POV:SALVATORE
En realidad utilizar este dibujo no era tan difícil como lo había pensado en algún momento. Envié alguna que otra carta a Genevieve en el trascurso de dos días. Solo respondió cuando escribí una frase sin pensar al final de una carta.
"¿Con qué sueñas últimamente, Genevieve?"
Su respuesta fue algo corta, pero me dejo con demasiadas dudas.
"Suelo tener pesadillas, hace más de un siglo no tengo un sueño de una forma decente. ¿"Y tú, con quien sueñas"?
No respondí a esa carta. ¿Qué podría responderle a una reina? ¿Qué la noche anterior había soñado con ella, pero al despertarme solo había frío? Merecía la muerte si de malos guardias se trataba.
Eran pasadas de las 10 de la noche.
Había llegado hace horas a la mansión que por décadas había sido de los Salvatores, hasta llegar a mi posición. Eso le había comunicado hace un rato a Genevieve y para mi sorpresa, mi runa había comenzado a vibrar sin activarla.
La desactivé antes de recostarme un rato. Mi cuerpo estaba húmedo aun por la ducha. No estaba desnudo gracias a una toalla. Extrañaba mi casa, mi hogar y cada esquina silenciosa de ella.
Cerré mis ojos y coloqué un brazo encima de ellos. Me concreté en dormir, pero un cosquilleo en mis manos y un pequeño sonido me alertó.
—¿Esto es una invitación a tu hogar o es otra clase de invitación?—pregunto una voz de la nada.
Me levanté rápido, dándome cuenta de que estaba indefenso. Aunque no fueron necesarias las armas después de mirar quien estaba de pie enfrente de la cama.
Genevieve estaba vestida con un camisón de seda y encaje que siempre solía acostumbrar, el color rojo era el protagonista. Su cabello estaba en un moño alto, dejando expuesta su piel. Pero, sin duda su mayor accesorio era la zorra gorda que tenía en brazos y me miraba con sigilo.
Iris siempre solía inquietarme.
—Lamento interrumpirte, debí avisarte antes.
Genevieve se dio la vuelta, pero me levanté con rapidez para impedir que se fuera. Tome sus hombros, deteniendo su paso.
Con temor que fuese acto de la magia, pregunte, aunque mi piel la sintiera.
—¿Eres real?—pregunté en voz baja, colocando mi frente en su hombro—No te vayas, te quiero aquí—admití— Por favor, quédate.
Genevieve se giró poco a poco, no deje de tocarla en ningún momento. Ella alzó el mentón para mirarme a los ojos.
—Estoy aquí, así que, no debes temer—ella me dio una cálida sonrisa— Debo admitir que temblaba de miedo al pensar en venir hasta aquí.
— ¿Así que debo darte la bienvenida?—pregunte en voz baja.
— ¿Eso involucra que termines de desnudarte?
— ¿Quieres eso?—di un paso al frente—Pídemelo y tal vez lo dude.
—Quiero que me enseñes tu mansión, joven humano— me miro con ojos entrecerrados y teniendo media sonrisa en sus labios—¿Puedes enseñarme algo más de la ciudad hoy?
— ¿Vestida de esa forma? Eso es imposible.
—Préstame una capa si tanto te molesta, además, le pondré un hechizo a mis pies.
Respire despacio, intentando buscar una salida, pero no me resiste a final de cuentas, siempre terminaba aceptando. Asentí a su propuesta, después, fue imposible dejar de sonreír cuando comenzó a dar pequeños saltos con Iris en brazos.
Cambiarme y buscar una capa que me haya quedado angosta tuve que realizarlo con rapidez. Genevieve me esperaba de pie en el balcón de mi habitación.
—Hay guardias y otros sirvientes, será mejor que dejemos nuestra expedición para otro momento—dijo, con un tono de voz que partió mi pecho— Es mejor que no me vean.
—Nadie aquí conoce a la majestuosa y respetable reina de las brujas. Solo verán a una hermosa mujer a mi lado—dije, acercándome a ella— Y si te reconocieran, déjalos que piensen lo que deseen.
—Hermosa mujer, claro— susurro, dejando a Iris en el suelo.
Genevieve agarro la capa y comenzó a caminar a la puerta, casi toca el picaporte cuando mi pregunta la interrumpió.
—¿Hay algo que deba enterarme?—pregunte.
—Concéntrate en tus asuntos—respondió con el ceño fruncido.
Ella era mi asunto.
Ambos salimos de la habitación. Las primeras personas en mirarla estaban reunidas en los pasillos. Cada una de la servidumbre estaba en ese pasillo, todas se colocaron con la espalda derecha al mirar su mano y los mechones del cabello.
Me coloqué detrás de Genevieve, ella solo se quedó sin ninguna expresión. Ella ya había vivido esta situación.
El ama de llaves llegó después de algunos segundos. Miro a Genevieve y para mi sorpresa, no demostró ninguna mueca.
—Majestad—dijo reverenciándose— Es un honor tenerla aquí.
Cada una de las personas en el pasillo, imitaron el gesto.
— ¿Me reconoces, humana?
—Cuando apenas era una niña y la guerra era un recuerdo reciente solía escuchar relatos de horror y gloria que protagonizaban su nombre— ella se colocó derecha— Reina de las brujas y majestad de la magia.
Todas las mujeres dieron un sigiloso paso atrás después de escuchar el título.
—Es maravilloso como las brujas como conservar juventud después de años—ella le sonreía a Genevieve.
— Atienda a su majestad como su título lo rige, una reina—dicte, mirando a cada una con una rabia inexplicable— Ahora.
Todo el público se disipó. Dejando a Genevieve estática. Me acerqué aún más, rodeando su cuerpo por completo.
—¿Estás bien?— pregunté, acercándome a su oído.
—Será mejor que solo me enseñes los alrededores o que me vaya y...
Mis brazos rodearon los hombros de Genevieve atrayéndola a mi cuerpo. Coloque mi rostro en la curva de su cuello, cerrando mis ojos y terminando de atrapar su torso.
Las manos de Gen me alcanzaron, rozando mis brazos.
—No te vayas, no cuando acabas de llegar—pedí en un susurro— Te lo suplico.
—Entonces, me quedaré algunos minutos, si tú lo deseas—susurró, trazando una línea en la piel de mis brazos.