Nimbus
Es difícil de comprender, como un paisaje soleado se vuelve nublado en cuestión de segundos.
No es fácil asimilar, como una suave brisa se convierte en una tempestad. Como las risas se vuelven llanto en un abrir y cerrar de ojos. Como tu tranquilidad se esfuma después de unas simples palabras.
El aire era frío en la ciudad a pesar de que el sol mañanero ya había comenzado a salir. Las mañanas eran inexplicablemente mi momento favorito, observar el cielo cubrirse de cálidas tonalidades era un sentimiento reconfortante en mi pecho.
Ver el amanecer era lo que calmaba mi angustia cuando mi hermana sufría debido a su enfermedad. Estaba por regresar a casa después que mis clases terminaron y recibí una llamada de parte del hospital. Una llamada que fue suficiente para transformar mi apacibilidad en un torbellino.
Sus síntomas habían empeorado.
Corrí lo más rápido que pude hacia al hospital, olvidando que mi auto estaba en los estacionamientos del campus, mi mente se puso en blanco solo con escuchar que mi hermana había empeorado. Ella había tenido una convulsión, algo que nunca le había pasado.
Seguí corriendo hasta llegar a su habitación de hospital, empujando a algunas personas sin tener que disculparme, lo único que me importaba era llegar a ella.
Entré a su habitación empujando con fuerza la puerta detrás de mí, encontrando a mi hermana acostada en la cama. Me acerqué a ella con lentitud, acariciando su cabeza donde antes había estado una hermosa cabellera castaña, sus ojos me miraban con ternura, pero éstos ya habían perdido el brillo que tanto lo caracterizaban. Sus labios estaban agrietados y su piel estaba más pálida que el otro día en la que había venido a verla. Sostuve con delicadeza su mano y deposité un tierno beso en el.
– Lamento tener que preocuparte – murmuro con dificultad. Yo negué con la cabeza sin poder responder, el nudo en mi garganta había crecido y me impedía hablar.
– Yo debería.. cui.. cuidarte, no tú a.. mi – la voz de mi hermana se había roto en la última palabra y era más claro que se le dificultaba respirar.
– No tienes de que lamentarte hermana, eres lo único que tengo y siempre voy a estar aquí para ti.
Acaricié su pálido rostro en movimientos circulares, sintiendo las lágrimas que habían caído de sus mejillas y me apresuré a quitarlas.
– La chica – comenzó a decir con dificultad. – La chica.. que hablo.. Brian, ¿es bonita?
No pude contestar a su pregunta. Sabía cual era su intención.
Mi hermana sabía perfectamente que no me gustaba estar en una relación, ella sabía que salía con tantas chicas que ya había perdido la cuenta, pero que nunca me había enamorado de nadie, porque el amor simplemente no era el indicado para mí. No había cabida para el amor en mí, y si lo había, me aseguraría de borrarlo por completo de mi sistema.
Madison Brooks no iba a poder cambiarme, a pesar de que pierda la razón cada vez que la vea.
–Tú eres la chica más linda que he conocido.
Ella negó suavemente ante mi contestación.
Suspiré con cansancio. Daría lo que fuera porque mi hermana sonriera, y si inventar una historia de amor la haría feliz, así lo haría.
– Ella es muy linda – mentí. Pero a mi corazón no le pareció una mentira.
Estaba seguro de que Betty diría algo más, pero el cansancio que surcaba su ser no le permitió estar despierta una vez más, ella volvió a cerrar esos angelicales ojos para irse devuelta al mundo de los sueños.
Escuché el sollozo de Gina a mi lado, fue ahí cuando me di cuenta que no había sido yo el único en la habitación. Gina trataba de controlar su llanto sentada en uno de los sillones del hospital y Brian estaba parado en la puerta con sus ojos cristalizados mientras se mordía el labio para no llorar, pero la persona más importante para nosotros no estaba presente. Papá no había venido.
Salí de la habitación de mi hermana alborotando mis cabellos con frustración. Mi padre no había venido. No había venido a visitar a su hija que esta al borde de la muerte solo porque su orientación sexual es distinta que el resto de las personas.
Camine hacia las afueras del hospital, sintiendo el viento frío golpear mi rostro y alborotar mis cabellos. Di pequeñas vueltas alrededor hasta que pudiera sentirme calmado pero a unos metros de distancia pude identificar su auto estacionado frente al hospital. y la furia en mí se incremento.
– ¿Qué demonios estás haciendo aquí afuera? ¿Porqué no entraste? – pregunté al estar frente a él.
Mi padre estaba sentado en uno de los bancos frente al hospital. Con su traje color gris que usa para ir a trabajar y la mirada perdida en el suelo debajo de sus pies. Alzó su mirada al verme pero sus ojos seguían igual o más perdidos que antes.
– ¿Te has enamorado?
Reí con histeria ante su pregunta. Lo importante en estos momentos era mi hermana y él ¿preguntaba sobre el amor?
Volví a alborotar mis cabellos con frustración mientras me relamía los labios para tratar de mantener la calma y recordar que el hombre frente a mí había sido mi héroe cuando era un niño, que ese hombre era mi padre y no un desconocido.
– Eso no importa. Los síntomas de Betty están empeorando. ¿acaso no piensas perdonar a tu hija? ¿Es tan difícil aceptar que se enamoró de una chica?
Mi padre aparto su mirada de mí y la devolvió al suelo para dejar salir un suspiro cansado de sus pálidos labios.
– No me importan esos prejuicios – respondió después de unos segundos. – Lo que esta matando a tu hermana no es su pecado por enamorarse de una chica, si no, el pecado por enamorarse.
Quería seguir riendo con histeria pero mi garganta se sentía seca tras sus palabras. Finalmente mi padre había perdido la razón y nos estaba arrastrando a todos debido a su locura.