira, pero no se dejó ver afectada —, y no hay rastros de Lady Allard y Somerset —predecible, pero eso no era lo que quería decirle Aurora.

Su belleza no habría ido solo para hacerle de mensajera sabiendo donde estaba, y con quien se encontró antes de llegar a los brazos de su inmaculada esposa.

—¿Y cómo es que no te diste cuenta, imbécil? —bramó molesta Abigail, tomándose la palabra.

Ella pretendía regresar con el hombre que le hubiese bajado las estrellas en el pasado, pero era tan crédula que no notaba que estaba perdida desde antes de siquiera considerarlo.

Los golpes recibidos, hace apenas un par de noches no le habían hecho efecto.

Continuaba con su superioridad de mierda.

—Apenas pudimos darnos cuenta de que faltaba —lo dicho,

No tenía una excusa valedera para sacarse en limpio.

Los hombres de Somerset y Beaumont hicieron una buena pantalla —no tenia algo mas rescatable que decir el sapo rastrero.

Solo excusas.

¿Por qué es que seguía respirando, que con el pasar de los segundos era más distorsionada la respuesta?

Estaba aliado con el ángel caído.

Pero ¿Por qué no lo había matado antes de eso?

Porque ese imbécil tenía sin saberlo protección de los socios del ajedrecista al ser como el padre de Abigail, uno de los inversores monetarios de la causa.

Aunque con él era un poco mas de cuidado por la sencilla razón de que tenía una información en su poder, que ni siquiera sabía que portaba, pero que iba de la mano con el título heredado.

Y al no saberla, pudo haber hecho el camino más fácil.

Sencillo de liquidar, pero eso lo convirtió en alguien peligroso cuando lo tenia en su poder sin saberlo, y demasiado necesitado por las personas incorrectas.

Entre esas él.

¿Y que era?

Tan sencillo como revelar que, en la creación del universo, de las leyes divinas y del error de cálculos de un creador que no se conformó con su primera creación humana, queriendo rozar la perfección se empeñó en forjar un ser que volara la cabeza en todos los aspectos, y con eso forjarse como la dueña del mundo sin mover un solo dedo.

Claramente era por una mujer.

¿Qué mujer?

La misma que lo trajo al mundo.

Esa misma que fue sacrificada sin consideración.

La cual dejó algo sin que se diese por enterado, pese a los recuerdos vividos con su entidad, sin saber que se lo estaba perdiendo cuando atando cabos, tenía mucho sentido si tomaba en cuenta la larga temporada que pasó en la casa de Adler antes de huir con su madre.




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