En otro momento, esas palabras hubieran significado liberta, una que Thyra añoraba desde que recibió esa carta donde él la tomaba como prometida. Si su manada no dependiera de ella, daría media vuelta sin mirar atrás, le gritaría que tiene razón, que ese matrimonio es un error… que sus deseos de casarse son tantos como los suyos.
Pero, en cambio, no podía hacerlo, su manada la necesitaba y debía tener esa unión.
Thyra apretó sus manos a sus costados con tanta fuerza para controlar las emociones que revoloteaban en su cuerpo, contener el ardor en su pecho que le exigía exclamar la rabia de no poder ser libre de elegir su destino. Aun así, desistió…
—Al-alfa Kringer —pronunció levemente costándole respirar. Él la observó con atención, podía sentir que la estudiaba —. Deseo este matrimonio tanto como usted, sin embargo, no considero que sea un error, porque de él depende que sobreviva mi manada. Vine aquí con una sola intención, ser su esposa —dijo abrumada, alzó la mano y la bajó de golpe —. No espero nada más… por lo tanto, solamente puedo suplicar que cumpla su palabra.
Thyra lo miró a los ojos, el alfa podía ver en ellos lo que le estaba costando aquella declaración, en un movimiento repentino ella cayó al suelo de rodillas, colocó ambas manos al frente y agachó su cabeza, las lágrimas que abandonaron sus ojos encontraron su destino en el frío piso.
—¡Esto es absurdo! —interrumpió Katrina —. Ponte de pie, si el alfa ha decidido no tomarte como su esposa, debes aceptarlo —dijo jalándola del cabello para que se parara —. Pones en vergüenza a tu manada… no tienes dignidad —escupió con veneno.
Thyra no peleó, aunque deseó hacerlo. Estaba a merced de esa manada por proteger la suya y no podía cometer una locura, no en un momento así.
—¿Quién te ha autorizado interrumpirnos? —cuestionó Kringer sin inmutarse, pero su tono de voz fue severo.
—Soy tu madre —espetó Katrina soltando a Thyra de vuelta al suelo.
—Yo soy el alfa —encaró —. Mis órdenes están por encima de cualquiera… eso te incluye a ti.
—Kringer —pronunció confundida y dolida por la actitud de su hijo, quien ciertamente mantenía una distancia muy marcada con ella desde que tomó el control de Blå Skog —. Debes cancelar este matrimonio, que vuelva a sus tierras…
—Sal de aquí —ordenó secamente. Katrina quiso reclamar, pero el alfa dejó claro que no tomaría a la ligera aquella acción. La mujer mayor miró a Thyra quien no había alzado el rostro en ningún momento y sollozaba para sí misma, o intentaba que así fuera,
—Pon fin a esto, Kringer —soltó antes de abandonar la habitación. Isak observó a Kringer, luego a la pobre chica antes de cerrar la puerta, aceptó su error por dejar entrar a la madre del alfa.
El aura del alfa se volvió pesado, el ambiente empezó a afixiar a Thyra, era como si pudiera sentirlo quemando su cuerpo. De nuevo sintió esa energía que percibió en el bosque, alzó el rostro encontrándose con los ojos de Kringer. ¿Por qué? ¿Por qué su cuerpo se sentía distinto?
Llevó las manos a su pecho, una extraña opresión la hizo cerrar sus ojos. El alfa de Blá Skog era poseedor de una abrumadora energía.
—Deja de llorar —pidió el alfa inundando el silencio de aquel espacio con su voz. Thyra limpió sus lágrimas —. Y ponte de pie, no te enseñaron que la mujer de un alfa jamás se pone de rodillas. —Thyra quiso recriminar aquella declaración, ella no era la mujer… pero parecía que negaría lo que realmente necesitaba ser —. Me has pedido que cumpla mi palabra, jamás he roto una promesa.
—Alfa… —pronunció arrepentida, podía notar que estaba molesto.
—Este matrimonio es un error, quiero que estés consciente de ello y aceptes las consecuencias al unirte a mí y vivir en Blá Skog — interrumpió secamente sin dejar de verla.
—Aceptaré cualquier consecuencia, alfa Kringer —dijo rápidamente.
—Cumpliré al proteger a tu manada, y tú harás tu parte dándome un heredero.
Thyra palideció al escuchar aquello último. Un heredero, el alfa deseaba un hijo, sintió un nudo en el estómago.
—Sí, alfa —respondió agachando la cabeza sumisa, aquello era su cometido al llegar a esa manada, no había nada más que pedir, tal vez era la vergüenza la que le impedía mirarlo a los ojos en ese momento.
—Limpia tu rostro, debes ser presentada ante los demás —ordenó alejándose de ella. Thyra pasó una de sus manos bruscamente sobre su mejilla, alejando las lágrimas.
Cuando se sintió completamente sola rompió en llanto, uno amargo, uno que la ahogaba, lleno de tristeza y desesperación. Se quedó allí añorando volver a sus tierras, al bosque de su manada, donde se sentía segura, aunque había tanto dolor entre esos árboles, no dejaba de ser su hogar.
Pensó en su madre, en la mujer que nunca conoció, deseaba recordarla, tener un consejo que la hiciera fuerte en Blå Skog, para verle el rostro de todos los presentes y no temer por el futuro que reflejaran esas miradas que desaprobaban su presencia y la juzgarían. Quería poder abrazar a su madre, aunque fuera una vez. Pero de eso también fue privada. Entonces Thyra entendió que siempre vivió condenada a no ser feliz…
Como podría ser feliz si su madre murió por su culpa. Si hasta la propia diosa luna la abandonó.
—Señorita Thyra —interrumpió Janne regresándola a la realidad —. El alfa pide su presencia.
—Sí, estoy lista —contestó poniéndose de pie. La mujer rápidamente llevó un pañuelo a su rostro para desaparecer las marcas de sus lágrimas.
—Solamente permítame, no tardaremos —dijo arreglándola.
Thyra dejó que Janne hiciera su trabajo, cuando la mujer creyó que estaba hecho le señaló que avanzara tras ella. Jamás había sentido sus pies tan pesados, le costó seguir el ritmo de Janne, sin embargo, puso de su parte para lograrlo.
Cuando notó a Kringer esperándola, contuvo el aire en sus pulmones. El alfa la observó detenidamente por un instante que pareció eterno. Thyra suspiró y colocó sus manos al frente de su falda.