El CorazÓn De La Bestia (el Lobo De Albemarle) Inadecuados I

XXXI| PROMESA

Hola mis amores.

Antes de que comiencen a leer el cap quiero recordarles cuan importantes son para mi, gracias a ustedes es que me animo a seguir escribiendo.

También quiero que sepan que aunque faltan caps para que se termine esta historia, esta cerca del final.

Recuerden que transcurre entre Lady sinvergüenza y la trilogía de Luisa y Alexandre así que tendrá algunos diálogos de estas historias pero desde el punto de vista de Sebastien y Aurora.

Antes de irme, quiero decirles que la historia de freya, la de Archivald y Evolet, y la primera parte de la de Luisa y Alex ya están en físico y digital para quienes las quieran adquirir.

Las ediciones quedaron preciosas.

Pronto la de Ángeles  y Duncan también estará disponible, solo que quiero hacer unos pequeños cambios para que este del todo como deseo, pero nada del otro mundo.

No siendo mas, espero que les guste el cap, espero sus reacciones porque al parecer hay un nuevo personaje.

Ahora si.

A leer!!!

Les ama.

Jen <3

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BELLA

Le resultaba curioso, que desde que recordaba, antes de tratar un tema trascendental primero se deshacían de la ropa, librándose de los miedos con cada arremetida de sus cuerpos.

Como si con los jadeos placenteros una barrera se estuviese bajando entre ellos.

Como si fuese la única manera de verse vulnerables sin sentirse expuestos, porque los dos estaban en igualdad de condiciones.

Siendo de esa manera en ese momento tras la liberación mutua, con los cuerpos perlados por el sudor, las emociones exorcizadas, y la respiración errática golpeando, retumbando en las paredes de la estancia mientras el ritmo de sus corazones regresaba a la normalidad, aunque estando al lado de Sebastien Keppel, que se saltase unos muchos latidos resultaba ser lo más normal que le pasaría si tenía en cuenta, que lo de ellos no es que fuese común desde que se conocieron.

Para esos momentos se ubicaba boca abajo con la espalda descubierta, y la mejilla pegada a la almohada, disfrutando de las caricias calmadas que dejaba en su espalda y la erizaban como si fuese lo más habitual entre ellos.

Como si esa cercanía no los abrumara con lo peligrosa que se tornaba al no poder dejar las cosas claras, sin que ellos antes se libraran de lo que los frenaba para finiquitar eso que se les salía por los poros y ya no apetecía ocultar.

—A ciencia cierta mi madre nunca me movió hasta los extremos de estar enfrascado en una disputa que me dejaría disecado por dentro —cuando de por sí ya estaba muerto le faltó por decir, pero que los dos lo supieran era suficiente para no expresarlo en voz alta —. Ni las acciones más desesperadas la traerán devuelta, por eso pensaba seguir mi vida, hasta que…

—El peso de las acciones de terceros te hizo replantearte la existencia completa, para que girara entorno a un verdadero motivo, que valía más que tu propia tranquilidad —el silencio por un momento se sintió asfixiante —. Deberías leer eso que tanto has esperado —lo animó, pues sin verlo sabía que su mente estaba puesta en esos papeles.

En respuesta le dio un beso en la columna en todo el centro de su espalda, haciendo que se estremeciera, mientras el lado en el que estaba perdía peso, escuchándose unos pasos, para al instante estar de regreso, mientras cerraba los ojos escuchando su respiración.

Dándole el tiempo para que se expresara, o solo sirviéndole de apoyo moral para que afrontara una verdad, que si hubiese tenido el valor hace rato la conocería, porque no hubiera sido difícil arrebatarle las respuestas al mayordomo, cuando le era leal como pocos.

Y eso lo hacía más humano ante sus ojos, porque le demostraba que tenía miedo.

Que en alguna parte de su cuerpo seguía viviendo ese niño asustadizo que perdió el único motivo para ser feliz y vivir de verdad, y por eso ratificaba que era la decisión acertada a la hora de querer proteger al chiquillo en el interior del hombre, porque velando por sus intereses resguardaba los propios.

Salió de sus cavilaciones cuando carraspeó como preparándose para leer en voz alta las confesiones del que fue su monstruo particular, porque él también tuvo uno, ese que, sin importar que no fuese su sangre, solo por venir de la mujer que idolatraba debió procurarlo con la misma fuerza que a la misma, pero dejó que el gen de la destrucción lo envenenara a tal punto de autodestruirse llevándose consigo casi todo lo bueno que tenía el pelinegro.

Eso que quería como nada que recuperara, para que asi no necesitase de nadie para guiarse.

No importándole dejar de serle útil.

«septiembre de 1778.

Hace mucho no me sentía asi.

Con una alegría asfixiante como veneno que intoxica cada parte de mi alma, porque no puede ser posible que lo que me dice sea cierto.

Que después de jugar y eliminar todo lo bueno que tenía para darle, ahora me salga con que le dé el beneficio de la duda.

Que podemos iniciar de nuevo.




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