Los pasos apresurados y toscos de Katrina retumbaron en todo el pasillo; la paz de esa casa desolada se veía interrumpida desde la llegada de la prometida del alfa. Fueron años de un silencio sepulcral, sin la intervención de Kringer dentro de esas paredes, sin la presencia de los demás herederos de Blå skog, lo que alguna vez estuvo rodeado de vida, simplemente quedó en el olvido.
Aunque era la furia lo que generaba el sonido en aquella morada, pero eso no importaba. Katrina había tenido la esperanza de que cuando Kringer se casara como las reglas de la manada manda, esa casa se llenaría de niños, devolviéndole la vida que alguna vez resguardo. Sin embargo, una vez más para la madre del alfa aquello se volvió efímero.
En cambio, en la cocina el cuchicheo estaba a la orden del día gracias a la cocinera que no dejaba de hablar de la manada Søt Skog. Janne escuchaba mientras comía un poco de pan, nerviosa.
—¡No miento! —refutó la cocinera alzando el cuchillo que llevaba en su mano —. Lo que dicen de las herederas de Søt Skog es verdad, la hermana mayor estaba comprometida con el alfa Magnus y para su suerte encontró a su luna en una humana que marcó…
—Deberías de dejar los chismes —advirtió Janne.
—No son chismes, esas mujeres están malditas, la diosa luna no le sonríe a Søt Skog desde la muerte de la pareja del alfa y de su otra hija…
Janne alzó la vista cuando la cocinera mencionó la muerte de la madre de Thyra y de otra hermana. No había escuchado nada sobre la manada Søt Skog porque nadie sabía realmente quién era la prometida del alfa hasta dos meses antes del día pactado.
En Blå Skog los rumores no eran bienvenidos, y hablar de otras manadas estaba mal visto por el alfa regente. Además de ellos ser una de las más importantes, era irrelevante tomar a conciencia las que quedaban en un rango menor.
Solo cuatro de las cinco manadas más poderosas eran quienes se reunían y discutían la estabilidad de ellas junto a las demás. Uno de los acuerdos era que entre esas manadas jamás existiría una unión, eso incluía un matrimonio arreglado para evitar el equilibrio que tanto se buscó por décadas.
Por ese motivo se elegían otras manadas que no rompieran con el balance entre las cuatro manadas en caso de desear tener una esposa de otra, sino una esposa de sus propias tierras, aquello podía ser relevante dependiendo de cada manada, por lo contrario, con Kringer era la mejor opción.
Una manada necesitada que no le importara unirse a un alfa incompleto solamente como un trato que ambas partes eligieron. Lo que Katrina no podía entender era como Kringer había decidido tomar como esposa a esa chiquilla sin conocerla.
Katrina escuchó el ruido de la cocina, el balbuceo recurrente de la cocinera, su sangre hirvió. Eran una maldita broma hasta de su propia gente. Debía encontrar Kringer lo antes posible.
Thyra meditó todas sus opciones desde que se quedó sola, cuando se dio cuenta de que quedarse de brazos cruzados esperando no lograría nada Salió de la habitación en medio de la noche, el pasillo estaba vacío.
Miró de un lado para otro e intentó hacer el menor ruido posible. Caminó por el lugar, al parecer nadie cuidaba su presencia, así que buscó la salida de la casa, por donde había entrado. Meditó antes de abrir la puerta, tal vez no encontraría al alfa, sin embargo, necesitaba un poco de aire fresco, se estaba ahogando allí dentro.
Al salir se encontró con un grupo de hombres lobo dando sus rondines, prefirió ocultarse aunque no estuviera haciendo nada malo. Pasó desapercibida detrás de uno de los árboles que decoraban la casa. Ciertamente, era muy diferente a su manada, aquellas estructuras y árboles hacían parecer su hogar muy rústico.
Caminó por las calles bien construidas, donde las casas estaban distribuidas sin perder el bosque, el frío era distinto: calaba más pese a que era una mujer lobo.
El vestido se arrastraba dejando una marca en la ligera nieve que apenas y manchaba el suelo. Sintió una inmensa tristeza en su corazón cuando se dio cuenta de que estaba sola en una manada que no era la suya y todo le resultaba tan diferente, tan denso, tan frío.
Nunca pensó si Inara se sintió así alguna vez en Gylden Skog. Pero claro que debió sentirlo, el llamado del hogar, donde naciste, la tierra llamándote, esa misma retumbando bajos tus pies, recordándote a donde perteneces. Pero eso no sentía en Blå Skog… y desconocía si alguna vez lo sentiría.
Detuvo sus pasos cuando se sintió observada, sus instintos se dispararon como un hormigueo sobre su piel. Miró de un lado a otro, después hacia atrás y regresó su vista al frente, no pudo descifrar de donde provenía aquella sensación. Hasta que se hizo presente desde la oscuridad del bosque…
Era un aura pesada, una que apretó su pecho. Thyra se sintió angustiada, por lo que aquella presencia generó en ella tan repentinamente. Podía ser él, el alfa de Blå Skog. Se sintió mareada cuando se intensificó. Llevó las manos a su rostro y cerró los ojos, no sabía lo que le estaba pasando, era la primera vez que vivía algo así.
Sin embargo, así como llegó, se fue; pudo respirar de nuevo y abrir los ojos. Ya no había nada en el ambiente que la oprimiera de esa forma. Tal vez había sido el miedo lo que la hizo sentir de ese modo.
—No debería estar en el bosque sola — pronunció una voz varonil. Abrió los ojos en demasía cuando se notó recargada en un árbol cerca de la vereda principal. Miró, a quien le llamaba a gentilmente —. Soy Isak —saludó el hombre lobo.
—Yo…
—La futura esposa del alfa, lo sé. Por favor, pongamos en marcha, el día está por iniciar y no creo que sea prudente que la encuentren aquí —dijo ofreciendo su mano para ayudarla.
Thyra miró de un lado a otro, confundida, distraída y algo temerosa. A caso había pasado tanto tiempo afuera sin darse cuenta.