POV:GENEVIEVE
Hoy sería el gran día, visitaría las tierras malditas. Para mi sorpresa estaban más cerca de lo que creía, tanto que solo unas horas a caballo y ya estaríamos ahí.
Feredik intentaba convencerme de poder ir. A solos alistábamos el caballo.
—Aun estas a tiempo, puedo acompañarte— dijo, ajustando las correas de la silla.
—Ya sabes mis órdenes. ¿Por qué intentas cuestionarlas?
—Porque debes llevar un guardia, tú y la reina Odette— camino hacia mi lado, mirando el arco en mi mano— Hermana, por favor.
—¡Esto sucedió en mi guerra, no en la tuya! Si voy a resolverlo será ahora, no te dejaré esta carga!— alce la voz, apuntándolo— ¡Mi deber es protegerte, no ponerte frente el peligro! Cuando seas rey tendrás tú propios riesgos, pero no mientras una corona se alce sobre mí.
Feredik se tensó con mis palabras.
— ¿Siempre tienes que ser así?—pregunto— ¿Siempre sacrificándote?
¿Acaso no fue él, quien dijo que la gloria de una matriarca era el bien de su pueblo?
—Te dejaré una responsabilidad mayor que esta. Debes integrar a los mestizos a nuestro-
Federik me interrumpió.
—Lo sé, lo sé. Darle a los mestizos todo lo que la guerra les arrebató y que nuestra gente acabe con los perjuicios— tomo una gran cantidad de aire— ¿No te haré entrar en razón?
—Cuando seas padre me entenderás— respondí colocándome de pie— Educar a un Avalon, es criar a una arma. Debes recodarlo.
—Sí, majestad.
Creía que nuestra conversación acabaría ahí, pero continúo.
—Dijiste que no tocarías un arma en tierras humanas.
—Sospecho que los humanos tienen la idea que soy una mujer indefensa por mi maldición. Cassius me dio este arco cuando le dije que iría a tierras humanas sin un guardia, como consejo me pidió que aliáramos nuestra magia si necesitaba ayuda.
—¿También le pediste un consejo sobre Salvatore?— pregunto con ironía.
—En realidad sí, sabe sobre él.
Feredik dio un paso atrás al escuchar mi respuesta.
— ¿Qué? ¿Creías que no le diría al hombre que me vio matar a miles de humanos y bañarme en su sangre que tenía un reisel?— mi sonrisa fue amplia— A veces olvidas a quien tienes al frente, hermano.
— ¿Acaso él está de acuerdo?
—Lo está, en realidad se rio a carcajadas cuando escucho la historia— admití— Desea venir a comprobar la seguridad, pero si los humanos les cuesta estar a mi alrededor, cuando miren al mismo demonio, no podrán respirar.
—Tal vez puedan adaptarse. Se dieron cuenta de que no eres como su historia lo relata.
—Fui como su historia lo relata hermano...
Feredik se quedó callado, pensando que debía hacer. Me coloqué en marcha, ya era hora de irme.
Cassius Riddel era el jefe de guerra de mi ejército, ahora y hace 150 años. Hubo un tiempo que llegue a temerle. Era cruel como ningún hombre había pisado la tierra pero leal, al igual que el pulso de un arquero. Si lo traía al campamento, podría haber caos al mirarlo.
Un libro humano me describió como una reina envuelta en llamas del infierno y un fiel demonio a mi lado. Cassius era el demonio.
Nuestra conversación sobre Salvatore fue corta y graciosa. Solo me advirtió que debía recordar confirmar nuestro compromiso cuando alguien le preguntara, todo tenía motivos políticos.
La reina Odette me esperaba sobre su caballo, ninguna llevaba armadura, sin embargo, la espada en el costado de su pierna me sorprendió. Estar mucho con los humanos me hacía subestimarlos, olvidaba el caos que anteriormente formaron.
Ajuste el arco a mí alrededor. Debíamos partir en el alba para evitar sospechas. Vestíamos con pantalones de cuero y protecciones debajo de la camisa de mangas largas.
La mayoría pensaba que estábamos en un viaje diferente, todo debía quedar en muy pocas personas. Partimos, la barrera no dejaba pasar directamente a la humana por las fronteras, con la ayuda de capuchas ocultamos nuestro rostro.
El ritmo de los caballos fue continuo, no hubo pausa los primeros 40 minutos del galope, solo cuando los caballos comenzaron a cesar decidimos detenernos. Ocultas en una gran hilera de extensos arbustos, mirábamos pastar a los animales.
El silencio con la humana no era extraño, pero debía informarme de la tierra para investigar. Utilizaría alquimia y magia para contraatacar, debía utilizar todas mis herramientas.
Tenía miedo, temía que esa tierra me comiera viva y mi tiempo se acortara de golpe. Pero yo era la reina, no podía tener miedo, no debía permitírmelo.
—¿Cuánto se ha extendido la tierra maldita?— pregunté, al fin mirando su rostro.
—Vamos al norte del país— dio una respuesta corta mientras miraba su espada.
—Eso no es posible...— susurré, intentando mantener la sorpresa—La mancha comenzó en el oeste. Mi gente entro a tus tierras por el noroeste. ¿Qué hay del sur, como está su territorio?
Ella se quedó en silencio por algunos segundos. Odette se colocó derecha y al fin miro mis ojos. No había una mujer asustadiza, podría reconocer esa mirada. La mirada de una mujer cansada.
—Genevieve, han pasado más de 100 años desde que la guerra termino— su voz fue un hilo de tristeza— Nunca ha dejado de moverse. Más del 60% de la tierra humana no existe.
Ambas hicimos silencio.
—¿Crees que suplicaba frente a todos y me humillaba para que los inmortales estuviesen complacidos? Te lo dije, eres mi esperanza, este campamento es mi última alternativa— se colocó de pie, dirigiéndose al caballo— Los humanos tocan tus fronteras porque no tienen otra opción, tus razas son parecidas físicamente a nosotros, eso les trae seguridad. Pero solo es cuestión de tiempo para que toquen tierras de vampiros y los utilicen como comida.
Hubo un momento donde algo tomo demasiado sentido.
—Tocará mis tierras cuando avance—susurre.
—Tengo meses suplicando tu atención, lo juro, pero yo solo soy una humana que está desesperada y tus fronteras están cerradas. No había forma que un mortal o inmortal entrara en ellas.