El corazon de una bruja maldita

-Usted trajo dos copas, y yo estoy aquí. Sudado de perseguirla y usted, agitada

POV: GENEVIEVE

Tenía 10 días en el campamento, ahora estaba desnuda mientras revolvía cada rincón de mi habitación. No podría explicar los destrozos que había hecho en mi búsqueda o cuántos gritos habían abandonado mi garganta. Las brujas habían venido apresuradas, solo habían conseguido a una mujer histérica que podría matarlas con facilidad.

Mi querido broche.

Aquel que me había acompañado por décadas había desaparecido, ayer lo tenía y hoy solo parecía un recuerdo entre las reencarnaciones. Si este era un truco de la magia, me conocería realmente.

Iris me veía con curiosidad, estaba echada después de haber cenado. Ella había construido un nido debajo de la cama y solo gruñía si alguien se le acercaba. No sabia si le caia bien del todo, pero estábamos en la misma habitación, asi que debo tener su aprobación.

Había repasado cada miserable segundo, cada palabra, el mínimo momento y ni siquiera la magia había podido rastrearlo. No había un olor diferente, así que nadie lo había robado, aunque no podían, la pieza tenía mi sangre, siempre debía estar conmigo.

¿Dónde carajos estaba mi broche?

Estaba a punto de rasgar mi piel de la rabia, quería jalar mi cabello y destruir mis manos en el proceso. Siempre había querido deshacerme y volverme a armar en estas situaciones. En cada situación que podía no podía controlar, quería morir.

Ni siquiera recuerdo donde lo había comprado, quien lo había realizado o si había sido un presente. Solo sé que siempre había estado ahí conmigo y después había desaparecido.

Este accesorio era parte de mi.

En la reunión que había tenido en la mañana ni siquiera le había prestado atención a sus palabras, solo podría recopilar lo que hice para perderlo. Aunque debí hacerlo, estaban hablando de algo relacionado con la distribución de pesca de uno de los países elementales, me interesaba.

También la reunión con las brujas para el primer evento que tendríamos. Estaba mas en mis recuerdos que en la propia realidad.

Me senté entre los vestidos revueltos en el piso y acuné mi rostro entre mis manos. Frustrada y algo aburrida decidí retirarme a la alcoba que le tocaba a Feredik.

Antes de vestirme camine hacia el calendario que tenía al lado de la cama. Estaban tachados los diez días que habíamos estados aquí.

Solo faltan 75 días para que esto termine y no había visto a la creadora de las guardias o llegado a un mínimo acuerdo. Tampoco había visitado algún pueblo humano o explorado demasiado.

También faltaban 75 para...

Bueno, eso no importaba, iba hacia Feredik.

¿Qué estaría haciendo? Si estaba con una chica fingiría no haber visto nada y me devolvería. Una plática conmigo mientras tomábamos vino no estaría mal.

Pero antes, coloque un camisón de seda color lila que llegaba hasta los muslos y una bata del mismo material que envolvía mi cuerpo. Ignore la ropa interior, siempre lo hacía, no me preocupaba que se marcara los senos o caderas.

Los humanos le daban demasiada importancia a la ropa interior. En realidad solo yo la evadía.

Baje las escaleras hacia la despensa que siempre me dejaban, ya que siempre había pedido estar sola. No era que me molestaran los seres a mi alrededor, al contrario, quería una amiga, no una conocida o cortesana. Una amiga de verdad, pero todas me veían solo como su reina y ya. Aquello me frustraba, pero no podía resolverlo de una forma simple.

No era una mujer demasiado alegre, de ninguna forma. No conocía una diversión que no fuese el alcohol y el desvelo que sucedía entre amantes. Era una bruja que no tuvo adolescencia, solo hubo un salto entre la niñez y la adultez.

Así que, entendía a las brujas que no querían ser mis amigas. Cuando se acercaban intentaba tener una platica, pero todos recordaban quien tenían enfrente.

Era la reina, no una indolente.

Solo tenia un amigo, el hombre que era mi prometido.

Mire de nuevo la despensa. En ella conseguí una botella con un vino concentrado y dos copas medianas. El vino era algo espeso, parecía sangre. Nunca había sido partidaria de beberla, en realidad las brujas no la necesitábamos, no éramos vampiros. También tomé algo de tabaco para el momento.

Feredik necesitaría alcohol para escucharme hablar sobre mi broche.

Invoque a la magia, el acúmulo dorado se hizo presente sin ni siquiera dudarlo. Aunque estábamos molestas. Tal vez haya dicho algunas cosas no agradables cuando no logre conseguir mi broche.

Antes de direccionarme, mire mi reflejo en un espejo en forma circular para poder peinarme. Necesitaba peinarme, era un hecho que también había decidido ignorar, pero ya era inevitable.

—Parezco una humana— dije con desagrado. La magia se tornó extraña—¿Qué? Los humanos siempre dicen que parecen brujas cuando están despeinadas.

Estaba trenzando mi cabello cuando mis ojos me traicionaron de la forma más cruel que había. Mire mi cuerpo en el espejo, limpio, sin manchas, como si nunca hubiese sido testigo de una maldición que azotaba mi vida o las cicatrices que aún sangraban.

Me quedé quieta, casi perpleja mirando mi reflejo. Era imposible aquello que estaba presenciando.

Me coloqué derecha, mirando rápidamente mis manos y comprobando que el espejo me estaba traicionando. Tenía razón, todo era mentira. Pero, eso nunca había pasado. Una punzada algo repentina me hizo tambalearme y necesitar sostenerme de la pared mas cercana.

¿Qué carajos?

Era la primera vez en 170 años que me pasaba algo tan extraño. Deseaba que fuese la primera y última vez que sucedía.

¿Me estaba volviendo loca?

¿Esta era la última fase? ¿La demencia?

Negué de forma apresurada, estrujando mis ojos y regañando mi corazón que estaba saltando en mi pecho

¿Qué carajos me estaba pasando?

—Encamíname hacia él, hazlo antes que sea tarde— pedí, aun aturdida.




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