El CorazÓn De La Bestia (el Lobo De Albemarle) Inadecuados I

REAL

SOLO FALTABA UNA BATALLA PARA SER SUYA DE VERDAD

BELLA

 

(Londres – Inglaterra)

Cheshire – Chester.

Dunham Massey Hall.

 

Nada es para siempre.

Es hora de que todo tome su verdadero rumbo.

Que todo caiga por su propio peso, porque la bestia y su belleza necesitan su propio y terrorífico final de cuento.

Hay que decidir quién de los villanos es que sale vencedor, porque hay víctimas, pero nadie lo suficiente mártir para parecer el sumiso del cuento.

Sebastien y Aurora necesitan un cierre.

Claman por saber el desenlace o bien sea el verdadero inicio de su amor.

Sin importar los obstáculos.

Solo falta la última prueba por superar.

El ángel caído, y sus esbirros.

Esos que en su momento elegirán bando.

Solo es cuestión de un poco más de tiempo, pese a que se está terminando.

Tic, tac.

El reloj de arena está colapsando.

—¿Le eres fiel a tu sentir, Oliver? —pregunta la rubia de ojos boreales en tono sensual después de que Edmund la ha dejado sola tras la provocación de la que a duras penas se pudo controlar.

Ya no le temía.

Conocía perfectamente sus alcances, pero ahora el no podia siquiera llegar a imaginar los de ella.

Tenía la tarea aprendida y superada en el campo practico, por eso es por lo que ni bien estuvo lejos Oliver, su amigo más leal, porque estaba lejos de ser el sirviente del ángel caído, aunque este se lo hiciera pensar entró sin siquiera llamar.

Inundando su alcoba con aquella virilidad que cortaba el aliento, teniéndola como punto de enfoque sin demostrar ninguna de sus emociones.

» ¿Qué es lo primero que piensas cuando se te viene a la mente el momento en el que tienes que elegir entre tú y yo?

Era un descaro por su parte, pero el castaño solo seguía mirándola sin demostrar algún tipo de malestar por su osadía.

Era oscuramente atractivo.

Poderoso era la palabra correcta, y se merecía hasta una mujer a su altura, aunque creía que no existía.

No mismo le pasaba con su Bestia, pero por eso se estaba formando como la idónea para desempañar ese papel.

—Las elecciones tienden a ser aburridas cuando puedo tener lo que se me apetezca sin perder nada en el proceso —Aurora rio sonoramente por su comentario.

Era audaz como pocos, y odiaba perder cuando podia tenerlo todo.

—Siempre he pensado que tienes mente de ganador —halagó, porque le parecía apropiado hacerle saber de alguna manera de que de verdad lo veía y consideraba, aunque para ella nunca fuese una opción —, pero no sé si es suficiente para hacerte merecedor del premio que quieres en cuestión —con esa simple alusión de hacerlo menos para equilibrar la balanza, consiguió que la tomase por la cintura hasta que sus cuerpos quedasen pegados.

Era un hombre verdaderamente hermoso, pero no lo suficiente para sacarle de la mente al pelinegro que estaba velando por su futuro juntos.

Al que ella querría para siempre.

—Al final sabremos el resultado —sus respiraciones se mezclaron y por un momento sintió deseo de probar esos labios.

De entender que tan potente era ese sentir que se guardaba.

—El optimismo puede ser un buen comienzo para ganar guerras, pero no para hacerme abrir las piernas —se relamió los labios ansiosa sin ceder al capricho de su cuerpo necesitado, porque llevaba demasiado tiempo sin ser mimada como se merecía.

Esperando a su lobo para que le poseyera de una sola estocada.

—No rogaré —se tragó un suspiro.

—No quiero que lo hagas —se la estaba poniendo difícil.

—Tampoco quiero ganármelo —se mordió el labio cuando sintió que le cosquilleaba.

—Porque nunca será tuya —el deseo ante la virilidad y superioridad que desprendía no le ganaba al sentir puro que combinaba lo mejor de los dos mundos.

—No lo esperé —sus ojos marrones brillaron demostrándole lo peligrosa que era esa conversación.

Que no era de los que se conformaban.

Que ese punto no habia quedado cerrado, solo pausado para cuando fuese el momento indicado.

—Porque eres lo bastante inteligente para saber que es un no rotundo —entre otras cosas.

—Jugaré con las probabilidades, y pondré en una balanza si su coño es lo suficiente valioso para echarme encima a Europa entera —quiso besarlo, pero se abstuvo.




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