El Corazón del Alfa

Oscuridad

Kringer avanzó por el bosque meditando los cambios a los que se sometería su manada por la llegada de Thyra, pensó en los positivos, porque ese era el verdadero motivo para que un alfa se casara, sin embargo, no estaba seguro si él creía lo mismo. Su memoria aún no podía separar los recuerdos de los sueños. 

A veces soñaba que corría por el bosque y otras lo sentía tan real como si fuera un recuerdo de tiempo antes. Muchas veces miró a Kenneth y Shelby, sus hermanos que ahora tenían prohibido volver a Bla Skog, por traición a su manada.  

Descubrir que tenía un hijo fue un duro golpe que procesar, entender que un pedazo de él vivía lejos, siendo hijo de Kenneth formando su propia manada junto a un grupo de humanos. Era todo caos y nada tenía sentido en Kringer.  

La muerte de su padre generó en la manada una ola de enfrentamientos por creer que Kringer no era capaz de defender Bla Skog, pero si ellos hubieran visto lo que él vio en esas tierras lejanas entenderían que pelear entre hombres lobos solamente los desgastaría dejándolos débiles contra el verdadero enemigo. Los cambia pieles estaban entre ellos y pronto deberían enfrentarse de nuevo.  

Así que tener una esposa era el menor de sus problemas, pero parecía que con Katrina aquello era una guerra. Thyra le disgustaba, podía verlo en sus ojos, sin embargo, debía respetar los deseos de su alfa, aunque fuera su madre. 

Kringer no estuvo de acuerdo en un inicio de unirse a una mujer tan joven, cuando Magnus llegó con el ofrecimiento le pareció ridículo, sin embargo, el alfa de Gylden Skog le dejó en claro los motivos reales porque lo eligió a él, y la condición de Thyra que en cualquier momento podía quedar expuesto a todos.  

El alfa detuvo sus pasos y miró su bosque; a veces no reconocía los árboles, por ese motivo pasaba la mayor parte del tiempo dentro, memorizando cada rincón, intentando forzar que su mente trace los caminos nuevos y repasar los otros. No podía permitirse que se dieran cuenta de esa falta de orientación. 

Era el líder de su manada, confiaban en él y no podía fallar... 

Pero desde el ataque que le costó la memoria y casi la vida; por lo menos era lo que todos afirmaban, perdió su capacidad de retención. Su memoria a corto plazo se ralentizaba y debía recurrir a sus instintos como hombre lobo para no perderla.  

—Kringer. — La voz alterada de Mikkel lo hizo mirar al frente. El hombre lobo parecía agradecido de encontrarlo.  

—¿Qué ha pasado? —cuestionó el alfa concluyendo que algo grave ocurría en su manada.  

—Tu madre se ha vuelto loca —soltó con molestia. Kringer arrugó la mirada en recelo por la expresión tan inapropiada hacia Katrina.  

—Suelta lo que tengas que decir... —ordenó secamente.  

—Le ha pedido una prueba de pureza a Thyra; no, perdón, obligará a tu futura esposa tener una prueba de pureza —aclaró Mikkel. Porque Katrina no le pediría nada de buena manera a esa niña.  

Mikkel observo al alfa y notó como su postura fue cambiando, hubo un ligero asombro en su mirada seguido de la tensión de sus hombros y su mandíbula.  

—Yo no he dado el consentimiento —afirmó Kringer levemente.  

—Lo sé. Esto solo son ideas de tu madre... ella desea dar fin con este matrimonio. 

 

Lo odiaba, Thyra odiaba el sentimiento de terror que recorría su pecho al no poder moverse y ser consciente de su alrededor. Podía escuchar las voces, aunque no fueran de todo claras. Miró a la mujer que llamaron celestina colocarse frente a ella con un pañuelo blanco en sus manos.  

—Debe tener privacidad —pidió a Katrina quién estaba pegada a ella.  

—Soy la madre del alfa... 

—Eso no tiene nada que ver con este momento, esto es entre la chica y yo —aclaró serenamente la mujer mayor. Sus cabellos claros dejaron ver que era tan longeva como la manada Bla Skog. No era una mujer lobo cualquiera porque Katrina dio un paso atrás.  

Thyra quiso gritar cuando fue despojada de la falda que cubría sus piernas. Sin problemas, la mujer mayor abrió ambos mulos. Hubo un silencio que la incomodó, un frío recorrió su cuerpo cuando el tiempo comenzó a pasar.  

La celestina colocó su mano cerca de su intimidad, Thyra no pudo evitar llorar, las lágrimas empezaron a recorrer su rostro. Quiso moverse, alejarse de lo que estaba a punto de suceder, pero no podía, su cuerpo no respondía a ella.  

—¿Qué pasa? —inquirió Katrina desde atrás alzando el rostro.  

—No es necesario hacer ninguna prueba, esta mujer es virgen —dijo la celestina girándose —. Tan cerrada como un capullo —sentenció tapando el cuerpo de Thyra.  

La menor pudo respirar al sentir que le devolvían su ropa, estaba muy nerviosa, había empezado a inhalar y exhalar agitadamente.  

—Si no hay prueba, tus palabras son falsedades que no puedo tomar —indicó Katrina molesta. 

—El pañuelo no debe usarse, la lastimaríamos y eso no es bueno para los futuros embarazos de nuestro alfa —contestó con calma la mujer mayor.  

—Solamente yo puedo decir que es beneficioso o no para el alfa. Así que haz la maldita prueba, quiero que quede claro que nadie puede mentirme —vociferó.  




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