El corazon de una bruja maldita

-Quiero verte morir humano, ese es mi único deseo.

He meditado continuamente en qué secuencia se deben cumplir las reuniones que tenía este día. Estaba aquí de forma diplomática, pero, también quería hacer algo por las brujas que estaban en las tierras humanas de forma injusta, antes o después de la guerra se habían exiliado a brujas que no merecían aquel destino. No había sido responsable de algunos, pero, después de la guerra había sido una bruja inmadura y antes de mi mandato, había reyes y reinas ciegos de poder.

Calculé y esperé tener la paciencia necesaria, media cuáles deberían ser mis palabras. Los mortales olvidaban rápido, y nuestra especie, vive demasiado, nunca dejábamos ir algo tan fácil. El dolor que aún latía en mi pecho, era una tontería vieja para los humanos, algo que ya debería estar olvidado, pero para alguien que podría recordar cada lunar de un ser humano, era complicado.

Me levanté del asiento y salí de la habitación que me fue asignada. Aún estaba sorprendida de que los humanos hayan construido más que un campamento, era una especie de pequeño pueblo que distribuía bien a los mortales e inmortales.

Tenía 199 años, sabía que la forma de vestimenta que hoy utilizaría revelaría las intenciones que tenía con este lugar, no podía aparecer con un pantalón de cuero portando arco y flecha, tampoco podría aparecer vestida de blanco como una paloma mensajera, estaría disfrazando un lobo de oveja. Opté por un vestido digno de una celebración, el verde olivo resaltaba el bordado dorado y como algunos tonos de verdes se incluían en el vestido de mangas largas y gran longitud en su cola suelta.

La melena estaba medio trenzada con flores de margaritas, dejando la mayoría del cabello se formara en ondas. La corona se posaba en mí, majestuosa e imponente, la corona que presentaba a dos especies. Dorada con piedras preciosas en verde y los anillos de diferentes tamaños en mis dedos, decorando mis largas uñas color vino.

Comencé a moverme a la salida de mis aposentos. Era la casa más grande de la zona de brujas, parecía un lugar hogareño y podría confundirse como la casa de un humano de clase alta, no era molesta, estaba tan cerca del bosque que solo necesitaría caminar 30 pasos y estaría en el corazón del mismo.

Tomando aire e ignorando que hace mucho tiempo no asistía a estas celebraciones, caminé hacia las calles y ahí estaban, filas de mi gente esperando una orden. Todas las naciones acompañan a sus líderes y esperan para darle comienzo a este festival.

Monté mi caballo y después lo cabalgué de forma minuciosa, el pueblo caminaba detrás de mi, vestían de seda y satín, todos traían coronas de flores, adornadas de cintas y pequeños dijes de oro y plata.

Las 4 naciones desfilaban entre sí, ninguna se unía o chocaba. Ninguno de los líderes se miró para comprobar qué expresión tendría. El camino se hizo difícil al llegar al centro de aquel campamento, los humanos eran desorganizados y asustaban a los caballos.

Una mediana estructura estaba en medio de todo, pintada con runas, elementos, oro, plata y algo que parecía sangre en representación a los inmortales, huesos para representar a los humanos.

Sinceramente ¿Olvidaron que todos tenemos huesos?

Desmonté y me dirigí al lugar. Miré aquellos rostros nuevos y a cuál nación representaban.

¿Soy la última soberana viva? Aquella pregunta me hizo darme cuenta de que, no sabía sus nombres. Seguro tengo la edad de sus madres. ¿Eso debería avergonzarme o hacerme sentir como los hechiceros de gran barba?.

No me había imaginado nunca con barba, y no me gustó la imagen que visualicé.

Una sala con una mesa redonda y 7 sillas nos recibió. una silla para los humanos, otra para los vampiros, una para mi nación, las otras cuatro eran los gobernantes de las naciones elementales; fuego, agua, aire y tierra, todos conviven con la madre tierra, pero diferentes a su vez y territoriales. A veces me sorprendía cómo gobernaban, no una sorpresa desagradable, una que me causaba respeto.

Todos tomaron asiento, no me molesté en describirlos, ya que, si esto no termina en tragedia, tendré dos meses y medio para mirarles con cuidado.

La última en pasar fue una mujer alrededor de sus 30 años humanos. Su cabello llegaba hasta sus hombros, tenía una piel tan prolija que ninguna peca se atrevería a aparecer.

¿Envidia de su piel? Tal vez. Si no le quitaba la cabeza podría pedirle las cremas que utilizaba.

—Majestades, les doy la bienvenida. Me presento— habló antes de sentarse, haciendo una reverencia que ninguno respondió— Odette Mahoganny.

En realidad, todo quedó en silencio antes de que ella se sentara.

—Lamento si algo no es de su agrado, es mi primera luna roja—explicó colocando sus manos en su regazo.

Todos coincidieron con ella. Se miraron entre sí, para después observarme. Era un recordatorio de quién tenía más experiencia en ese lugar.

Según las tradiciones; el inmortal con mayor edad debe iniciar presentándose, además, siempre llevar la batuta en el comienzo y el fin de las reuniones, todos los soberanos deben decir cuántas lunas han visto.

— Genevieve Avalon. Reina de las naciones de la magia y alquimia, señora de la magia y el arte de la ciencia— di mi presentación, sin levantarme— Es mi cuarta luna, primera como reina.

Todos se quedaron quietos al escucharme hablar, como si viesen algo viejo y poderoso. Era poderosa, más no vieja.

¿Estarán enterados que no saben disimular o debo recordárselo?. En serio, me miran como si tuviese un milenio y me faltase un ojo.

—Señoría, me presento. Darius Macalliter— el actual rey de los vampiros se levantó para reverenciarme— Actual monarca de los vampiros y señor de las tierras de la noche. Si no me equivoco, tuvo el honor de conocer a mi padre.

—Su padre tuvo el honor de conocerme— corregí mirándolo, como si fuese un niño en apuros— Lamento la pronta muerte de su padre. Estuve en su coronación— al recordar esos momentos, había algo que solía fatigarme— ¿Su hermana no estará presente en ninguna ceremonia?




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