POV:GENEVIEVE
Ahora podían comprender la fascinación de mis antepasados; entendía por qué eran veneradas y les apasionaba sentarse en ellas para sobrevolar los cielos con ímpetu.
La emoción de poder adquirir una después de extensas décadas era inexplicable. Ojalá hubiese aprendido hace unos años atrás a dejar mi rencor en el pasado y abrir de nuevo nuestras fronteras.
Sin embargo, no terminaba de entender por qué caminaba en línea recta mientras diferentes brujas me rodeaban. Ellas dijeron que debía aprender a equilibrarme, pero yo solo creía que se reían de mí.
Leah me estaba instruyendo con paciencia hace tres días, era una mujer paciente cuando de enseñar se trataba, pero no quería aprender a mantener el equilibrio, deseaba volar sin ninguna explicación previa.
Mi ropa se había vuelto más liviana gracias a que necesitaba comodidad para entrenar de esta forma. Las jóvenes brujas practicaban a mí alrededor, la única diferencia era que ellas tenían 7 y yo pronto cumpliría 200 años.
Aun ni siquiera me habían dejado tomar una entre mis dedos, me mantenían alejada de ellas por mi seguridad o eso trataba de explicarme Leah. Florence, una de las mellizas que intentó acabar con mi vida y ahora ayudaba a Feredik me observaba con detenimiento, cuidándome.
La tensión en sus hombros delataba su incomodidad. Las brujas y hechiceras ni siquiera le prestaban atención, estaban más preocupadas por romper bellotas y que la charla no terminara que de su presencia.
Mi equilibrio me falló, tambaleándome mientras intentaba mirar al frente. Una pequeña risa brotó de una niña a mi lado, apenas tenía 2 años y comenzaba a caminar, seguro podía mantener mayor equilibrio que yo.
Cansada, me senté al lado de Florence. Después de algunos segundos, Leah nos acompañó con una mueca de cansancio. Observe nuestro alrededor, mujeres sonrientes que platicaban sin importar quién estuviese a su lado.
Conversaban entre ellas, sus bocas llenas de frutos secos y sus dedos y labios manchados por el vino. Trenzaban sus cabellos, aconsejando sus trucos mejores guardados. Me recosté en el pasto, llevando algunas moras a mi boca.
Despues de todo, sonreí, sí era gracioso mirarme a mí misma practicar en una cuerda imaginaria. La calidez de la magia me rodeó; luego de un par de días estando rodeada de brujas y hechiceras, la tensión entre ellas se había hecho más liviana.
Una ligera tensión en la magia me hizo reincorporarme y comenzar a buscar de dónde provenía la aguda sensación que me removía.
Ella marchaba hacia aquí con pasos lentos, vigilando todo mientras caminaba con la barbilla en alto, con la espalda recta y los ojos fijos en mí. Nadie la cuestionaba, ni siquiera se atrevían a levantarle la voz o mencionar su nombre en vano.
La primera vez que la vi, ella decidió cuestionar cuándo moriría. La magia oscura arropaba su alrededor, protegiéndola y absorbiendo cada rastro de claridad. No solo era la bruja más imponente, también la propietaria de este lugar y la mujer más quisquillosa que podía existir.
Nerezza Teila.
Me coloqué de pie, caminando en silencio hasta donde ella estaba mirando al resto.
—Parece perdida, señora —hablé mientras inclinaba mi cabeza—. ¿Perdida en su propio hogar?
—Jamás nadie ha logrado desviarme, majestad. He venido a buscarla.
Mantuve mis gestos neutros, mirándola de la misma forma que ella me observaba, intrigante y perspicaz.
—¿Debo seguirla a una habitación? —pregunté, mirando la mansión detrás de ella— ¿O prefiere que mantengamos esta conversación enfrente de todas?
—Deseo dialogar con usted a solas, a las afueras de este lugar —desvió la mirada, notando como todas le estaban prestando atención a nuestra conversación—. Hay una historia que deseo contarle.
—¿Historia? ¿Desea relatar una vivencia?
—Nuestra historia, señora —respondió mientras miraba sus uñas—. Más que una vivencia mía, la supervivencia de las brujas.
Fruncí el ceño con duda, intrigada por sus palabras.
Ni siquiera se detuvo a esperar mi respuesta, comenzó a caminar en dirección contraria mientras suponía que la seguiría.
Antes de iniciar mi camino, me giré para señalar a Leah y Florence. Pidiéndoles que me esperaran juntas en este lugar.
Ninguna camino delante de la otra, manteníamos el paso al unísono. Una extensión del bosque nos recibió, pero a diferencia del bosque que rodeaba las guardias mágicas, los árboles se sentían vivos en este lugar, podía escuchar la magia susurrar y las flores cantar.
Mire de reojo a Nerezza. Poderosa y capaz de intentar asesinarme en este momento si pudiese.
No me ofreció asiento, en cambio, ella se acomodó encima de un árbol caído mientras cruzaba sus brazos.
—¿Has escuchado cómo las brujas conquistamos los cielos? —cuestioné, uniendo las manos encima de su regazo.
—Una historia de resiliencia, claro que la he escuchado —respondí, cruzándome de brazos—. La relaté en el campamento de Luna Roja.
Sus labios se curvaron con ironía.
—La mentira relatada durante décadas es un mito de resiliencia, la verdad escrita en piedra es una historia de amor destinada a fracasar.
—¿Usted estuvo ahí para comprobar que es falsa? —pregunté con sarcasmo.
Quise morderme la lengua al faltarle el respeto a una bruja imperial. Contrario a lo que creía, ella sonrió.
—Antes de que las escrituras fueran quemadas, las sostuve entre mis manos y lloré con ellas, mi pecho se partió en dos y mi alma quiso abandonar mi cuerpo. Una sensación que una bruja experimenta una sola vez—sus ojos reflejaban calma y su magia no se inmutó—. Para captar las escobas, debes comprender su verdadera historia y por qué el amor nos ha hecho volar durante milenios, Genevieve. ¿Qué versión tienes de esta historia?
Suspiré con fuerza, mirando a mí alrededor con impaciencia. ¿Qué versión?
—En realidad no tenemos mucho, solo lo que pasó después. Un hombre traicionó la confianza de una bruja y rozó nuestra piel con el alumbre, haciéndonos ceniza —relaté—. Es la única verdad que conocemos.