El corazon de una bruja maldita

-Te mataré de nuevo. Es una promesa.

POV:GENEVIEVE

Los largos pasillos de la mansión parecían juzgarme en cada paso que daba.

Aun podía sentir el temblor de mi piel, mi cuerpo sacudiéndose contra el suelo mientras todos intentaban sujetarme con fuerza para no seguir lastimándome. Casi todos los intentos fueron inútiles, estaba sumergida en esa burbuja de dolor que me cegaba.

Fue complicado, pero la magia de Feredik me noqueó de golpe, doblegando mis sentidos y haciendo que cayera en un profundo sueño. No hemos hablado sobre el tema, ni siquiera los he mirado a los ojos correctamente desde entonces. Tal vez lo mejor era fingir que nada pasó.

No quería aceptar cuánto tiempo estaba equivocada sobre mi propio idioma. Era inaudito que no conociera mi lengua, todo de mí era inaudito para reinar.

Después de la conmoción, me enteré de dos cosas importantes. Feredik le pidió a Leah que tradujera de nuevo mi maldición, solo significaba que leería mi vulnerabilidad y que tendría que escuchar de nuevo mi atroz destino. Nada más emocionante que eso.

La segunda era una carta redactada por Arlon en compañía de Odette y Abel. Encontraron una cámara escondida que tendría que mirar por mis propios ojos para verificar su contenido.

Leah me miraba de reojo, parecía querer hablarme, pero solo abre los labios y los cierra de golpe minutos después. Florence solo me reverenciaba cada que pasaba por mi lado junto a su hermano Harvey.

Cassius se quedó a mi lado, preocupándose de que no perdiera el equilibrio de nuevo mientras caminaba. Los 5 esperábamos a Feredik y Muller para dirigirnos hacia el castillo de los Magohanny.

Un espejo cercano me reveló mi aspecto, pálido y con ojeras pronunciadas, un cuerpo sin vida caminando por obligación a la corona y al amor a su gente.

Feredik y Muller aparecieron dando un portazo. Muller mantenía una sonrisa cómplice con mi hermano, señal de que algo se les había ocurrido.

No era una buena señal.

—¿Podemos irnos de una buena vez? —pregunté en voz alta, mirando a todos los presentes en la sala.

—No hagamos esperar a los humanos —respondió Muller con un tono irónico, pero nadie rió a su estúpida broma—. ¿Nadie tiene sentido del humor?

Sin mediar palabra, todos unimos nuestras manos. Conjuro la magia para transportarme a través de la runa de comunicación mientras Feredik repotenciaba la magia que nos rodeaba a los 7.

El viaje fue sencillo y sin inconvenientes, aun Leah y los mellizos se agitaban al finalizar el viaje, pero nada que unos segundos no resolvieran para reponer su compostura.

El lugar nos recibió, baldío y sin una gota de magia en nuestro alrededor. Las altas columnas le daban un aspecto sombrío a los largos pasillos y a las habitaciones que podían mirar, porque las puertas ovaladas se mantenían abiertas. Las ventanas se mantenían cubiertas por una gruesa tela que impedía mirar el exterior y el paso de la luz.

No fue su olor, su voz o la presencia de Arlon lo que llamó mi atención. Fue la magia que me cubría y me hacía desear retroceder con rapidez.

Mi piel se erizó y mis ojos comenzaron a arder cuando escuché sus pasos dirigirse a mi lugar. Sin aviso, tomé la capucha de mi capa y la coloqué sobre mí, desviando la mirada del hombre que estaba recortando la distancia.

Las uñas largas rasguñaron mi piel en un intento veloz de cubrir la palidez de mis labios.

—Majestades, señores, es un placer recibirlos —Odette se acercó, profundizando su voz mientras sonreía—. Aunque las situaciones no involucren vino y tabaco, espero que la visita sea de su agrado.

Levante la mirada, observando cómo Abel tenía una mueca extraña mientras se ocultaba detrás de la reina.

Las presentaciones rápidas para dar a conocer al consejero de la reina se convirtieron en una plática fluida sobre un futuro cercano. Aunque dio algunos pasos detrás al conocer a Cassius, intentó mantener la calma cuando Muller se colocó enfrente de él y ambos no pudieron disimular el desagrado al mirarse.

Estaba un paso detrás de todos, quedándome quieta en una misma posición. Con cuidado, coloqué mi espalda derecha y mi mentón en alto, conectando con los ojos que había evitado por algunos minutos. Ellos me miraban fijamente.

No fueron necesarias las palabras, por cómo su ceño estaba fruncido y sus labios separados, podía entender que ya lo sabía, lo que había dentro de mí. La conmoción, la tristeza y esa sensación de pesadez que me rodeaba.

Nunca supe cómo colocar palabras en lo que sentía y Salvatore jamás ha necesitado mi voz para saber cómo me siento.

Intenté convencerme de que mirar a Arlon no tenía efecto en mí, pero rompería en llanto si continuaba de pie mirándolo tan cerca. De nuevo, agaché la cabeza, buscando algún punto fijo en mi guante que pudiese tranquilizarme.

Escuché sus pasos venir hacia mí, cómo su cuerpo se acercaba sin disimulo y traspasaba el límite que lo había atormentado durante días antes de dejar la cobardía sobre mí.

Esperé que las palabras llegaran, que me pidiera una explicación, pero su mano llegó antes de lo que pudo haber dicho. Sus dedos se deslizaron por mi mejilla, acunándola mientras el pulgar me acariciaba.

Una sensación de calidez invadió la nublosa presión que recorría mi cuerpo. Busqué su mirada con rapidez, pero el destello de magia que rodeaba su mano me cegó por algunos segundos. La magia de Salvatore se sentía como terciopelo por mi piel.

Tomé una bocanada de aire, notando cómo cada parte de mí se sentía adormecida. Moví mis labios para realizar una pregunta, para agradecer o para solo articular una oración, pero no podía, mi lengua se enredaba en cualquier intento de palabra.

Creía que Salvatore me rodearía con sus brazos, pero dio un paso atrás mirándome fijamente a los ojos.

—¿Qué conmoción cambió el ritmo de tu corazón? —cuestionó en voz baja, manteniendo la misma distancia.

—¿Por qué sospechas que ha pasado algo en tu ausencia? —di un paso hacia él, uniendo nuestras miradas—. Estás de nuevo husmeando en mi interior.




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