POV:GENEVIEVE
Estaba sentada en una de las terrazas de mi castillo, una bata de seda envolvía mi cuerpo y mi cabello estaba suelto.
Observaba la capital de Calmaria; Verena, como jóvenes brujas caminaban por las calles, como hechiceros iban de la mano con su pareja o como los caballos jalaban el carruaje. Mire el horizonte y como en el centro de las calles pobladas estaba un gran árbol gris.
Aquel era el árbol de la vida. La magia que se nos fue robada fue extraída de ese lugar. Ahora era un inmenso árbol gris, pero antes estaba repleto de hermosas flores y hojas que nos daban aire. Debió caerse hace décadas, pero se mantenía firme. Lo utilizábamos como recordatorio de la guerra, como enseñanza hacia los más jóvenes.
Aún sacrificábamos un poco de magia para darle una parte de nuestro don. Muchas razas se sorprendían cuando se daban cuenta de que una tierra mágica se restableció sin una fuente de poder. Pero, el secreto estaba en cada gota de sangre que había dado.
Era una mujer poderosa, pero, ahora era un poco lenta. Había sacrificado la mayoría de mi sangre y magia en mis tierras.
Nunca me había preocupado sacrificarme y que mi magia se agotara, al fin de cuentas mi tiempo estaba condenado.
No había buen liderazgo sin un poco de sacrificio a tu alma.
Pero, volviendo al punto inicial y estando consiente que estaba en Calmaria y no en kupula con los demás reyes era porque tuve una pequeña crisis. Todo esto se ocasionó por un mal consejo, que sabía que era malo, pero decidí tomar por ser una tonta vulnerable.
Aún recordaba las palabras que me llevaron a tomar tal decisión.
"Majestad, creo que debería cambiar su guarda ropa para el festival. Los humanos suelen ser un tanto sensibles"
El peor consejo. Solo tenía 8 días en ese lugar y solo me había vestido con trapos que pasaban desapercibidos. Esa no era yo. En realidad me gustaban las joyas, los corsé decorados con relieve y ser una mujer llamativa. Yo no estaba destinada a pasar desapercibida, no me importaba quien fuese inseguro.
Había lidiado con hombres inseguros que temían de mi fuerza y a todos los he aplastado.
Cuando me desperté en la madrugada y decidí vestirme para estirar mis piernas, solo pude mirar lo que estaba en el ropero. Nada que fuese mi estilo, nada que cautivara mi esencia y eso me mataba poco a poco.
¿Por qué acepte ese consejo?
¿Acaso buscaba aceptación de los humanos de forma inconsciente?
Eso era estúpido.
Después de entrar en aquel estado de conciencia, donde note que detestaba cada tela que me había vestido durante 8 días, solo tuve una solución.
Quemarlo todo. Uno por uno, desgarrados y quemados por fuego azul.
Le envié los pedazos que quedaban a mi modista de confianza. Él sabría qué hacer.
Tome a iris en mis brazos y la coloque en mi regazo.
Volví a observar como las fachadas se teñían de un hermoso color cuando el sol estaba en un punto más alto. Como la arquitectura alta y llena de detalles en su estructura tenía el protagonismo de Verena.
En las calles había islas que dividían los rieles, todas decoradas con flores y diversos colores que nublaban la vista. Todo estaba repleto de detalles y relieves por doquier.
Escuche la puerta abrirse y la persona encargada de resolver mi problema estaba ahí. Él no dijo nada, solo camino y se sentó en la butaca que estaba al frente. Llevaba un corsé plateado con incrustaciones de perlas y plumas en el borde.
—Querida, recibí tu ropa quemada. ¿Estás bien?— cuestiono.
La gruesa voz de la alta figura me atrapo, el cabello rubio, sus rasgos finos y pómulos pronunciados eran igual de hermosos el rayo de sol que cubría sus pestañas. Los ojos lilas me observaban con cuidado.
—Lo estoy. Solo que estaba incómoda con mi guardarropa—admití—Además, me siento fuera de lugar. Y mis pies duelen.
Él abrió sus piernas y golpeteo su rodilla. Me estaba indicando que hacer. Coloque mi pie izquierdo en su rodilla, él la tomo y de inmediato sentí alivio cuando sentí sus dedos presionar en mis músculos.
—No es por decirlo, pero te lo dije. Genevieve, te conozco antes de tu coronación, cuando no había dinero para comprar tela decente, así que corte sabanas viejas y te hace un icónico vestido— recordó— Solo que me quede callado cuando alistaban tus maletas porque entiendo la presión que está en tus hombros y en proceso debe ser complicado.
—¿Por qué no me golpeaste?— pregunte en un susurro— Solo quería... no sé que quería.
—Ocultar tu brazo. Todos tenían mangas largas cuando amas los escotes.
—Los humanos susurran cosas crueles y yo no tengo tanto autocontrol— dije, cerrando los ojos— Deje de utilizar joyas por simpatía y los nobles humanos están repletos de ellas. Me he sentido vacía sin mis gemas.
El hombre que estaba masajeando mis pies era un viejo conocido.
—Me imagino que se acabó, eso de vestirte horrendo.
—Todo depende de que me hayas diseñado.
El cambio de pie, tocando con cuidado mi piel.
—He trabajado como loco estos 8 días porque sabía que te arrepentirías. Por cierto, tengo un nuevo collar que te encantara.
Me quede en silencio, mirando un punto fijo en su ropa.
—¿No quieres venir conmigo?—cuestione.
—Sabes que odio a los humanos, podría despellejarlos a todos y aun mi furia estaría intacta—confeso, calmado y sin expresión— ¿Aún no tocas el tema de traer impuros a nuestras tierras?
—Muller—dije su nombre, una advertencia— ¿Cómo esperas que los mestizos se adapten con gente como tú?
—Lamento mis palabras. Pero, ya sabes, no hay nada de mí que esté bien después de todo lo que hemos tenido que pasar.
—Lo sé, entiendo tu molestia, pero ellos no tienen la culpa. Además, ser de la primera línea de sangre no te hace merecedor de una batuta.
El dejo mis pies en la alfombra y me ayudo a colocarme de pie. Comenzamos a caminar por los pasillos, la alfombra de color vino y las paredes blancas me recibieron. El mármol y los retratos de mis antepasados estaban colocados en el mismo lugar que desde hace una década. Había brujas recorriendo el lugar, muchas empleadas y otras investigadoras.