El Corazón del Alfa

Pureza

—¡Una ceremonia de marcaje! —exclamó Katrina horrorizada al escuchar a Mikkel quien había sido el elegido para hacerle saber los deseos del alfa —. Se ha vuelto loco —gruñó, fastidiada, lanzando uno de los floreros que decoraban su habitación. 

—Son órdenes del alfa, debemos preparar todo.

—Años han pasado desde la última ceremonia en Blå skog, es absurdo, no puede ser posible que la elija a ella como su pareja, quiere vincularse con esa niña —dijo sentándose. 

—Me parece que es lo correcto, eso dará veracidad al alfa.

—Lo que tú pienses me tiene sin cuidado, mi hijo se unirá a una loba insignificante. He escuchado todo lo que cuchichean de esas hermanas, unas pobres desamparadas. Blå Skog es su mejor carta. ¿Qué obtendríamos nosotros? 

—Tranquilidad, paz, armonía y podría enlistar todo lo que deseas no ver por la rabia que sientes. Te consideraba más inteligente…

—¡No me faltes al respeto lobo infeliz! —amenazó furiosa. 

—Intento hacerte entrar en razón —soltó antes de abandonar la habitación. Katrina maldijo y lanzó lo que tuvo a la mano, aunque solamente logró que esto se estrellara en la puerta al cerrarse. 

Isak siguió a su alfa como todas las noches, pese a la necedad de Kringer en permanecer alejado de todos. 

—Le he ordenado a Janne estar al pendiente de su prometida, alfa —interrumpió cuando Kringer se detuvo —. ¿Crees que es buena idea dejarla sola con tu madre furiosa? 

—Para ser hombre lobo le temes demasiado a una mujer lobo adulta — pronunció sin verlo. 

—No, le temo a tu madre. Katrina siempre ha sido dura y estricta. Desde que tu padre murió, hay un aura diferente… 

—No le hará daño —mencionó Kringer. 

—¿Qué te hace estar tan seguro? 

—Mi madre no puede olvidar que ella es mi futura esposa —agregó observando el bosque. Hubo un movimiento que llamó su atención y lo puso alerta. Comenzó a correr sin esperar a Isak. 

—Eso es lo que temo Kringer… esa pobre chica no sabe el infierno que puede ser Katrina, el que tú has olvidado. 

Como lo temió, el alfa de Blå Skog había intrusos en sus tierras, así que sería una noche larga persiguiendo el rastro de quien se atrevió a invadir sus territorios. 

Para Thyra tampoco estaba siendo fácil lidiar con sus demonios, estando sola en una habitación que se sentía fría. Permaneció en medio de la cama con los brazos sobre sus rodillas, apretándolas contra su pecho. 

Recordó la conversación con el alfa Kringer una y otra vez. Revoloteó en sus pensamientos sus palabras directas y faltas de sentimiento. Era él así, como un témpano de hielo, tan incapaz de demostrar un poco de empatía hacia ella. No podía esperar más, si solamente aquello era una obligación de ambos por sus manadas. 

Se preguntó a sí misma si su madre había pasado por lo mismo, si su padre y ella se casaron por obligación o hubo amor de por medio. Acaso era el mismo final para cualquier mujer lobo, destinadas a no amar, y unir sus vidas a hombres que no las aman. Apretó aún más fuerte sus brazos.

Tenía miedo, estaba horrorizada de imaginar su noche de boda, el tenerse que entregar a un hombre que únicamente la quería para darle un hijo. Y si no fuera capaz de cumplir con ese cometido, si para lo que fue traída allí no tenía el resultado esperado. La desecharían, lo harían como una pieza rota.

—Él quiere un hijo —murmuró tocando su abdomen —. Y yo debo traerlo al mundo…

La noche fue eterna y el amanecer justo. En algún momento había caído dormida sobre sus propios brazos que abrir los ojos solamente trajeron dolor. 

—¡Ponte de pie! — El tono de voz fue severo e intransigente. Thyra abrió los párpados en demasía cuando notó a la madre de Kringer allí de pie junto a la cama. 

—No he escuchado… —disculpó la menor. 

—Que te pongas de pie, estúpida niña —dijo lanzándole un balde con agua helada. El frío fue un choque en su cuerpo cálido. Aunque era una mujer lobo, pudo sentir el hielo que golpeó su piel. La rabia corrió sobre sus venas, pero no podía hacer nada. 

—¿Por qué me hace esto? —cuestionó poniéndose de pie lentamente. No podía imaginar lo que pasaba por la mente de esa mujer que la devoraba con la mirada. 

—Así que quieres tanto ser la esposa de un alfa, yo te enseñaré lo que es serlo —declaró golpeándola en el rostro con la mano abierta. Thyra soportó el impacto de su mano severa —. La mujer del alfa de Blå Skog debe estar de pie al alba… ¡Camina! 

—Sí — respondió incorporándose, apretó las manos con fuerza, quería hacer algo, tal vez golpearla de la misma manera, sin embargo, no podía permitirse un solo motivo para que ese matrimonio fuera cancelado. 

—No te he dicho que hables, no dirás ni una sola palabra, si no se te pide —dijo de nuevo golpeándola con una vara que hizo un sonido crepitante al tocar su piel —. Entendiste… 

—Sí —habló contrariada; sin embargo, otro golpe encontró como destino una de sus piernas. 

—¿Entendiste? —cuestionó de nuevo y Thyra calló, calló hasta el llanto que quería brotar. Aquel instrumento con el que la estaba educando, según palabras de Katrina tenía algo en particular, porque dolía como nunca en su piel. 

—En Blå skog tenemos el poder sobre otros hombres lobos, creo que lo sabes. Aquí únicamente crece un arma capaz de matar a todas las manadas de la faz de la tierra, crees que una insignificante mujer como tú merece tenerlo a sus pies. 

Thyra respiraba agitada, había tanta crueldad en las palabras de Katrina como en su mirada que no podía entender qué había hecho ella para ser tratada de esa forma. 

—Él fue quien me aceptó —soltó Thyra sin poder contener la rabia en su pecho.

—Insolente, a ti nadie te ha elegido —dijo golpeándola de nuevo —. ¡Que se bañe! — ordenó a Janne quien miraba horrorizada. 

—Sí, señora, prepararé el baño.

—No es necesario, que tome un baño de agua helada para que deje de decir tonterías. 




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