POV:GENEVIEVE.
Sostenía con cuidado el vestido. Mi espalda estaba derecha y mis manos se mantenían sobre la tela. Si me concentraba podía sentir como una gota de sudor bajaba por mi espalda.
—Excelencia, se dará inicio a los fuegos artificiales en algunos minutos— me aviso una bruja— ¿Su discurso está listo?
Asentí como respuesta. Se fue dando pasos largos y dictando órdenes.
Era consciente de que todo estaba saliendo bien, que solo debía dar ese discurso y dejar que los demás disfrutarán. De pie detrás de una tarima improvisada que construyeron hechiceros en menos de dos días.
Todos caminaban con rapidez a mí alrededor dando los detalles finales, pero una persona llamo mi atención. Estaba vestida por un extenso velo, un vestido que se arrastraba y guantes en sus manos. Todo de era dorado, pero no un color tenue, era oro puro lo que la cubría.
Di unos pasos para averiguar de quien se trataba y porque solo yo había prestado atención a su presencia. Todos la rodeaban, pero nadie la notaba.
—Majestad, es hora— dijo una voz a mi lado.
Me di la vuelta para darle una respuesta, hice un gesto rápido y volteé a observar a la mujer vestida de dorado, pero ya no estaba. Un escalofrío me sacudió.
—Búscala— le susurré a la magia—Ahora.
Ella no se movió, me abandono de nuevo. Cada que pasaba me sentía mortal y yo, era una matriarca. Intente invocarla, pero se esfumó en mis manos.
Tal vez el dolor no era tan malo si tenía magia. Esperaba que volviera rápido, porque estar en tierras humanas sin ella, se sentía como la muerte.
Comencé a caminar de nuevo, pero ahora en dirección a la tarima. Necesitaba saber quién era y porque estaba ahí.
La multitud se volvió silenciosa. Se detuvieron al mirarme de pie frente ellos, algunos detalles del vestido fueron motivos de algunos susurros.
¿Había sido algo arriesgada mi decisión? Si, tal vez para los humanos era demasiado, pero a mí me gustaba.
Vestía de rojo al igual que mi gente. El escote de corazón sin mangas y una falda lisa con una abertura hasta mi muslo, mostrando como la mancha se extendía por mi piel. Las cadenas en mi cintura y caderas eran de diferentes tamaños, el dorado y el plateado estaban en todos los accesorios. Una pulsera de serpiente se enroscaba en mi muñeca hasta llegar a mi cuello.
No fue necesario el podio para comenzar mis palabras, todos estaban prestando atención a cada movimiento.
—Estamos reunidos, compartiendo sin distinción de raza—dije, uniendo mis manos— Lamentablemente no conozco un discurso de resiliencia humana, pero sí uno sobre mis hermanas. Uno que solía relatar mi madre, y yo lo narre al príncipe. Estoy segura de que él, podrá contárselo a sus hijos y a sus nietos— exclame, mientras mi voz se escuchaba por el lugar— Para entender por qué las brujas vestimos de rojo, tenemos que recordar cuando éramos quemadas y nuestra sangre corría.
Di otro paso al frente.
—Hace mucho, cuando nuestras hermanas aún dominaban el cielo, nuestros pies dolían por bailar y nuestro cabello se enredaba con el pasto. Un hombre, traiciono nuestra confianza y rozo nuestra piel con el alumbre, haciéndonos ceniza— dije, mirando a las brujas y a todo aquel que estuviese a mi alcance— Huimos, tanto que nuestros pies sangraron y nuestro cabello se caía con facilidad, hasta que, Leandra Avalon tomo el fuego y lo enfrento, pero, para su sorpresa, también lo domino. La primera matriarca en domar el fuego, matrona y hermana, bruja imperial y reina eterna.
Todas las brujas del público soltaron un suspiro, mientras su mano era llevada al pecho. Un juramento silencioso que había trazado milenios.
—Nuestra piel nunca fue quemada de nuevo, porque dominamos el fuego. Hay historias que relatan los humanos, o mejor dicho, los relatos de terror que las madres humanas le dicen a los pequeños para dormir—recalque con sarcasmo— Hay una bruja bañada en fuego que vendrá por ti, pero, no quiero sus niños. Deseo que hoy cada humano recuerde el fuego de las brujas como un aliado y como ellas cantan mientras arden.
Aunque el discurso parecía un canto de guerra, era un recordatorio que podíamos ser sus aliadas, pero si ellos daban un paso en falso, arderían en nuestro fuego.
A nadie le dio tiempo de reaccionar, el fuego lleno el cielo. No había color al principio, después solo hubo un azul intenso que inundaba el cielo nocturno. Todos suspiraron al mirarlo, era tan mágico que nadie podía negarse a apreciarlo.
Después vino el color, los fuegos artificiales comenzaron y los aplausos rellenaron el silencio. Feredik se acercó para ayudarme a bajar. Me acerqué a los reyes y me uní a ellos.
Esta era la función final. Había grandes hogueras para que todos danzaran a su alrededor. Comenzamos a dispersarnos, muchos buscaban a sus amigos y otros solo se disponían a hablar con personas desconocidas.
Gracias a la magia, la música se escuchaba en cada rincón del lugar.
Los reyes, jefes de guardias y nobles que formaran parte del consejo estábamos alrededor de una sola hoguera, pero, para mi sorpresa cuando pasaban los minutos, nobles se acercaban a dialogar y bromear con nosotros sin etiqueta.
Podría ser el alcohol o que el momento así lo daba, pero me gustaba conversar. Una humana se había acercado a platicar y se sentó a mi lado por algunos minutos. Ella no estaba borracha, pero si embarazada. Quería informarse sobre la labor de parto de las brujas y como eran asistidas, ya que las brujas éramos matronas por excelencia, una tradición que nos llenaba de orgullo.
Ella, nunca dejo de ser respetuosa, pero era amable y me gustaba que me hablara como una mujer. Me compadecía de los guardias que le tocaba hacer turno el día de hoy.
Al pasar de las horas, la reina humana había invitado a bailar a Feredik. Al principio dudo, pero después correspondió su mano. Uno tras otro, parecía un intercambio de guardias, ya que solo yo estaba sentada mirar a los reyes bailar con guardias de diferentes razas.