POV: GENEVIEVE
Hace algunas horas salimos a escondidas del campamento, apenas estaba comenzando el atardecer. Tomamos como excusa el cansancio del día y nos retiramos.
Continuábamos recorriendo la llanura, tuvimos que desviarnos por zonas boscosas cuando la magia advirtió que un grupo de desconocidos se acercaba, no nos quedamos para averiguar si eran buenos o malos... aunque nadie en estas circunstancias me miraría y decidiría ser una buena persona.
Odette había entendido muy poco de todo este plan, en realidad solo se conformó en venir y parecía agradecida de que la estemos arrastrando a una reunión que ni siquiera la magia podría predecir si era segura o no.
Feredik estaba algo agotado de responder las preguntas de Odette, pero seguía contestando sin protestar demasiado.
— ¿Entonces ustedes si tenían un enorme árbol que les ayudaba a florecer la magia?— pregunto, colocándose a mi lado mientras andábamos a caballo— ¿Eso no es raro?
—Ahora es solo un árbol muerto—admití mirando el camino.
Que su vida haya sido arrebatada, aún era muy recordado entre las brujas.
— ¿Si es un árbol muerto porque aún no cae?
—Nadie lo sabe, es nuestro símbolo de resiliencia — conteste, girándome para observarla.
—Eso es aún más extraño.
Tome un momento para respirar. Eran demasiadas preguntas.
— ¿Por qué crees que sea extraño?
—Tú deberías ser ese símbolo — respondió, mirando las riendas— ¿No eres su reina?
Me quede algunos segundos observándola, sin poder responder darle alguna respuesta sincera. Odette era una mujer que siempre tenía preguntas sin resolver, no podía juzgarla, yo siempre mantenía demasiadas incógnitas y no tenía a nadie que las resuelva.
Mi espalda se irguió en la silla de montar, tomando las riendas y siguiendo el rastro de magia que solo Feredik y yo podíamos mirar. Era curiosa y algo antigua esta forma de invitación.
Creía que Odette diría algo más, pero Feredik fue quien realizo una pregunta para ella.
— ¿Por qué no huiste cuando el rey murió?— Feredik parecía curioso por la respuesta.
Odette no lucia sorprendida con la pregunta. Tendría que golpear más seguido a Fek, en ocasiones no controlaba la lengua e iba por ahí preguntando cosas que se suponía que solo yo sabía. Era un hermano menor en su totalidad.
—Mi padre me vendió como ganado, si regresaba a ese lugar, estoy segura de que me golpearía y volvería a venderme por un menor precio— admitió sin dejar la media sonrisa de lado— Prefiero morir en estas tierras raras que pudiesen lastimarme, que de nuevo las personas que se suponen que deberían amarme, me lastimen sin piedad— tomo un pequeño momento para respirar— Todo de este lugar es raro, pero prefiero luchar por ellos que darle la espalda.
—Es honorable lo que estás haciendo por estos humanos.
Odette sonrió y después se giró a mirarme.
—Ustedes pasan tanto tiempo juntos que dicen lo mismo— dijo mientras sonreía— Se parecen un poco. A excepción que Genevieve no tiene una bruja de frasco debajo de la manga enamorada de ella.
Feredik y yo no pudimos evitar mirarnos al unísono y sonreír con sus palabras.
Mi arco estaba escondido con magia. Feredik y Odette mantenían espadas a su lado y una daga escondida.
Creía que Odette no sabía utilizarla, pero me confesó que con el paso de los días y cuando su cabello comenzó a caerse por el estrés, su único desahogo fue practicar con la espada.
Prefería el arco, siempre fui buena observando, por eso, mi vista nunca fallaba en un blanco.
Estábamos cerca del punto de encuentro, podía presentirlo.
Tenía miedo, un terror que me hacía querer retroceder. No quería que ellas me odiaran, no deseaba que me miraran con rencor.
Tal vez era merecedora de ese sentimiento, la redención que hoy deseaba transmitir, no me hacía exenta de mis pecados.
¿Y si creían que era una reina despreciable?
Era culpable de muchas cosas, de innumerables razones que harían que perdiera un juicio entre el bien y el mal. Admitía la culpa de muchas cosas. Ahora que era una adulta, me juzgaba ferozmente de los actos que había hecho cuando solo era una joven inexperta intentando gobernar una nación en ruinas.
Pero nadie estuvo ahí para guiarme, no tenía quien sostuviese mi mano y me indicara un rumbo, solo manos que sostenían una batuta en cada pequeño error. Cassius me había ayudado en lo que podía, pero él solo sabia de soldados y de control, éramos dos inexpertos en el arte de gobernar.
Cuando tenía extensas reuniones, él solía cuidar a Feredik. Pasaban tanto tiempo juntos que, cuando Cassius no estaba, mi pequeño hermano se enfermaba. A sus ojos éramos sus padres... vaya figuras tenía el pobre, eso explicaría por qué era insoportable.
— ¿Siempre sueles perderte en tus pensamientos?— pregunto Odette mientras me miraba con una mueca algo extraña— No te juzgo, tienes la edad que la madre de mi tatarabuela tendría si aún viviese.
Me tomé un momento para procesar lo que había dicho mientras Feredik reía a mi costado.
— ¿Por qué los humanos suelen compararme con una abuela? ¡Ni siquiera soy una bruja en edad media, estoy en mis años más jóvenes!
—No me culpes, he dicho que vengo de tierras lejanas. Las mujeres de más de 60 son consideradas inútiles.
—Es por eso que, los hombres humanos son unos animales— respondí, algo enojada de aún escuchar a Feredik reírse— Los brujos y hechiceros no llegan muy lejos, en realidad cada raza de hombre. Pero aunque sea los inmortales son conscientes de la fuerza de una mujer... bueno, no hablo por todos.
Odette estuvo meditando mis palabras. Irguió su espalda mientras sostenía las riendas y se quedaba en silencio por algunos minutos.
—Eso explica algunas cosas— dijo en voz baja, mirando de reojo a Feredik.
Creo que, no se tomó a la ligera cuando le confesé que tal vez Feredik no había sido amable con Leah. Feredik iba a protestar, pero ya habíamos llegado a nuestro punto de encuentro.