I. El Azote del Viento Gélido
El ascenso hacia el Pico Silencioso se convirtió en una tortura. Habían dejado atrás la línea de árboles y ahora solo había roca desnuda cubierta de hielo y el viento, un depredador invisible que buscaba arrancarles la vida.
Lyra se movía con dificultad, sus músculos ardían. El cristal de escarcha se había roto, y su calor interno, aunque constante, no era suficiente para contrarrestar la furia del temporal de montaña. Sus labios estaban azules y su respiración era superficial.
Kael se detuvo bruscamente en una hendidura estrecha, protegida por una cornisa rocosa.
—Ya basta. Si sigues así, no llegarás a ver el amanecer —dijo Kael, sin dejar lugar a la discusión.
Lyra intentó discutir, pero solo logró emitir un castañeteo de dientes.
—No seas necia. No es debilidad, es física. El frío te está ganando.
### II. La Dependencia Forzada
Kael deslizó su pesada capa de lobo negro sobre Lyra, envolviéndola. El pelaje grueso ofrecía un alivio inmediato, pero la temperatura corporal de Kael era tan baja que el calor de Lyra se disipaba rápidamente.
—No es suficiente. Te vas a congelar —murmuró Lyra, temblando incontrolablemente.
Kael no respondió con palabras. Se sentó y, sin dudarlo, tiró suavemente de Lyra hacia él.
—Tienes la **Sangre de Fuego**. Yo tengo la resistencia del **Hielo Eterno** —susurró, su aliento, sorprendentemente cálido, rozando su oreja—. Debemos fusionar. Es la única forma de que ambos sobrevivamos a esta altitud.
Lyra se encontró atrapada. Su cuerpo, desesperado por calor, cedió. Kael la abrazó, su cuerpo duro y frío como la propia roca de hielo. Él la acunó contra su pecho, su temperatura corporal casi dolorosa para ella al principio.
Pero a medida que pasaban los minutos, sucedió algo extraordinario. El calor de Lyra ya no se dispersaba. En cambio, era contenido, amplificado por el aislamiento de Kael. El hielo y el fuego no se cancelaron; se complementaron.
### III. La Intimidad de la Escarcha
Acurrucada contra él, Lyra sintió la tensión de Kael. Su cuerpo era una pared de músculo, y su corazón, que latía con una lentitud inusual, le sonaba como un tambor amortiguado. La cercanía forzada la obligó a notar su olor: a frío, a viento limpio y a algo más, algo arcano, como mineral extraído.
—¿Te estás calentando? —preguntó Kael, su voz baja y profunda.
—Sí... pero tú... estás aún más frío —respondió Lyra, notando que la temperatura de Kael parecía haber bajado aún más al absorber su calor.
—Es mi naturaleza. Yo vivo en el frío —dijo Kael—. Pero ten cuidado, Lyra. No dejes que mi frío entre en tu corazón.
Ella levantó la cabeza. Sus rostros estaban a centímetros. La luz de la luna filtrándose a través de la hendidura iluminaba sus ojos de cristal. Había una intensidad, una vulnerabilidad que desarmó a Lyra. En ese momento, no era el agente del Rey Liche, sino un hombre obligado a sobrevivir en una soledad gélida.
—¿Por qué me ayudas? Podrías haberme matado, haberme entregado, o simplemente haberme dejado morir de frío.
Kael la miró a los ojos. Había deseo, peligro, y una pizca de arrepentimiento.
—La Profecía dice que la **Sangre de Fuego** y el **Hielo Eterno** deben encontrarse para que el Sello se rompa. Pero no dice si debemos romperlo para liberar o para salvar. Eres un arma que mi padre necesita. Y la única cosa cálida que he tocado en mi vida. Es... confuso.
Lyra se sintió profundamente atraída y aterrada. La traición estaba en su sangre, pero la dependencia física era ahora una necesidad. Él era su única fuente de seguridad en este mundo de hielo.
### IV. Un Vínculo Peligroso
Ella cerró los ojos, sintiendo el latido lento y gélido contra su frente. El romance no era una flor que crecía, sino una vid venenosa que se enredaba.
—¿Dónde está exactamente el Corazón de Cristal? —preguntó Lyra, intentando desviar la conversación.
—En la cima, dentro de un templo enterrado —respondió Kael—. Pero el camino está custodiado por los sellos que Eira dejó. El primero es la prueba del aire.
Kael movió su mano y suavemente acarició el pelo de Lyra. Ella se estremeció. No era un gesto de calor, sino de absoluta posesividad.
—Mañana, Lyra, verás tu primera prueba. Y tendrás que elegir si tu fuego quema para mí, o si quema para ti.
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